Weiß/Colonia, 26.1.
2:00 am : Acabo de ver Crime and Punishment [Crimen y castigo], que no conocía (justo por eso compré el DVD), y desde luego la novela es mejor –lugar común–, pero la peli no es mala. Lo cierto es que leí la novela allá por 1955, a mis 16 años, y no la he vuelto a leer. Tampoco en alemán, donde su título es Schuld und Sühne [Culpa y penitencia], eso me dio muy mala espina, que la traducción estuviese ideologizada. Tendré que leer la traducción nueva, Verbrechen und Strafe, cuyo título respeta y reproduce el original. Viendo la peli se me ha hecho evidente todo lo que había olvidado de la trama, en mi memoria sólo quedaron almacenados el asesinato de la usurera a manos de Raskolnikof, el amor de Sonia la prostituta, y la pesquisa del empecinado juez de instrucción. Ahora ya le he cogido miedo a volver a ver Los hermanos Karamasov. ¡Y pensar en lo mucho que me impresionaron en mi juventud y que recuerde tan poco, pero tan poco, tan poquísimo, de sus tramas! Funes, pibe, me digo, no sos tan memorativo.
Después de leer mi diario, la querida Manu me comenta al pie: «Tener un corazón que dejó de envejecer el milenio pasado debería ser un motivo más que suficiente para tener el ánimo y el cuerpo menos decaído». Y sí, pero la procesión va por dentro y más sabe el loco en su casa que el cuerdo en la ajena (gracias, abuela Remedios) y todo lo que anoto aquí sobre mi decaimiento es para ser leído entre líneas porque hay moros en la costa. Dóminus nobiscum. Y también después de leer mi diario, el bueno de Samuel me escribe desde Caimanópolis, la ínclita Barranquilla, sobre mi entrada acerca de Macbeth: «No incluyes ¿o no has visto la versión de Kurosawa, Trono de Sangre, con Toshiro Mifune, una obra unánimemente alabada?» Le contesto ipso fuckto: «Siemple me olvido de los amalillos. Soy un lacista, ni modo. Un ablazo, Licaldo Colazón de León».
En un nuevo programa sobre “la cocina del terruño”, dedicado esta tarde a la cántabra, descubro la existencia de un guiso llamado “alboronía”, que la mujer que lo cuece dice haber descubierto a su vez en el Quijote, y que ya le gustó, sin conocerlo, por la eufonía de su nombre. El nombre de la madre de todos los pistos españoles. Porque sí, “alboronía” será el nombre que le pusieron en la pila del bautismo, pero su nombre de guerra es “pisto”. Si acaso “pisto andaluz”.
Weiß/Colonia, 27.1.
2:15 am : Me he programado para esta semana ver los DVDs con los 12 cortometrajes rodados entre 1916 y 1917 por ese a quien los latinoamericanos llaman Carlitos y los españoles Charlot. Esta noche he visto cuatro y además de reírme como desde hace mucho tiempo no reía, me doy cuenta de que aquí Chaplin ya tiene construido su personaje, lo ha interiorizado de manera que él es uno, un uno indisoluble, con Charlot. Un genio como muy pocos hubo en el siglo XX.
Le pregunté a Violeta por qué me contaba que “llegó Pacheco”, usándolo como sinónimo de “llegó el frío” y me remitió a un artículo de Wikipedia donde se cuenta donosamente la leyenda de Pacheco. Le contesto: «Original la etimología, gracias por darme a conocer la historia. Esos nombres propios o apellidos que pasan al léxico desde siempre me han fascinado. Por ejemplo, cuando conocí a Diny no sabía nada de la lengua neerlandesa, salvo que la preposición «van» equivalía a la alemana «von». Y me extrañó mucho, oyéndoles hablar todavía sin comprender el idioma, y sin que yo sintiese perros por ninguna parte, las veces que usaban el verbo «bellen», que en alemán, escrito y pronunciado exactamente igual, significa «ladrar». Le pregunté a Diny que a santo de qué venía tanto ladrido y se echó a reír. En neerlandés, el verbo «telefonear» [=»bellen»] es un homenaje al inventor del teléfono, sir Alexander Graham Bell».
Weiß/Colonia, 28.1.
2:00 am : De nuevo cuatro cortometrajes de Charlot. En uno de ellos, por cierto, The Vagabond, apostaría doble contra sencillo mi única corbata de Armani a que su final está inspirado por “La gitanilla”, una de las Novelas ejemplares de Cervantes. El hispanista James Mabbe las tradujo al inglés en 1613, a poco de publicarse en España. Y la huella cervantina en la literatura del UK llega hasta tan lejos como Las aventuras del Cub Picwick, de Dickens, y respctivas novelas de dos grandes contemporáneo, Chesterton y Graham Greene. Sin dejarme en el tintero electrónico hablar de Sherlock Holmes y el Dr. Watson, reflejo especular de Don Quijote y Sancho.
Estuve pensando en eso de los nombres y apellidos que pasan al diccionario y me acordé de cómo llaman en Colombia a aquellos lunes adonde se traslada un día de fiesta no inamovible de la semana anterior. Al ser una ley promovida en 1983 por el ministro de Trabajo Raimundo Emiliani Román, a esos lunes se los llama “lunes Emiliani”. Mi instinto cinegético me lleva a consultar el Diccionario de Colombianismos que me regalaron Carla y David. Y no, los “lunes Emiliani” no figuran en él. Sólo los “lunes de zapatero”. Porca miseria!
Hoy estaba La Modicana como más le gusta a Carlitos: vacía, solo para nosotros. Yo pedí la sopa de arvejas con croutons y camarones y él una ensalada mixta con toneladas vegetales amén de pulpo y pomelo. Estuvimos comentando lo de los senadores republicanos en USA que quizá pudieran recurrir a sus conciencias y facilitar el juicio de destitución de the fake president. A lo mejor alguno de ellos hasta ha leído Profiles on Courage, el libro que publicara Kennedy antes de ser presidente y en el que narra los casos de ocho senadores que en el dilema entre la lealtad al partido o sus electores de un lado, y del otro a su conciencia, atendieron a esta. Por ahí debo tenerlo, tal vez lo relea uno de esos días en que por no saber qué hacer mato moscas con el rabo.
Marjorie, que leyó el anticipo de mi diario sobre la leyenda venezolana de Pacheco, me escribe desde Costa Rica: «La historia venezolana del Pacheco está muy bien escrita en esa versión de la red, pero pareciera más bien una ficción posterior al dicho popular. En Cámaralentolandia hemos usado también esa expresión, en la frase “¡Qué pacheco!” por “¡Qué frío”. O también “hacer pacheco” por “hacer frío”. Figura así en A lo tico. Diccionario de Costarriqueñismos y otras vainas (2010) y En el habla que el viento se lleva (1978). En este último se intenta una explicación, también ficcional, de que como en la vieja capital colonial, Cartago, hacía frío y vivían muchas personas de apellido Pacheco, allí se comenzó a usar. En el Sopena de americanismos aparece simplemente “pacheco” como sinónimo de frío. En el Diccionario de la Lengua Española del 2001 se menciona como propio de Ecuador y Venezuela y se define como “frío intenso”. Pareciera posible que sea un uso de origen colonial, quizás traído de España. Gracias por el anzuelo. Nada como una explicación de una palabra para poner a correr mi curiosidad, hasta postergar por un rato la novela en que trabajo. Abrazos, con un fuerte pacheco de enero, causado por los vientos del norte». Hay que ver la de cosas de que uno se entera si se tienen tantos amigos de tan enciclopédicos saberes. Laus Deo!
Weiß/Colonia, 29.1.
1:30 am : Acabo de ver un docudrama inglés acerca de The Windermere Children [Los niños de Windermere]. Fueron 300 de los mil niños rescatados de los campos de concentración nazis a los que Inglaterra les dio un refugio y puso en el camino de su reinserción en la vida social. Esos 300 fueron a parar en un albergue a orillas del lago Windermere, y el telefilme nos muestra cómo van acomodándose a la normalidad. Hay actores profesionales interpretando los papeles de los monitores y mentores del proyecto, pero los chicos y chicas son interpretados por legos, y es sorprendente la intensidad de su actuación, la empatía que parecen haber ganado con aquellos a quienes les dan cuerpo en la pantalla. Peli admirable y todavía más digna de verse en estos tiempos de insolidaridad y egoismo nacionalista. La Inglaterra que se hizo cargo de esos mil menores de edad, entre 13 y 17 años, era un país pobre y destrozado por los bombardeos de la Luftwaffe, y todo estaba racionado. ¿Haría lo mismo la inglaterra (lo escribo a propósito con minúscula) del clon de the fake president que reside hoy en el 10 de Downing Street? Lo dudo.
El Dr. Ruppert llegó con casi una hora de retraso a la habitual extracción de sangre a principios de año. Vino como siempre con su moto y, según parece, tomó una salida falsa en la rotonda Colonia–Oeste, yendo a parar a un barrio que le resultaba por completo desconocido (él viene de Suabia, del Sur, aunque lleva casi veinte años viviendo en Colonia), de manera que perdió más de ½ hora en encontrar un nuevo acceso a la circunvalación. Aceptó agradecido el té de ruibarbo que le preparó Diny (hace un frío de todos los diablos, venía tiritando), y conversamos un buen rato acerca de the fake president (le hizo mucha gracia que lo llame así, y suscribió las razones por las cuales lo hago y que ya me andan copiando, y yo feliz de que lo hagan, un par de colegas), conversamos también acerca de la obra de arte de Gabi & Wolfgang Niedecken que cuelga en nuestro comedor, y sobre el virus Corona, del que nos aseguró que no pasaba de ser como un monstruo del Loch Ness inflado por los medios. Los dioses le oigan.
Veo, seguidas, dos pelis emparentadas por el respeto a las tres normas neoclásicas (unidad de acción, de tiempo y de lugar) y por su claustrofilia: excepto un par de escenas al aire libre en los respectivos patios del hogar de la recién nombrada ministra inglesa de Salud o del bar donde tiene lugar el encuentro semanal de la familia Ménard, tanto en la inglesa The Party [en los países hispanohablantes se exhibió con el título inglés] como en la francesa Un air de famille [Como en las mejores familias] todo sucede bajo techado y en un espacio que aunque no exiguo tampoco es un despilfarro de m². En ambas el esquema es el mismo y lo conocemos de varias otras anteriores: un grupo de amigos, o familiar, se reúnen para festejar algo y a lo largo del emcuentro empiezan a salir los trapos sucios, uno tras otro, en un alud imparable y que deja al final un regusto amargo en los personajes y en los espectadores. Aumque las prestaciones de los actores sean de primera categoría, como en estos dos casos.
Weiß/Colonia, 30.1.
2:30 am : Termino de ver la serie de 12 cortometrajes de Charlot y acabo descacharrado por la risa. No tuve la precaución de verlos por orden cronológico pero mi impresión es que no había ninguna necesidad de ello. Sin embargo la acepto como coartada para volver a verlos, esta vez siguiendo la cronología. Y así me divierto el doble.
Mañana, a las 11 de la noche (medianoche en Bruselas) los ingleses tendrán que pasárselas sin las campanadas del Big Ben, saludando alborozadas el Brexit. El Big Ben está siendo reparado e interrumpir el proceso, aunque sólo sea por 11 segundos, costaría ½ millón de £ (que todavía se llaman esterlinas), es decir 656.000 $US. Y no están los tiempos para gestos simbólicos que agujerean el bolsillo y lo dejan como un colador.
Weiß/Colonia, 31.1.
8 de sus 28 páginas y 4 de las 12 de su suplemento le dedica hoy el Kölner Stadt Anzeiger al Brexit. Entre otras la portada con una carta en inglés, un inglés que hasta yo puedo leer, lo que da una idea de los clichés que se manejan en el texto. Yo, la verdad, nunca he sentido a la Gran Bretaña como un país europeo, y para decirlo de una forma brutal, más bien la considero algo así como un apéndice, en el sentido anatómico, de nuestro continente. El apéndice no es para nada necesario en la economía del cuerpo humano, y su única cualidad distintiva es que cuando se inflama hay que extirparlo. El Brexit es, pues, para mí, una simple operación de apendicitis. En otro orden de cosas, deberíamos estarles agradecidos a los ingleses que se despidan de la Unión Europea: los que salen perdiendo son ellos, pero muchas fallidas tandas de penalties en campeonatos mundiales y europeos los tienen ya acostumbrados a perder. ¿Y cómo dice la letra de la soleá?: «Estoy tan hecho a perder / que cuando gano me enfado».
A propósito de “echar”: Voy a releer Fortunata y Jacinta, pero previamente leo la introducción a la edición anotada de la Colección Austral, y me encuentro con esta frase: «en el artículo de periódico [Galdós] hecha mano de estrategias discursivas» etc. ¿Hechar mano? No es de recibo, mi excelentísima e ilustrísima señora doña Austral, no es de recibo.
Me llegan a la pantalla, al rincón inferior de la derecha, avisos clasificados que me quieren vender desde cruceros por el Mediterráneo hasta nuevos muros cortafuegos virtuales, y no sólo eso, también avisos eróticos ofreciéndome polvos con madres mejores que las putas porque follan gratis [esto lo traduzco literalmente del original: «Besser als Nutten: Diese Mütter ficken kostenlos»] y con unas jóvenes que quieren hacerlo con hombres mayores de 30 años, y todas ellas, mamacitas y jovencitas, en un radio de 5 km a la redonda. Tengo una memoria fisionómica tendiente a cero (a veces digo –en serio– que si reconozco a Diny es porque la veo a diario), pero de a deveras sería interesante recordar las caras de esos avisos cuando subo al bus para ir a Rodenkirchen o regresar a casa. Este puede ser el núcleo inicial de un cuento. Aunque claro está que para ello debería contactar con alguna de estas sacerdotisas de Venus, y a mis años no estoy por la labor. ¡Zapatero, a tus zapatos! Y más siendo nieto, hijo, sobrino y sobrino nieto de zapateros: Pantaleón, Ricardo, Antonio, Laureano, José, Casimiro, el clan de los Bada. Hasta el marido de la única Bada, la tía abuela Elena. en Fregenal, era zapatero, el tío abuelo Lanchazo, que gustaba mucho de pegar la hebra conmigo cuando yo pasaba temporadas en el pueblo y los visitaba en su casa, allá por La Corchuela. Qué tiempos aquellos, mare mía de mi arma, y qué nítidos mis recuerdos.
Weiß/Colonia, 1.2.
Recién pasada la medianoche : A las 0:00 brindé a la salud de Europa con un Single Malt de 12 años. ¡Nos libramos de Inglaterra! Con ella llegaron a la Unión Europea, de la mano de la férrea Thatcher, el nacionalismo y el chantaje, y se fueron al carajo la reconciliación, la armonía y la paz conseguidas a lo largo de 15 años por los seis miembros fnndadores. Y eso después de que la Comunidad Económica Europea, como entonces se llamaba, había salvado a Inglaterra de la catástrofe económica en que la había sumido el gobierno de Edward Heath. Brexit, bendito seas.
En el cuadernillo de esquelas fúnebres del Kölner Stadt Anzeiger, hoy, una encabezada de modo bilingüe: «In Liebe / Con amor». El apellido de la viuda me hace pensar que sea catalana. Ayer había otra en que la que bajo el nombre del difunto alemán figuraba su apodo familiar español: Pato. Era alguien conocido por mi, compañero mío en la redacción durante un largo par de años, demasiados. Fue un fichaje en falso que hizo la administración de la emisora, guiándose por una recomendación trucha. Y cuando llegó a Colonia, con su familia, y el contrato en el bolsillo, la administración se dio cuenta de que no había sido bien aconsejada. La redacción a la que hubiera debido ir lo rechazó de plano, y como tenía una esposa argentina y hablaba español nos lo encajaron a nosotros. No era un mal tipo, lo que pasa es que no nos servía para nada en el trabajo de la redacción, era un lastre que tardamos casi diez años (tan largo par) en sacárnoslo de encima. Desde entonces sólo lo volví a ver un día que estaba en la parada del bus esperando el mismo que yo. Apenas si nos saludamos, no tenìamos nada que decirnos. Descanse en paz.
El mes ha comenzado con buen pie, pasó el cartero y me trajo la última de las liquidaciones del seguro de enfermedad y la subvención estatal. De los 12.164,72 € a que ascendían 50 facturas de médicos y farmacia que les envié, me devuelven un total de 10.512,70 €, es decir, que sólo salen de mi bolsillo 1.652,02 €. Yo me temía una cifra entre los tres o cuatro mil euros, de modo que aunque llueve y no escampa. y Febo brilla por su ausencia, parafraseo a Bécquer: «Hoy la tierra y los cielos me sonríen, / hoy hasta el fondo de mi alma llega el sol, / hoy mi cuenta en el Banco no está en rojo. / ¡Hoy creo en Dios!» Hosanna in excelsis!
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