Sobre la pared, se proyectan películas kinki. A la noche. Y es verano, durante agosto, hasta el día 31. Hay un círculo vacío, hay cinco o cuatro líneas.
De Eloy de la Iglesia, El pico 1, El pico 2, Navajeros…
La estanquera de Vallekas…
No hay sillas ni asientos, sobre el capó de los coches o el suelo.
Las luces se apagan, farolas cabizbajas.
Una pareja ve un beso, brilla un cuchillo y él pela la manzana y corta un trozo, aparece (sale) sangre, cierran las puertas y el maletero, otros se dan la mano a escondidas.
El cine está a las afueras y más allá de Madrid, donde el metro da la vuelta y empieza el camino hacia el mar.
El ciclo de cine quinqui se cierra con La virgen de agosto de Jonás Trueba porque así ha sido siempre la noche final.
Los espectadores, al acabar, cogen el último tren corto y entran a caballo. Llegan a la capital, al centro o kilómetro cero, Sol. Allí esperan a lomos de los animales.