
Weiß/Colonia, 9.2.
2:00 am : Estuve viendo de nuevo French Kiss. Es una peli de las que o la tomas o la dejas. Yo no dudo en tomarla, aunque más no sea por el final polifónico. Cada vez que la veo me parece más y más convincente la banda sonora. Basta con el detalle de llamar la atenciòn acerca de que los USA fagocitan lo extranjero que les gusta, de modo que los USAnos crean que es autóctono; evidente cuando Kate le pide a Luc que le cante en francés la canciòn “Somewhere” de Bobby Darin, que es en realidad la simple y anodina versión inglesa de “La mer”, de Charles Trenet.
Invitamos a Angie y Vincent a almorzar en el Alfama, pero por un despiste mío tuvimos que cambiar de plan, y les di a elegir entre las Rhein Terrassen, que conocen de cuando festejamos allí nuestro común cumpleaños en el 2018, o en Maassen, el alemán que está a ½ cuadra de las Rhein Terrassen. Me pregunta Angie si Maassen es “gut bürgerlich [buena y burguesa]”, le asegiuro que así es, y allá almorzamos en amor y compaña. Todos quedamos satisfechos, y a Diny le restó un pico por apechugar, pero es que las porciones, en lugares donde la cocina es “gut bürgerlich”, suelen ser para herederos de Gargantúa y Pantagruel. Lo más importante de todo, para mí, es mantener esa estrecha relación con esta madre y este nieto, que resulta ser más estrecha que con el padre que los dejó, y que es nuestro hijo. Sorpresas te da la vida
Sabine es el nombre con que han bautizado a este nuevo huracán que amenaza Alemania hoy y mañana. Pero regresamos a casa sin problemas con el auto de Angie, dormimos la siesta, Diny primero, yo después, y no pasa nada. Lo único que pasa es que al levantarme de la cama quiero hacerme un café bien cargado y descubro que en la botella de licor de yerbas sólo quedaba un culito, de manera que mi café bien cargado se convierte en aquello que los frisios llaman “un Fariseo”, aunque sin el copo de nata encima. Lo describí en “La mujer de tierra adentro”: «café caliente y ron a partes iguales, con azúcar y una pizca de sal, en taza alta de porcelana de la que sobresale el penacho de una nata batida espesa, casi con la consistencia del merengue».
Recuerdo la frase de Tracy Lord [Katherine Hepburn] en Historias de Filadelfia: «La historia inglesa siempre me ha fascinado. Cromwell, Robin Hood, Jack el Destripador…» Se me ocurre que en un remake de la peli debería añadir: «Nigel Farage…» Aunque realmente me pregunto qué papel hace Robín de los Bosques entre tanto criminal y estúpido.
Weiß/Colonia, 10.2.
2:45 am : Antes de irse a dormir, Diny me dejó al alcance de la mano las dos linternas que hay en esta casa, amén de varias velas y una caja de fósforos (siempre me hace gracia recordar que en neerlandés los fósforos se llaman “lucifers”). Al parecer, Sabine ha caído con todo su peso en algunos barrios que se han quedado sin corriente eléctrica, eso me cuenta Diny que se enteró de ello por el boletín meteorológico de la WDR [Radio Colonia], y me advierte además que el grueso del huracán descargaría entre la 1 y las 2 am, así me lo previno a las 10 pm de ayer. Pero lo cierto es que son las 2:45 y excepto algunos aullidos lobuznos del viento nada más hay digno de mención. Otra vez que nos escapamos en Weiß de un huracán, diríase que vivimos en un corredor climático que es alérgico a ellos. Alabado sea el santísimo sacramento del altar.
Le escribo a mi sobrina Ana que está unos meses en Edimburgo perfeccionado su inglés, y le digo lo siguiente: «Edimburgo es una de las ciudades más fascinantes de Europa, y la mejor forma de darse cuenta de ello es leyendo la saga del inspector John Rebus, escrita por Ian Rankin, y en donde la ciudad es tan protagonista como el propio detective, el gran Rebus, uno de los más simpáticos que conozco. Como podrás ver abriendo este enlace, todas sus novelas están traducidas al español (lo digo por si te cuesta leer un libro entero en inglés)». Ojalá siga mi consejo, no se arrepentirà.
A propósito de la columna de Alma Delia en su blog, le escribo a José María, en La Pintada, que me la comentó: «He tenido desde siempre la pasión por los atlas, los mapas y los planos de ciudades. Ahora estoy releyendo Fortunata y Jacinta teniendo a la vista un plano de Madrid que figura en el tomo «Planos» de España Regional, obra monumental editada en Barcelona en 1918, donde se encuentran los mapas de todas las 50 provincias y los planos de sus 50 capitales. Es el más viejo que he logrado conseguir y por él puedo seguir muchas de las andanzas de los personajes de la novela incluso por calles que no existen o que ahora se llaman de otro modo. (Los planos, desde luego, son en algunos casos muy anteriores a 1918; por ejemplo, en el de Huelva todavía estaba en construcción el Barrio de la Reina Victoria, que edificaron los ingleses para sus obreros de la Compañía Minas de Río Tinto, y las obras se iniciaron en 1916). Así, mi relectura de la novela de Galdós se enriquece de una manera inesperada. Por otra parte, es opinión unánime de quienes me han tenido sentado al lado, como copiloto, que soy el mejor lector de planos y mapas que han conocido, he guiado el camino al conductor sentado a mi izquierda hasta la puerta de la casa o el sitio que buscábamos, incluso en lugares de topografías a veces tan inextricables como Bruselas, Berlín, París o Madrid. No te lo cuento por vanagloria, sino para darte a conocer una faceta mía que con seguridad no te imaginabas».
Weiß/Colonia, 11.2.
A la 1:00 pm, cuando esperaba el timbre de la casa anunciando la llegada de Carlitos para ir al almuerzo de los martes en La Modicana, suena el timbre del teléfono y es Carlitos diciéndome que no puede venir porque su auto no arranca. Me quedé, pues, como gráficamente dicen en Colombia, con los crespos hechos. Aunque lo de los crespos, en mi caso, calvo desde bastante joven, debe tomarse en sentido metafórico. Sin ir más lejos. Tengo ahora el día entero para mí, para dedicárselo entero a Fortunata y a Jacinta, a quienes desde que las conozco me las figuro como ♫ una morena y una rubia, / hijas del pueblo de Madrid ♫… aunque desde luego, el don Hilarión de ellas es un señorito como aquellos que tan bien describe Machado en “El pasado efímero”: «será un joven lechuzo y tarambana, / un sayón con hechuras de bolero, / a la moda de Francia realista, / un poco al uso de París pagano, / y al estilo de España, especialista / en el vicio al alcance de la mano». Cito de memoria, pero no creo marrarla ni una sola sílaba.
Weiß/Colonia, 12.2.
En mi blog de EE he publicado esta semana una más de mi antología de páginas inolvidables, en esta ocasión el poema “Un viejo tapiz del Tíbet”, de Else Lasker–Schüler, y al rato está llena mi estafeta virtual con comentarios entusiasmados. Creo que el poema lo merece, a pesar de que mi aproximación al castellano se encuentra a años–luz (o al menos meses–luz) del original.
MM me llama la atención acerca de una antología de cartas recién aparecida en España, y en la que se pueden espigar frases como esta de Napoleón, de campaña en Italia, a su esposa Josefina, haciendo lo contrario de la guerra, en París: «¡Un beso en el corazón y otro abajo, mucho más abajo!». Le respondo a MM que es una demostración más de aquello que escribí a propósito de los dos versos de un bolero famoso que dicen «haciendo en tus labios / la señal de la cruz».
Concluí la relectura de Fortunata y Jacinta. ¡Qué pedazo de novela, qué crack era don Benito! Pero la edición de Austral es como para denunciarla en un juzgado de guardia. He contabilizado casi 50 erratas y gazapos serios, y casi 60 lugares donde el relato se entromete en el diálogo sin solución de continuidad. Y en el pasaje donde don Baldomero le pregunta a un visitante qué le parece el nuevo chico que llegó al palacio de Oriente, refiriéndose a Alfonso XII, hay una nota a pie de página explicándonos que se trata ¡¡¡de don Amadeo de Saboya!!! Es algo de alquilar balcones. Que así y todo nos arrebate el texto hasta creernos estar viviendo en aquel Madrid de la I.ª República y la Restauración borbónica, habla de una garra narrativa y una potencia de la prosa como no hubo desde Cervantes ni después de Galdós. Lo hizo Dios y rompió el molde.
Weiß/Colonia, 13.2.
Carlitos cumple hoy 75 años y le regalo, dedicado, un ejemplar de La bufanda de Cambridge, donde hay dos cuentos en los que aparece como personaje, Julius Tegtmeier. Vino con Ulli y Diny fue también de la partida. Pasó algo curioso, y es que le pregunté si comeríamos en La Modicana o en las Rhein Terrassen, me dijo que en La Modicana, pero a medio camino de llegar allí cambió de opinión, hizo una maniobra de retorno metiéndose en la Kölner Straße de Sürth y volvimos grupas a las Rhein Terrassen. Le pregunté qué mosca le había picado y me respondió que era un km menos de ida y otro menos de vuelta y que la gasolina cada día está más cara. Tableau! Pero valió la pena porque almorzamos opíparamente. Todos encargamos la sopa de cebolla à la française, Diny y yo con bruschettas. Ulli y Carlitos no porque pidieron la sopa como entrada, y luego ella salmón con espinacas gratinadas y salsa de eneldo, y Carlitos un arroz con mariscos que no fue capaz de terminar y le empaquetaron para que lo terminase esta noche en casa. En suma, una digna celebración del cumpleaños semirredondo.
Antes de devolver Fortunata y Jacinta a su balda junto a las obras completas de Galdós en la colección Obras Eternas, de Aguilar, repaso las anotaciones que hice en el texto. Por ejemplo «Era cosa de alquilar balcones», una expresión que se la oí por primera vez a un amigo uruguayo y no se la he oído nunca a un amigo español, por lo que vivía reinando en que se trataba de un modismo ríoplatense. O cuando don José Ido del Sagrario (¡qué nombre, mare mía de mi arma!) se indigna al topar con un letrero que dice «No se premite tender rropa, y ni clabar clabos» y aspira en voz alta a que el gobierno le nombre nada menos que «ortógrafo de la vía pública»… lo que hoy sería de vivísima actualidad, me basta pensar en los textos que pueblan el asfalto en la calle de las Huertas, y donde se encuentra esta atrocidad: «¡Ah! ¿No es cierto, ángel de amor, / que en esta apartada orilla / más pura la luna brilla y se respira / mejor?» ¿Quién habrá sido el analfabeto municipal que sancionó semejante ataque a mano armada a los versos de Zorrilla? Pero sigo con el recuento. Lo que piensa Torquemada: «Dicen que América para los americanos. ¡Vaya una tontería! América para los usureros de Madrid». O cómo define Galdós al hermano de Max, el cura Rubín, «el cual entendía tanto de amor como de herrar mosquitos». O del mismo Torquemada a propósito de la sirvienta de Fortunata: «Nombrábase Patricia, pero Torquemada la llamaba Patria, pues era hombre tan económico que ahorraba hasta las letras, y era muy amigo de las abreviaturas por ahorrar saliva cuando hablaba y tinta cuando escribía» (¡tengo que releer la tetralogía de Torquemada, según Cernuda es la cumbre del arte de narrar de Galdós!) O esto, de Moreno–Isla, que aborrecía España y vivía en Londres, sosteniendo que en España no hay más que tres cosas buenas: la guardia civil, la uva de albillo y el Museo del Prado. O lo que don Evaristo Feijoo le pregunta a Fortunada cuando ella le dice que quiere ser honrada: «Y dígame usted con toda franqueza: ¿honrada comiendo o sin comer?» O una impecable descripción de Madrid: «Ésta es la capital de las setecientas colinas». O un exabrupto que viene como anillo al dedo en tiempos del Brexit: «Estos inglesotes se figuran que el mundo se ha hecho para ellos. No, señor mío, hay que ponerse en fila y ser como los demás». O esa «tristeza del bien ajeno» que sentiría don Basilio si a Juan Pablo Rubín lo hubieran nombrado para un cargo financiero en vez de gobernador de una provincia: «tristeza del bien ajeno», sencillamente lo contrario de la Schadenfreude. ¡Ay, Fortunata, ay, Jacinta, debo deciros adiós! ¡Qué hermoso ha sido esto de reencontrarme con vosotras! Os devuelvo a vuestro rincón galdosiano. Agur, agur.
Weiß/Colonia, 14.2., san Valentín
2:35 am : No la conocía y la acabo de ver por primera vez Moonlight [Luz de luna en todos los países latinoamericanos, Moonlight en la castiza España, que ahora presume de saber inglés, ay]. Qué maravilla, y qué hondísima satisfacción darte cuenta de con qué bajo presupuesto se puede crear una gran peli y hasta ganar el Oscar. Poderoso caballero es Don Dinero, pero más poderoso es Don Talento. Con mi más cortés y ceremonioso corte de mangas a la fábrica de pesadillas electrónico–galácticas llamada Hollywood. Corifeos hay que las llaman Blockboosters. Y así se autodefinen, esos hijueputas. Con perdón de sus madres.
He recuperado por unos momentos el ejemplar de Fortunata y Jacinta porque al ver hoy lo que cité ayer de sus mil y un largo pico de páginas me doy cuenta de que me salté tres observaciones que me parecen raras en un hombre tan liberal y tan bueno como Galdós. Una de ellas es cuando escribe que, siendo niña, Barbarita «se embebecía contemplando aquellas figuras tan monas, que no le parecían personas sino chinos, con las caras redondas y tersas como hojitas de rosa, todos ellos risueños y estúpidos». La segunda es cuando Jacinta se ríe de que su marido, el imbécil de Juanito Santa Cruz, se las da de hombre nuy ocupado, y piensa: «Su padre había trabajado toda la vida como un negro para asegurar la holgazanería dichosa del príncipe de la casa». Y la tercera es cuando el narrador habla de «los colores vivos y elementales que agradan a los salvajes». No me gusta pensar en don Benito cargado de semejantes prejuicios, pero tampoco quiero dejar de lado esta faceta de su carácter. Y en paz conmigo mismo, devuelvo la novela a su balda.
Después de ver mi aproximación al poema de Else Lasker–Schüler en mi blog de EE, me escribe Lucía Estrada desde Otraparte hablándome de esa lejana colega, a quien considera «delicada y llena de carácter», y luego añade: «Ojalá alguna vez volvamos a coincidir. Ya sabes que por acá en Otraparte tendrás las puertas de la amistad y el reconocimiento y la gratitud siempre abiertas». Inolvidable es para mí la noche del 3.7.2008 en Otraparte, cuando di mi conferencia sobre el arte de traducir, con la sala llena y una rueda final de preguntas y comentarios del público que quería más y más. A Lucía, que aquella noche me hizo un par de preguntas acerca de las traducciones de Hölderlin y Rilke al castellano, le digo ahora que lo de volver a encontrarnos tendrá que ser en otra reencarnación, porque yo ya no viajo. Y ella me responde: «En cuanto a encontrarnos de nuevo, pues ya lo hacemos. En cada una de tus entregas vienes completo para abrazar a tus lectores y amigos». Me conmueve de profundis esto que me dice, y le respondo: «Se necesita ser una poeta de tus quilates para decirlo. Gracias, es una de las cosas más bellas que he leído acerca de mis cosas».
Weiß/Colonia, 15.2.
En nuestra última conversación telefónica, a propósito de los resultados del análisis de sangre, y a la vista de los mismos, el buen Dr. Ruppert me prescribió una reducción de una a ½ pastilla diaria de Allopurinol 300 y lo mismo con el Doxepin 50, cuya receta ya me había dejado cuando vino para la extracción de sangre. Pero pasa que no hay existencias disponibles de Doxepin 50, sólo de Doxepin 75, y en la farmacia no querían despachármelo sin consultar con el Dr. Ruppert. Les dejé la receta y por la tarde me anunciaron que el Dr. Ruppert autorizó el Doxepin 75, con la indicación de seguir el ritmo de tomar una pastilla entera y al día siguiente sólo ½. Ayer tomé mi última pastilla de Doxepin 50 y hoy, que debo comenzar con la ingesta de Doxepin 75, me puse de repente a hacer cálculos. Si el Dr. Ruppert quería reducir a la mitad mi ingesta de Doxepin 50, en dos días consumiría 50 gr. Pero si del Doxepin 75 tengo que tomar alternadamente una entera y una ½ , consumiría en dos días 112,5 gr, más del doble de lo prescrito. Llamo al Dr. Ruppert pero no contesta, le envío un email explicándole la situación, y que Pitágoras no miente, y que lo que voy a hacer es tomar ½ pastilla diaria de Doxepin 75, lo que ya supone una reducción del 25% diario en relación con la dosis anterior. Y en pendejadas como esta es que se va el día.
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