«Si estas desarmado, estás destinado a encontrar el infortunio» – Maquiavelo. «El Príncipe»
En el post anterior hablaba de los CEOs de las empresas que lideran la innovación digital: Apple, Google, Amazon y Facebook.
Estas empresas tienen modelos de negocio muy distintos: Apple vende equipos, Amazon es una tienda, Google vende publicidad y consigue atención de usuarios mediante herramientas online, Facebook construye una red social. Pero un atributo común es la excelencia en el software.
El software está en el centro de todos los nuevos servicios digitales, y el centro del software mundial está en California. Eso ha sido una ventaja esencial de esas empresas. La excelencia en software es lo que está detrás de la versatilidad que permite múltiples réplicas de servicios en Internet, y de las mejoras en experiencia de cliente. En Internet, donde todo está a un “click” de distancia, el mejor siempre tiene la oportunidad de crecer deprisa.
Por tanto, estas empresas compiten por el talento en software, tanto en nómina como independiente. Para el primero ofrecen entornos de trabajo asimilables a resorts de lujo, reservan grandes salarios e incluso orientan su actividad de M&A en la compra de start-ups con desarrolladores destacados. Para el segundo crean plataformas que atraigan los trabajos de cientos de miles de desarrolladores freelance o pequeñas empresas.
Merece la pena citar que el mundo del software maneja unos ritmos de desarrollo de pocos meses o incluso semanas. Esto, por ejemplo, deja atrás a los operadores que manejaban incluso más de un año para sus servicios y de hecho a cualquier otra industria del ecosistema. Además, las plataformas les permiten no limitarse sólo a unos cientos de proveedores. Todo se ha acelerado por 10. Los ritmos del software no se consiguen sólo incorporando personal o comprando empresas, implican cambios profundos. “Pegarte plumas en el culo no te convierte en una gallina”, decía el personaje de Tyler en “El Club de la Lucha”.
Si el software es el arma, las “plataformas de desarrollo” son la industria armamentística, clave de ese flujo continuo de aplicaciones. Las plataformas son entornos propietarios que sirven para desarrollar y distribuir aplicaciones. Hay claras externalidades positivas por volumen de usuarios y desarrolladores, y las plataformas tienden a convertirse en negocios «de doble cara». Otro efecto es el creciente “lock-in” o barreras para la salida de los usuarios, que van haciendo inversión en aplicaciones, aprendizaje, etc…
Las plataformas son un punto de control vital, y más que una innovación, son una forma de crear innovación. Ha ocurrido antes, aunque nunca con estas magnitudes. Suele tener que ver con la desagregación de las cadenas de valor. Se pasa de competir en sistemas a competir en componentes o entre coaliciones de empresas.[1] No es exagerado hablar de una especie de “ADN de software”, que va más allá de escribir código, y que incorpora formas cooperativas de innovación.[2]
El ejemplo más conocido es la tienda de aplicaciones de Apple[3], pero las plataformas son empleadas por todos, con variantes. El marketplace B2B de Amazon o su oferta cloud son ejemplos “de libro”, y puede que acabe “plataformizando” la propia creación editorial, siendo los autores como los desarrolladores. Una empresa de 3.000 empleados como Facebook no podría inventar todo lo que hay alrededor de Facebook. Lo que hace es unir a distintos participantes como usuarios, motores de búsqueda, anunciantes, desarrolladores, otros sitios sociales embebidos… y permitirles trabajar sobre su plataforma. Para ello utiliza unas conexiones a su sistema operativo, llamadas APIs, y crea facilidades y modelos de negocio para beneficiar a los desarrolladores.
Las plataformas luchan entre ellas, como es evidente que hacen los sistemas operativos móviles de Apple y Android (Google). Los enfoques no son idénticos. Hay quien piensa que Android crece porque es una iniciativa en código abierto, y que al final triunfará sobre Apple porque eso lo hace mucho más resistente. En primer lugar no es cierto que sea tan abierto, Google tiene muchos elementos de control sobre Android, y los ejerce, como homologaciones de terminales, versiones, control de la marca, etc. En segundo lugar, hay otros motivos que impulsan su crecimiento, como el interés de muchos agentes en frenar el dominio de Apple, en la más clásica estrategia del “divide et impera”.
Muchos han intentado ser el centro de estos sistemas, pero no es sencillo. Hay una larga lista de plataformas muertas o zombies. De hecho, algunos declives recientes como el de Nokia y MySpace permiten ser explicados por no ser capaces de conseguir atraer a desarrolladores o crear efectos de red para ellos.
Se requiere capacidad software, así como de gestión de comunidades. Una audiencia se puede comprar, pero una comunidad de desarrolladores requiere confianza y valor constante, debe construirse. Suele conllevar capacidad financiera y señalizaciones claras de compromiso para que el círculo virtuoso se ponga en movimiento. Tiene que salir dinero de algún lado para poner la rueda en movimiento, además de existir un mercado potencial para animar a los desarrolladores. También hay que saber mantener la moral y espíritu de comunidad de los desarrolladores.
Algo a mencionar es que el mundo de las plataformas de aplicaciones es aún inestable. En 2011 había un millón de aplicaciones distintas, pero sólo el 12% eran de pago. Un factor es que funciona casi como el negocio musical. De hecho, el valor medio por descarga es similar, alrededor de 1,9 €. Hay un fenómeno de “long tail” por el que algunos se llevan pequeñas fortunas, pero de momento el retorno medio de una aplicación es mucho menor que el coste de producirla. Pocas aplicaciones logran el éxito y cuando llegan, pocas lo mantienen. Además, las reglas del juego cambian con frecuencia, y ese mundo, a veces parece el lejano oeste o cortijos digitales, con escasa seguridad para los contribuidores. Por ejemplo, no hay total libertad sobre los contenidos o los modelos de negocio, como ha ocurrido con la prensa online en la plataforma de Apple. Todo ello anticipa movimientos y generación de oportunidades para otros agentes que pretendan impulsar nuevas iniciativas.
[1] Por ejemplo, Microsoft, Apple y Linux la capa de sistemas operativos, Intel, Motorola y AMD en la de microprocesadores, rompieron el dominio “vertical” de IBM o DEC.
[2] Tampoco es imposible imaginar que esta forma de crear servicios exceda los límites del mundo digital y alcance a la innovación en otros sectores. Se ha dicho que cada negocio no digital tiene una bala digital con su nombre grabado.
[3] Apple facilita a los desarrolladores un entorno de trabajo y ciertos servicios, como la gestión de cobros o la publicidad. A cambio, participa en el intercambio económico, normalmente con un 30% de comisión (en este enfoque, de nuevo, fue pionero y después imitado)