El comboi es la sección de El Gallinero dedicada a la cartelera valenciana. Viene de la expresión “fer comboi” (“hacer convoy”), que significa ‘juntarse con amigos para organizar un evento, normalmente una comida o una fiesta, con el simple motivo de celebrar la alegría’. La AVL (Acadèmia Valenciana de la Llengua) lo define como “Actividad festiva, diversión colectiva”, porque así entendemos el teatro, una excusa para que un grupo de gente, en la butaca y a pie de escenario, se junten para celebrar la vida.
Plenamar – foto de Andreu Signes Pérez
Plenamar
Autora: Begoña Tena
Dirección: Laia Porcar, Núria Vizcarro
Con: Carme Juan, Laura Useleti, Mercè Tienda, Pau Gregori, Silvia Valero, Talia Bobany, Ana Sanahuja (música)
Producción: Institut Valencià de Cultura (IVC)
Del 7 al 18 de mayo en el Teatre Rialto
En 1922, la autora estadounidense Gertrude Stein definió la obra teatral como obra-paisaje, y la describía en estos términos: “Un paisaje no se mueve, nada se mueve realmente en un paisaje, pero las cosas están ahí, y yo pongo en la obra las cosas que estaban ahí.” En esencia, según Gertrude Stein, uno/a debería contemplar lo que ocurre en escena como si estuviera contemplando un parque o un paisaje. Thornton Wilder, contemporáneo de Stein, comentó: “Un mito no es una historia leída de izquierda a derecha, de principio a fin, sino una cosa que se mantiene a la vista todo el tiempo. Tal vez esto es lo que Gertrude Stein quiso decir al decir que la obra debería ser desde ahora y para siempre un paisaje.” (Agradezco a Raúl Hernández Garrido por recordar el origen de la cita en un valioso artículo sobre Stein). Con algunas similitudes, pero también distinciones propias, no sería exagerado hacer comparaciones y decir que la castellonense Begoña Tena ha ensayado con Plenamar un género parejo: la obra-marea.
La obra-marea sería aquella que, si bien anclada en las nociones de narrativa y relato clásico, estructurado en actos, con realidades lejanas pero reconocibles para el respetable, emplea una estrategia narrativa de revelación de información e identidades a golpes, siguiendo el movimiento del vaivén de la marea que, al retraerse, revela información nueva no ausente, sino hasta entonces oculta a la vista bajo las aguas. Es diferente a la revelación tradicional de información que debía suponer un giro, una sorpresa, un golpe de efecto que lo pone todo patas arriba. Aquí, la revelación, el des-cubrimiento (en sentido literal) no modifica el paisaje, sino que lo va completando, como un cuadro donde cada elemento se va sumando al todo con intermitencias: unas grabaciones, un vínculo sáfico, un cuaderno, la historia de una madre, un romance isleño. El cuadro no se modifica, sino que se completa a golpe de mareas de información conocida.
Plenamar – foto de Andreu Signes Pérez
Además, hay que añadir la mirada de la dirección de Núria Vizcarro y Laia Porcar, que trasladan el asombro del teatro como caja mágica espectacular, con recursos escenográficos de gran maquinaria (¡qué asombro de escena el asedio a la ballena!) y la presencia de la performer musical Ana Sanahuja (alternando con M.ª Laura Bustamante), que anclan la propuesta en el lenguaje posdramático. Si se abriera una nueva línea estética de producciones públicas en el IVC, desde luego, esta sería una que seguir.
UN CAFÉ CON… BEGOÑA TENA
¿De dónde surge estéticamente de la obra? La geografía, la atmósfera, la constelación de personajes, también las ausencias y los silencios…
El mar está muy presente en muchas obras que he escrito (Errantes, Acuática, Si yo tuviera un pueblo…) Supongo que, desde siempre, lo he sentido como un símbolo misterioso, mezcla de atracción y miedo, calma y agitación, frontera, origen, inmensidad y vacío. Plenamar recoge algunas «obsesiones» que parecen repetirse: la fascinación que siento por los espacios naturales abiertos, la intemperie, el paisaje sonoro que aparece en la naturaleza, la grandiosidad y la violencia de los elementos, el silencio repleto… Quise llevar todo esto a los personajes, buscando ese poliedro sonoro y vital, utilizando las mareas como símbolo de lo que sube y baja, siempre en movimiento cíclico, ocultando y emergiendo. En las costas rocosas, en el cruce de la montaña y el agua, en los acantilados, en los horizontes infinitos, en la línea confusa entre el mar y el cielo. Plenamar es una obra de horizonte difuso por la niebla, otro símbolo que impide la visión externa y agudiza el oído. Los personajes están atrapados entre olas y niebla. Y este retiro voluntario, este exilio que practican, quizá venga influido por la pintura, los paisajistas románticos, las costas del norte, las grandes mareas. No es una obra mediterránea, es profundamente norteña. No quise colocarla en ningún lugar concreto, pero no son nuestras costas, no es este mar Mediterráneo tranquilo, redondo, sosegado, sin apenas mareas. Es un mar abierto, rebelde, peligroso, cambiante, repleto de tempestades, naufragios y hallazgos. Y eso intenté trasladar a las almas de los personajes.
La obra parece entroncar con la literatura de aventuras marítimas: Moby Dick, Simbad el Marino, Los viajes de Gulliver, etc. desde una mirada contemporánea de género. ¿Hubo un proceso de investigación en cuanto a temas y lenguaje marinos?
Me parece curioso que entronques la obra con la literatura de aventuras; si hay algún nexo no ha sido de manera consciente. Aunque las aventuras sí están presentes, pero serían aventuras internas, el viaje interior de los personajes, sus conflictos, los héroes y antihéroes que residen en ellos.
Plenamar está escrita escuchando las olas. He escuchado cientos de horas de mares, de grabaciones de campo. Y he leído muchísima documentación sobre la historia de los faros, los edificios, su evolución. He visto muchísima prensa, entrevistas, reportajes sobre fareros y fareras en España. Y he leído, fascinada y sorprendida, varias obras de la exfarera, escritora y traductora Menchu Gutiérrez. Ella, María Zambrano y San Juan de la Cruz, han sido las lecturas que han acompañado la escritura de Plenamar. Y muchos estudios y entrevistas que desde años llevo persiguiendo sobre los ermitaños y ermitañas, sobre los autoexiliados. También sobre buques, sobre petroleras en mitad de océanos, sobre accidentes que desde los años 80 se han producido en las costas, sobre las enfermedades que provocan los sondeos sísmicos a la fauna marina… Todo esto me ha acompañado. Quizá sea otro tipo de aventuras en el mar…
Plenamar – foto de Andreu Signes Pérez
¿Cómo es el proceso de trabajo con las directoras, Núria Vizcarro y Laia Porcar? ¿Acudes a los ensayos o prefieres quedarte al margen?
Con las directoras mantengo una relación constante en el proceso de escritura. Fui enviando retazos de la obra a medida que la iba escribiendo. Han visto progresivamente cómo evolucionaba lo escrito, he escuchado sugerencias y hemos negociado las diferentes versiones del texto. Pero son ellas las que reescriben la obra con la dramaturgia de escena (aunque siempre informada y cuidando, por su parte, que aquello que aparecía en la escena respetara el espíritu de la obra, que así ha sido).
El proceso de producción del montaje, que plantea el IVC, es clásico. La reescritura en escena, que yo valoro y ejerzo en mis montajes, no tiene cabida. Demandan un texto cerrado y la participación de la autora queda “finita” con la entrega del texto. Reescribir con los intérpretes, modificar el texto según necesidades de la acción dramática y resto de elementos como escenografía, visuales, campo sonoro… es un trabajo de reescritura que realizan ellas. Fui invitada casi al final del período de ensayos. Y ahí pude aportar alguna pequeña sugerencia, pero creo que no es conveniente hablar demasiado. La autora es un ente extraño ya. No ha estado en el proceso de creación. E intento tomar la distancia adecuada. Aunque siempre pienso que podría haber escrito de otra manera; porque en la carne, sobre la escena, vislumbras lo que funciona o no. Son dos cosas muy distintas, la literatura dramática y la obra en escena. Yo, aquí, he hecho literatura. Y ellas la han cuidado muy bien.
Una pregunta que hacemos a todas nuestras colegas entrevistadas: ¿cómo ves el panorama teatral valenciano actual? No hay respuestas incorrectas.
Lo veo con mucha preocupación. Veo una superproducción constante que nace y muere sin apenas recorrido. No hay exhibición. Y todo es profundamente rápido y vacuo. La precariedad siempre nos ha acompañado. Pero veo factores que rodean la creación y que ahora parecen marcar, todavía más, el tono de lo que se puede escribir o exhibir. La tiranía del mercado, del tiempo exacto, del miedo, el miedo a que el espectador, espectadora, se aburra y desconecte… lleva a fórmulas cada vez más frenéticas, más simples, más de entretenimiento, más de usar y tirar, más consumistas. Todo esto acrecentado por la necesidad de trabajar con elencos hiperreducidos, porque económicamente no son sostenibles. Y yo me pregunto, ¿cuántas historias no se están escribiendo por estos motivos? ¿Cuántas contrarréplicas en el discurso se han evaporado? Cada vez menos poliedro. La lentitud, la contemplación, la divagación, la duda… merecen tiempo. Y el tiempo es dinero. No somos un reel.