De una mala experiencia…

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Esta semana me vi en medio de un accidente de tráfico… afortunadamente para mi yo salí prácticamente ileso -al menos en lo físico- pero un par de ocupantes de otros de los vehículos involucrados parecían estar bastante mal… Esta experiencia me ha hecho plantearme muchas cosas y creo que puede haberme cambiado, no es que me haya caído del caballo y ahora me vaya a hacer misionero, pero ver sin previo aviso, y desde tan cerca, la fragilidad de nuestras vidas, pensar que la distancia entre estar ahora mismo aquí escribiendo y estar incinerado en una urna ha estado tan sólo en frenar un segundo antes o después, inevitablemente de un modo u otro me ha marcado.

Es definitivo, sobredimensionamos nuestros problemas, las diferencias con la gente de nuestro círculo más íntimo, los malos momentos y la importancia de la puntualidad. Sé que sólo somos personas y que estamos programados para convertir lo que nos rodea en rutina, las cosas buenas que nos ocurren las obviamos y preferimos rebozarnos en aquello no nos ha salido como deseábamos. La auto exigencia es útil, positiva y deseable, pero meternos en la espiral de querer siempre más, y más, y más de lo que tenemos lo único que consigue es frustrarnos y que estemos cada día más preocupados en asuntos que, al final, no son importantes. Escribí un tema que se llama “pequeñas cosas” echadle un oído, mi intención era trasmitir la idea de que la gran felicidad con mayúsculas que va a venir como una explosión a cegarte y cambiar de un plumazo tu vida no existe, la gran felicidad con mayúsculas que nos obsesionamos en buscar detrás una casa más grande, un coche más caro o un mejor puesto de trabajo, es sólo una invención, un espejismo inalcanzable; es la zanahoria que nosotros mismos nos colocamos delante de nuestras narices para seguir avanzando y que nos impide ver la verdad: la felicidad -si existe- se escribe con minúsculas y está en el día a día y en los detalles insignificantes. Los cinco minutos de más que estiras una conversación con un amigo sólo porque estás a gusto con él, el encontrarte un billete de cinco euros en un pantalón que hace tiempo que no te pones, ir a ver por fin la película esa que hace meses que anuncian y que no te podías perder, una ducha caliente en invierno después de un largo día… ahí es donde está la felicidad. Son pequeñas pildoritas que se esconden en las acciones más normales y que lamentablemente solemos ignorar porque tenemos prisa.

Ser positivo no significa confiar en que todo irá mejor algún día porque si, ser positivo tiene que ver con entender que no todo es una mierda y que, aunque hay mucho que trabajar y mucho por lo que luchar y mucho que soportar, uno debe de ser capaz de encontrar y valorar los oasis que existen -porque existen- en el desierto de la dura realidad. Sé que somos cambiantes y que no podemos evitar sentir una cosa un día y al siguiente la contraria, pero hoy no encuentro un mejor propósito que intentar localizar y exprimir cada instante de esa felicidad con minúsculas que tan bien me sienta… creo que ya tengo título para mi próximo disco: “Únete a la secta”.