Leo en el perióico italiano la Repubblica (9 de agosto) una entrevista a un escritor normando de novela negra, que resulta no ser escritor de novela negra.
Es algo que pasa al menos una vez al mes, esto de encontrarte con autores noir que dicen no serlo.
No conocía la obra del francés Michel Bussi, y no he leído su novela Nymphéas noirs, publicada en el año 2011 en Francia por la editorial Presses de la Cité, y ahora en Italia con el título Ninfee Nere (ediciones E/O): hay que decir que fue la novela negra más vendida en Francia en ese año, lo que es mucho decir y mucho vender, y que además Bussi recibió por ella numerosos y prestigiosos premios literarios.
En la susodicha entrevista se califica a Ninfee nere (su título en italiano) de “thriller bestseller” con “trama gialla” (o sea, de trama propia de novela negra, la cual, como es sabido, se identifica en Italia con el color amarillo; “romanzo giallo”). Según afirma su propio creador, la obra comienza con un homicidio, que después un inspector investiga, y tiene un final-sorpresa. Por si quedaran dudas, nuestro autor aparece en la foto promocional cruzado de brazos tras la clásica cinta amarilla en la que se lee, según recurso harto utilizado en las portadas de los libros de género, “Crime scene, do not cross”.
O sea (negro y en botella), mimbres noir.
Sin embargo, nuestro gozo, y nuestro alborozo, en un triste pozo: Bussi afirma que, ante todo, su relato es una novela de amor que se desarrolla en íntima relación con la pintura de Monet. Además, Bussi admite que, al no estar interesado en la trama “en sí”, su novela se aleja del “polar” (ya saben, denominación de la novela negra en Francia), lo que permite una lectura del relato más profunda, empática, y en gran medida femenina, y que por ello muchas lectoras se identificarán con la protagonista.
Así que ni blanco ni negro, sino rosa y en botella (o en la paleta de Monet, que ya se nos va enriqueciendo de colores).
Problema-desafío: adjudique el lector –o “letrici” femeninas– de este post la letra o letras que se ofrecen al final del mismo que crea pueden corresponder al caso de los «nenúfares negros»
Siempre me ha sorprendido la facilidad con que algunos autores de novela negra reniegan de este membrete, a pesar de emplear tópicos, personajes y tramas propias del género, y a pesar de existir en sus relatos un crimen (o varios) que se comete y que algún personaje investiga y resuelve. Este ansia de desclasificación, que no suele darse en otros géneros (como el de ciencia-ficción, el de terror o el histórico, por ejemplo), tiene pinta de prurito absurdo (tanto por cierto como el intento de meter a capón novelas como Lolita o Crimen y Castigo en el género negro): pues más vale novela negra bien escrita que una desvaída de otro color, y viceversa.
Así, a bote pronto, se me ocurren varias razones por las que un escritor de género deserta él solito de su condición: A) porque piensa que el noir es un género para escritores poco dotados y lectores poco exigentes: B) porque quiere ampliar su número de lectores a los que no son sólo del género; C) porque piensa que la novela negra, trivial en el fondo, no es capaz de explorar ciertos rincones del alma humana.
Y una cuarta opción, en fin, sería que el autor efectivamente no hubiera escrito una novela negra.
(Pero entonces –y por acabar medio en italiano–, “excusatio non petita…”).