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Brújula¿De qué hablamos cuando hablamos de arte? El Benidorm Fest y las...

¿De qué hablamos cuando hablamos de arte? El Benidorm Fest y las legiones de majaderos

Ilustración: Gluco

La verborrea se apodera una vez más de las redes sociales. La victoria de Chanel Terrero en el Benidorm Fest tiene el sabor amargo de la derrota, y la cantante se ve obligada a cerrar su cuenta de Twitter ante los comentarios de odio.

Pero mientras el despliegue de fuerzas armadas rusas pone en alerta a al menos 8.500 soldados estadounidenses alrededor de Ucrania, en Portugal el socialista António Costa gana las elecciones, las instituciones italianas se debilitan por la incapacidad de elegir un nuevo presidente de la República, y Boris Johnson se enfrenta a una crisis de gobierno en el Reino Unido por haberse saltado las reglas del confinamiento, desde lo alto de un rascacielos de Manhattan Cheslie Kryst, Miss USA 2019, se lanza al vacío y se estrella contra el suelo de Nueva York.

Víctima de la sociedad del espectáculo, donde el cuerpo de una mujer es siempre más importante que sus ideas, el suicidio de la joven reabre muchos debates. Si últimamente se ha puesto el acento sobre la salud mental y el papel nefasto de las redes sociales, acaso deberíamos preguntarnos también ¿de qué hablamos cuando hablamos de arte? ¿Cuál es el papel del periodista en esta selva de víboras? ¿Y dónde está el límite entre la legítima opinión crítica y el insulto?

El escritor y filósofo Umberto Eco alertaba sobre las tristes consecuencias de Twitter, una red que da “permiso de palabra a legiones de imbéciles”. Sea donde sea que se detenga la mirada vemos cómo los políticos asisten imperturbables a este teatro del absurdo que llamamos Parlamento –del francés parlement, del verbo parler, hablar–. Y entre risas amargas y muecas torcidas no nos damos cuenta de que nosotros mismos formamos parte de ese teatro amplificado por las redes sociales.

Si todo es teatro y la política se convierte también en teatro entonces todo es político, incluso el arte. Pero en esta sofística ecuación retórica uno se pregunta si es posible definir la obra de arte a partir del concepto político, o si al contrario se deberían separar los dos ámbitos.

Porque si así fuera, si de verdad tuviéramos que diferenciar entre el mensaje político y la calidad estética, entonces el Benidorm Fest ha sido un fracaso absoluto, en todos los aspectos. Como lo han sido la mayoría de las ediciones del festival de Sanremo en Italia y la mayoría de las ediciones de Eurovisión.

Si, por el contrario, decidimos optar por el mensaje político otras deberían haber ganado el micrófono de bronce, por supuesto. Pero si están buscando la verdadera calidad estética vayan ahí donde el ruido de las redes sociales muchas veces no llega.

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