Por las mañanas leo un libro sobre Juan Belmonte.
Por las noches veo En cuerpo y alma, de Ildikó Enyedi. Trabajan en un matadero por las mañanas. De noche sueñan juntos, sueñan a la vez, sueña él que es un ciervo en el norte de Hungría, sueña ella que es una cierva en la frontera con Eslovaquia. Sueñan que ven a lo lejos, caminan sobre la nieve, buscan agua corriendo, chocan sus hocicos inclinados, encuentran hojas tiernas, él apoya la cabeza sobre su lomo, ella cambia. Nieva menos en febrero. Por las mañanas se matan animales en el puesto de trabajo. Fabricación. Se cuentan los sueños mientras comen, y alguna noche del futuro.
Siempre que escribo sobre sueños sueño entre las tres y las cuatro de la noche y lo recuerdo vívidamente. Mañana, día 1, lo sabré.
Hablo con mi tío por teléfono y le pregunto si el abuelo vio torear a Belmonte, dice que seguramente en Quintanar de la Orden. Busco y encuentro que Belmonte mató toros el 26 de septiembre de 1941 en Quintanar. Mi abuelo iría desde El Toboso, volvería de noche, cenaría setas de cardo y patatas, vaso de vino tinto.
Mis buenos propósitos se derrumbaban al presentir la aventura fascinadora de la noche próxima.
–¿De veras hay ganado bravo?
–Lo hay. Sale la luna a las doce y media. A las 23.00 nos reunimos.
Juan Belmonte, matador de toros, M. Chaves Nogales