Ejemplo democrático

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Mientras esto sucede y en la época oscura de un país, de pronto, se enciende una candela, los "asesores" del régimen derrotado están a menos de dos semanas de lograr abundantes plazas en el Parlamento español...

 

Yo he visto imágenes de Nicolás Maduro disparando con pistola desde las azoteas. Luego disparó desde los micrófonos del poder, que es más devastador, y la pistola la heredaría algún otro, como aquel reloj de Pulp Fiction que pasó años de culo en culo hasta llegar a su propietario legítimo. Supongo que disparaba al capitalismo salvaje que ahora le ha vencido.

 

Es tanta la alegría que se siente casi por todas partes, que cuesta creer que haya sido cualquier salvaje, incluso el capitalismo, quien pueda hacer cambiar las cosas en Venezuela. Cuando se escriben estas palabras, faltan por adjudicarse diecinueve escaños y se siente la impaciencia. Sólo doce más les harían falta a los vencedores, a la oposición, para lograr una mayoría de dos tercios y poder así reformar la Constitución.

 

Mientras esto sucede y en la época oscura de un país, de pronto, se enciende una candela, los «asesores» del régimen derrotado están a menos de dos semanas de lograr abundantes plazas en el Parlamento español. No es que en España vaya a apagarse la luz, no podrían aunque quisieran, pero con amigos como estos quizá alguien piense que pueda atenuarse, al menos. En Madrid, como Barcelona, ciudad gobernada por una marca de la marca de la marca de la marca (a lo mejor me dejo alguna), sucede todo lo contrario.

 

Hay todo un mundo de color en el ayuntamiento, como si lo de las colillas y los niños, la basura y las universitarios o los colegios y las madres fuese una explosión de rojos y amarillos y azules, estrellas como chiribitas o estrellas chavistas.

 

Yo a lo mejor me paso un día de estos, pero estoy seguro de que al entrar por el número cuatro de la Plaza de la Villa, incluso ya en la misma plaza, suenan canciones infantiles. Imagino a Rita Maestre entreteniéndonos como Teresa Rabal y a la felicidad, ¡el ayuntamiento de la felicidad!, iluminar la capital de España hasta producirse la carestía (ha sido ésta la triunfadora y no el capitalismo salvaje en Venezuela), que es casi siempre el final de toda democracia ejemplar.