
Weiß/Colonia, 28.2.
Copy & paste de la tercera entrada de antier y la única de ayer, casi idénticas las tres menos en el capítulo gastronómico : Anoche me acosté a las 2:32 am y a las 7:03 me levanté para aliviar la vejiga y ya no me pude volver a dormir, así es que dejé el catre a las 8:18. Nada tiene de extraño que después de haber almorzado me acostase para la siesta a las 2:15 pm y me durmiese de un tirón hasta las 4:45, hora y ¼ de hora antes de la cena. Hoy uno de mis platos predilectos y una de las especialidades de Diny, aprendida en Buenos Aires en 1967: las milanesas. Pero tengo el cuerpo tan azacaneado que ni hambre siento, en vez de las dos y ½ o tres de costumbre, ni a una sola entera alcanzo esta vez. Vamos a ver cuándo remonto la cuesta.
Manu me escribe desde los madriles: «Si estás dispuesto a leer El Conde Duque de Olivares, de Elliott, magnífico por demás, el de Marañón es un complemento necesario para comprender al personaje en todas sus dimensiones. […] No sé si te habrás dado cuenta de lo remisa que soy a recomendar nada. Pero ya que coincidimos en llamar «inferiocre» a quien tú sabes (y yo añado, que el resentimiento es la enfermedad de los mediocres), creo que te gustaría leer, si es que ya no lo has hecho, el magnifico ensayo de Marañón sobre Tiberio. Y ya puesta, el ensayo sobre Amiel y el donjuanismo, del mismo autor. La causa de estas recomendaciones, la tiene el haber bebido más de la cuenta en la comida de hoy. Qué le voy a hacer». Le respondo: «En cuanto a tus recomendaciones, bienvenidas. Y aún más si son el producto de una buena ingestión «de bon vino». Curioso es que todos esos libros que mencionas los he leído de muchacho, pues Marañón era, para nosotros, un emblema del antifranquismo. Del que más me acuerdo es del dedicado a Amiel, porque además me llevó a leer a ese tipo extraordinario y, desde lejos, aquella lectura de Amiel influye mucho (como una estrella que sigue brillando aunque esté apagada) en la escritura de mi diario, no sé si lo percibes igual que yo. Un beso, y feliz siesta después del «bon vino»».
Weiß/Colonia, 29.2.
Una de las primeras providencias de esta mañana,incluso antes del desayuno, ha sido felicitar en su cumpleaños a Daniel Mordzinski, el único de mis amigos que nació un 29 de febrero. Si bien casi no mantenemos contacto (no es un animal epistolar, como yo), sí que está presente en las paredes de nuestra casa con dos fotos formidables, una mía con Chico en su antiguo depto (el de Daniel en París), otra mía con Diny en el cementerio de Père Lachaise. Y está presente en la biblioteca, con dos libros suyos, para uno de los cuales escribí el prólogo. Dos veces lo escribí, porque la primera versión no le gustó, y Daniel no es de los que se guarda su opinión, demuestra su amistad –como yo lo hago– hablando sin rebozo. También a los amigos, sobre todo a ellos.
Después del desayuno me mido la tensión y los valores están muy altos, 171 / 89. «Es por la excitación», me dice Diny para tranquilizarme. Y sí, no en vano me espera a la 1:00 pm una operación de tres horas donde el odontólogo. Oremus.
¡Qué tres horas ni qué ocho cuartos! Salí para lo del odontólogo a las 12:45 y vuelvo a las 17:33, son 20’ de ida y vuelta a patita, han sido más de cuatro horas y ½ y siento agujetas feroces en todo el body, de resultas de la casi continua crispación. Amén de ello me siento atontolinado, como consecuencia de la anestesia, a partir de la décima inyección de novocaína perdí la cuenta. Ahora ya no sólo me pregunto por qué la industria farmacéutica no ha desarrollado la adición de sabores en los anestésicos y los hilos dentales, me parece de un sadismo refinado el obligarnos a tragar unas pócimas que dejan el paladar como si hubiésemos limpiado una letrina con la lengua. Pero ya no sólo me pregunto eso, ahora me pregunto además por qué todavía no ha nacido el genio que desarrolle un sistema gracias al cual los zumbidos, estridores y rechinamientos de los instrumentos de tortura dental se conviertan en música: ¡incluso podrían programarse de modo que el sacamuelas la preguntase al paciente si para las operaciones subsiguientes desea música clásica, los Beatles o boleros! Desde ya reclamo un % modesto, pero efectivo, para cuando se patente el correspondiente invento.
El puente, tercera temporada, tercer episodio. Tan poco atrae mi interés que hasta cambio de canal, algo impensable en las dos temporadas anteriores.
Weiß/Colonia, 1.3.
Anoche, frente al televisor, comiendo unos palotes de hojaldre con sabor a queso, se desprendió una de las coronas provisionales, menos mal que era de sólo un diente. Acordé una cita para las 3:30 pm en lo del odontólogo porque no quise faltar a la cita semanal en La Modicana, y esa fue una buena decisión, ya que me permitió conocer otra faceta de la signora. Al llegar, le expliqué lo que me pasó ayer y la secuela de la corona desprendida, así es que le rogaba que me preparase unos espaguetis, eso sí, sin ajo, porque de allí tenía que volver al consultorio del odontólogo. «Sin ajo y sin tomate», me dijo ella. Y yo: «¡¿Sin tomate?!» «Sí, sin tomate, el tomate contiene muchos ácidos y usted tiene las encías en carne viva. Se los haré con nada más que mantequilla y parmesano rallado. Y antes una sopita de papa». «Pero en cuenco». «En cuenco, ya sé que no le gusta cucharear». “Lo digo y no me corro”, © by César Vallejo: Son los mejores espaguetis que he comido en La Modicana en los muchos años que estamos yendo allí cada martes. Se los di a probar a Carlitos y de inmediato reaccionó con el anuncio de que los va a pedir la semana próxima. En la sencillez está la perfección, y menos siempre es más. Espaguetis, mantequilla y queso rallado, et ça c’est tout! ¡Qué descubrimiento!
Me reimplantan la corona. Esta vez no hubo necesidad de anestesia. Ojalá que ya no haya más problemas hasta el 10, cuando me implantarán las coronas definitivas. Oremus.
Weiß/Colonia, 2.3.
Encuentro, en mis rastreos para confeccionar el próximo # de The Twitter’s Digest, un trino italiano que es de una belleza increíble, pareja a la del «M’illumino / d’inmenso» de Ungaretti :
Non sono cicatrici.
È autobiografia.— Animor (@io_Animor) 15 de febrero de 2016
Intercambio de emails nostalgiosos con Marina, Javier y Vicente, acerca de la Huelva que fue nuestra y ya no es, un intercambio provocado por la columna de Arcángeles en el # de este mes de Nexos y del que queda constancia en una cauda de comentarios nuestros en su foro. Se lo digo a Arcángeles: «Estamos escribiendo la historia de Huelva al pie de tu columna» Y ella me responde: «Voy a ver eso. No sabes cómo me ha puesto de emocionada tu mensaje».
La cena. Tomando en cuenta que debo tener mucho cuidado con lo que como, le pido a Diny que me haga una tortilla francesa rellena de queso rallado. Es una pura delicia. Como los espaguetis de ayer que me cocinó la signora. ¡Y que tengan que martirizarlo a uno en el sillón del odontólogo para venir a gozar de semejantes boccati di cardinale! ¡Perra vida, voto a bríos!
Weiß/Colonia, 3.3.
1:00 am : Jane Eyre en una gran adaptación (de la BBC, claro) y, para mí, la revelación de una actriz extraordinaria, Mia Wasikowska, secundada por un estupendo Michael Fassbender. Elijo el verbo “secundar” apropósitamente, como decía el pobre Roque Guillermet, muerto tan joven. Y lo elijo porque siendo Fassbender quien es, y bordando su papel, el hecho de que secunde el desempeño actoral de la Wasikowska resalta más aún la calidad del mismo. Tengo que ir un día de estos a Saturn, a comprar Alicia en el país de las maravillas y Madame Bovary, quiero verla así en tres personajes lo más distintos entre sí que se pueda pensar.
Visita del agente de Netcologne, ya que ha terminado la infraestructura informática de Weiß y quiere saber si no me paso de Telekom a su firma, con una serie de ventajas que me documenta de manera dizque irrefutable. Firmo el contrato, con 14 días de carencia para poderlo cancelar después de consultar con Frank y con Chico, porque yo de estas cosas entiendo poco y menos. También consultar a Rebeca, cuyo servidor es Netcologne desde hace años. Lo que más me convence de la demostración que me hizo el agente es que, según él, y no tengo motivos para dudarlo, las máquinas de búsqueda del nuevo sistema serán unas 10 veces más rápidas que las del sistema que tengo instalado. Eso de por sí me parece asombroso, puesto que el sistema que tengo instalado es poco menos que el rayo que no cesa, pero me permitirá comprobar de manera empírica si el nuevo sistema es capaz de leer mis pensamientos y reaccionar a ellos sin que yo tenga que pulsar tecla ninguna. Se lo digo así al agente y se queda estupefacto hasta que se da cuenta de que es una broma. Lo disfruto como un comentario en vivo a la columna que publiqué el viernes pasado en El Espectador. Y me río con él.
Hay prejuicios que se acrisolan en un apellido, y este era mi caso con el apellido Beigbeder, que me recordaba lo peor de la guerra civil y hasta el hecho de que el general de ese apellido firmó la sentencia de muerte (luego conmutada por la de cadena perpetua) contra el padre de Fernando Arrabal. Y lo cierto es que cuando empezaron a publicar en España las traducciones de los libros de Frédéric Beigbeder me dije que nunca leería uno suyo. Un prejuicio por completo irracional. Lo compruebo ahora, cuando comienzo a leer Oona y Salinger, que me está pareciendo de lo «más mijor» que cayó en mis manos en los últimos tiempos. Me avergüenzo de no terminar de desprejuiciarme a rajatabla a mis casi 77 años de edad. ¡Carajo, Ricardo, iría siendo hora!
Héctor y Willy se encontraron hoy en Wassenaar, almorzaron juntos. Quedó cerrado el trato para hacer una antología de aforismos de Multatuli: hará la selección Willy, amén de un prólogo, y yo me encargo de aproximar mi héroe a los lectores hispanos. He telefoneado con los dos y le he pedido a Willy que me averigüe si, además de Max Havelaar, hay algo más traducido de él al español. Al rato un email suyo donde me dice que en la Biblioteca Imperial de La Haya, la más grande de los Países Bajos, tienen un ejemplar de Páginas selectas de Multatuli, traducción de Lorda Alaiz, publicada en España ± en 1924. Busco en www.iberlibro.com y ¡tate!, encuentro un ejemplar ¡intonso! ¡¡en Berlín!! ¡¡¡y sólo cuesta 7.00 €!!! Dicho y hecho, lo compro ipso fuckto y ½ minuto después llega la confirmación de la compra y del envío, tal vez el lunes lo tenga ya en mis manos. «Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad». Yupiiiiiiiiiiiiii…
10:30 pm : Dos nuevos episodios de la comandante Candice Renoir. Definitivamente la amo, es la rubia tonta más lista que ha desfilado por una pantalla. Te desarma con una de sus sonrisas de rubia tonta…mientras te clava en los riñones su pistola de reglamento. Ni Al Capone en su mejor reencarnación. Chapeau, madame!
Weiß/Colonia, 4.3.
El magazín del diario está hoy dedicado a los libros, la semana próxima comienza la litCologne, otra de esas maratones que han convertido a Colonia en la ciudad literaria por antonomasia de este país. En sus páginas encuentro un poema de Charles Simic, un lírico serbio radicado en New Hampshire y que escribe en inglés. Como aparece en versión bilingüe me atrevo a tratar de aproximarlo al castellano: “Música nocturna” : «Arroyuelo que corre tras mi casa, / me gusta la canción que te susurras / cuando llega la noche, / y sólo velamos nosotros dos. / Me haces compañía, / conque no tengo miedo / de la oscuridad en torno a mi cama / ni de los pensamientos en mi cabeza, / volando en zig zag como murciélagos / entre la vieja iglesia y el cementerio».
[Rolando me cuenta que conoce a Simic, y Pilar comenta que ese “zig zag” tiene swing. Como no me gusta adornarme con plumas ajenas le digo que ese acierto es del traductor alemán, ya que el “crookedly” del original no me convencía en ninguna de las acepciones del diccionario, y parece que al traductor alemán tampoco. Aunque los murciélagos no vuelen en zig zag, lo cierto que que Pilar tiene razón, el verso tiene swing. Y así se queda].
Gracias al foro de lectores de mi blog en Fronterad sé que al menos tengo dos, Marianela en los madriles y José María en la costa caribe de Colombia. Los dioses los bendigan. Y a quienes me lean aunque no dejen mensajes, también. Pero a ellos, menos.
De la lectura de Oona y Salinger, que me está apasionando: «Al chocar, las copas produjeron exactamente el mismo tintineo que el triángulo del tercer movimiento del concierto para piano en fa de George Gershwin». «Salinger es el escritor que ha hecho que a los humanos les repugne envejecer». Y de la relectura de las memorias de Arthur Miller, que he reemprendido después de un par de meses de pausa: «Como lo expresa Thornton Wilder en La casamentera, había tenido yo muchas aventuras pero ninguna experiencia. ¿Cuándo, me pregunté, se deja de trabajar, y cuándo se empieza a vivir?» No era precisamente un estajanovista el buen Arthur.
Weiß/Colonia, 5.3.
Oigo risas lejanas, tan lejanas que el viento me las trae desde Alcalá de Henares, y es porque Nieves ha descubierto el tuit que me publicó ayer Violeta en su cuenta Twitter, @violetred, y lo ha subido a la suya. Nadie mejor que un músico para entenderlo.
¡Qué pena la muerte tan prematura de Arriaga! Y no digamos la de Mozart, el Arriaga austríaco. (Ricardo Bada)
— Nieves Hernández (@NievesHerr) 5 de marzo de 2016
Frank iba a traernos a Henri porque Montse anda con Chico en Utrecht y él quería ir al estadio, hoy juega el Colonia contra Schalke 04. Una hora antes, a mediodía, me llama Frank para avisar de que Henri se ha empeñado en ir con él a ver el partido, así es que no vendrá. Diny comenta: «¿Al estadio, con el día que hace?» Recién cuando lo dice me doy cuenta de que el presunto sol era la alegría previa a la llegada de Henri. Desde la llamada de Frank el cielo está gris y lluvioso. Hasta parece que ya desde antes, sólo que yo no lo percibía así. Y es porque estaba esperando a Henri, mientras que ahora estoy esperando a Godot.
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