Primero fue Trías quien tiró la llave a la alcantarilla. «…No sea que a algún pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera en la casa….». Antes él vivía allí, como Cortázar, con Irene, que tejía rutinaria y apaciblemente. Hasta que le tomaron la casa. Ellos se fueron y después a aquellos, a los okupas, algún pobre diablo llamado Propietario se les metió en la casa. Qué silenciosos habían sido antes, y Trías no hizo nada o lo hizo todo. Fue cerrando cancelas y se quedó sin literatura francesa. Y luego Irene se quedó sin ovillos para su punto. Estaban en la parte de la casa tomada. Al final, poco a poco, tras acabar en el zaguán, se fueron obedientemente. Trías, el alcalde, y los barceloneses. Pero éstos no se dieron cuenta, o no quisieron. Algunos barceloneses de Gracia se han dado cuenta ahora de que están en el zaguán, mientras los okupas toman la casa por la fuerza, no misteriosamente como en el cuento, con la aquiescencia, más que eso, con el apoyo de la autoridad. Una alcaldesa que llama a la desobediencia no debería ser una alcaldesa por principio. Pero todo es posible en esta Cataluña, donde lo menor que sucede es que un alcalde les pague el alquiler a unos okupas con el dinero de los ciudadanos. Ahora dicen que Colau se plantea comprar la casa tomada (con el dinero de los ciudadanos) para que los okupas la puedan tomar pacíficamente, esta vez sí como en el cuento. Menudo cuento. Algunos dicen, locos, totalitarios, que se está produciendo un chantaje al pueblo como Estado. Qué barbaridad. No ven que lo que hay ahí, además de democracia, es literatura.