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Mientras tantoEl Arte...

El Arte…


Hay muchas definiciones de arte, aunque probablemente no exista nadie que sea capaz de explicar exactamente qué es. Cuando era pequeño tenía entendido que el arte era fundamentalmente aquello que se guardaba en los museos y que tenías que ir a ver con el colegio en una excursión que servía a los alumnos para, por un día, escapar del centro, coger un autobús, llevar mochilas con olor a tortilla de patatas y recibir las broncas de la maestra de turno que te decía que no gritaras, que no corrieras y que atendieras -que no fueras un niño, vamos-.

 

En aquellos días la palabra “arte” era sinónimo de aburrimiento supremo porque ver la representación de una maja tumbada en un lecho mientras mira fijamente al espectador no podía competir en ningún caso con series de dibujos animados como “Dragones y mazmorras” -la desnuda si que me llamaba un poco más la atención-. Como todos, sin darme cuenta, fui creciendo y la cosa comenzó a complicarse. Expongo aquí mi crítica a un sistema educativo que no nos enseña a disfrutar del arte, que es capaz de hacer todo lo contrario a lo que se supone que pretende hacer; esto es, alejarnos de él. Mandar a un niño de doce años que se lea El Quijote debería estar tan prohibido como llevarle al gimnasio a levantar pesas, porque el arte será difícil de definir, pero una cosa es segura: se entiende por etapas.

 

Llevo ocho años impartiendo talleres en institutos, normalmente lo hago durante las horas de clase de música, de lengua o de filosofía. Bien, los chavales no quieren que las asignaturas de música y lengua sean simplemente otra forma de estudiar historia, que les pidan aprender las diferencias entre el barroco y el romanticismo o que les quiten puntos porque en el soneto que les mandan escribir en clase dos versos no son endecasílabos… Soy un defensor acérrimo de la cultura y la educación, entiendo que los jóvenes deben de aprender lo máximo en una etapa vital en la que sus cabezas están diseñadas para eso, pero antes de estudiar el arte es necesario -literalmente necesario- inculcar en el alumno el interés por conocerlo. No sirve absolutamente de nada sacar un sobresaliente en literatura por aprenderte de carrerilla la vida y obras de Calderón de la Barca si lo haces simplemente porque hay que hacerlo. De hecho tengo amigos que fueron brillantes estudiantes en su época, que tan sólo han olvidado todo aquello que en su momento aprendieron… ¿Qué puede ser peor que eso? ¿Qué mayor inutilidad hay que estar forzado a aprender algo para olvidarlo después? El arte hay que disfrutarlo y entenderlo, de nada sirve aprender fechas, obras y contextos históricos sin tener primero la disposición a recrearte con él. La calificación de sobresaliente en un examen de literatura no debería consistir en hincar codos, si no en la pasión que haya sido capaz de trasmitir el educador al alumno por la lectura, el el profesor el que debería ser evaluado porque, en el colegio, el arte no debería ser tanto una cuestión de estudio como de recreo. Si no enseñamos a nuestros menores a disfrutar de la música, de la lectura, de las pinturas, esculturas y artes escénicas, nosotros somos los culpables. Tenemos para ofrecer el mejor de los productos pero nos está fallando el marketing.

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