Aquella contundencia sobre el acto salvaje de la cocina nunca ha estado tan cerca de la realidad. Mejor dicho de dos realidades: la que afecta a la comida animal y la que atañe al animal humano. Es tan cierta como que a los entrantes le sigue el interludio entre primer y segundo plato. Tan cruel como que todo se acaba con el postre y a veces sólo duele la factura al concluir la relación en un restaurante.
El Chef
Aquella contundencia sobre el acto salvaje de la cocina nunca ha estado tan cerca de la realidad. Mejor dicho de dos realidades: la que afecta a la comida animal y la que atañe al animal humano. Es tan cierta como que a los entrantes le sigue el interludio entre primer y segundo plato. Tan cruel como que todo se acaba con el postre y a veces sólo duele la factura al concluir la relación en un restaurante.
Lo sabe muy bien uno de los trabajadores del Swan, un pub de barrio londinense lleno de vanidad y aspiraciones gastronómicas entre cuyas paredes cae un insignificante pinche de cocina. Un graduado en Historia Medieval que soporta varias crueldades. Jornadas insufribles, ataques verbales, hostilidad entre fogones y los malos humos de un chef energúmeno llamado Bob son sólo algunas de sus pesadillas. Pero no todo son malas noticias. Esa cocina, escenario de El Chef la novela del joven autor Simon Wroe, es una cocina donde lo salvaje aflora con cada pedido y donde su protagonista revela, a golpe de comanda, el inframundo culinario.
En El Chef la ficción y la realidad se tutean, por eso Simon Wroe es algo más que un narrador. Es «el niñato inútil», el «gilipollas integral», pero sobre todo es “el monóculo”, apodo con el que “el resto de locos pringados de la cocina” le bautiza. Un inexperto ayudante sin cuchillos en propiedad, mezcla de erudito inane que ante la falta de perspectiva laboral cae presa de la trivialidad culinaria.
No sería apropiado que juzgáramos El Chef por la ausencia de éxito culinario que su autor reconoce nulo. ¿Nulo? Esa nulidad tiene bastantes probabilidades de transformarse, si no en éxito, al menos en proyección o presencia en el mundo de las letras, aunque este camino también podría tornarse fugaz. No es mi deseo. El chef es un libro interesante en el sentido de que amplia la concepción tergiversada que proporcionan los sueños de grandeza y la idealización de la cocina.
Este autor, que escribe artículos culinarios para la revista Prospect, demuestra haber estado en el centro del relato, conocer el oficio y la condición humana. Su libro es directo, atrevido, despiadado y divertido. Y aunque no es la primera vez que un chef se confiesa – ahí quedan las crónicas Bourdain-, cualquiera que se decante por estas páginas, pero sobre todo aquellos que hayan trabajado en cualquier campo de la más común de las hostelerías, conectará al instante con las (des)aventuras de Simon Wroe.
La felicidad no es un estado concreto, reconoce Wroe en un momento dado. La felicidad conlleva luces y sombras. Pero al igual que la cocina puede ser una de las mejores metáforas de la vida, la búsqueda de la felicidad es la más loable de sus persecuciones. El Chef, está en lo cierto, la cocina entraña una parte oscura, parte común con otros tantos escenarios laborales donde, con su amalgama de arquetipos, también es posible encontrar sentido y vislumbrar felicidad.
El Chef. Simon Wroe, Editorial Salamandra, 2014. 320 páginas, 17 euros.