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Mientras tantoEl corazón de las tinieblas

El corazón de las tinieblas

La soledad del creyente   el blog de Stuart Park

Las secuelas de la crisis que sufrí en 1970 duraron casi cinco años y aunque el trauma fue cediendo paulatinamente, aún recuerdo la mañana en que me di cuenta de que la tormenta había pasado y me sentí libre por primera vez de una pesadilla que me había acompañado día y noche durante todo aquel tiempo.

¿A qué se debió aquella caída en depresión? El origen fisiológico se encontraba en el agotamiento producido por años de estudio intenso y actividad desenfrenada. La causa psicológica es más difícil de precisar. Tan solo diré que tuvo ciertos paralelismos con las experiencias de William Cowper y de Søren Kierkegaard, y ahí, por discreción lo dejaré. Pasada la tormenta, casi veinte años después se produjo una dolorosa recaída, lo que demuestra que hay lecciones que solo se aprenden a medias, y que tropezar por segunda vez en la misma piedra es propio de la condición humana. El efecto fue menos duradero y paradójicamente, abrió la puerta a un descubrimiento trascendental. Para explicarlo daré un pequeño paso atrás.

Cuando sobrevino la primera crisis la lectura de la Biblia que tanto bien me había supuesto se convirtió en una amenaza y las historias que había disfrutado en años anteriores se hicieron intolerables. Me paralizó la historia de Abraham e Isaac que tanto afectó a Kierkegaard, y la del rey Saúl, apartado por desobediencia antes de caer preso de demencia y paranoia, que aterró a William Cowper. Me resultó imposible sacar provecho de sus páginas así que dejé de abrir la Biblia hasta que sucedió algo del todo inesperado que relataré a continuación.

ARRENDAJO

En 1989 nos encontrábamos en una casa alquilada en El Escorial en un verano caluroso aliviado con paseos por un bosque cercano, donde un arrendajo, un ave normalmente huidiza nos vigiló de cerca como por curiosidad o precaución. Una mañana, sentado a una pequeña mesa rústica, hojeaba al azar un libro que no había leído nunca, el libro de Job, y saltó de la página un texto que parecía haber sido escrito para mí:

Porque el temor que me espantaba me ha venido,
Y me ha acontecido lo que yo temía.
(3:25).

¿En qué consistía aquel temor oculto de Job, «varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal» (Jb. 1:9)? La pregunta me cautivó y me lancé a buscar la respuesta. Redacté en un cuaderno la reflexión que suscitaron aquellas palabras, y seguí leyendo, comentando todos los textos que encontraron eco en mis propios sentimientos. Para mi asombro, allí en el corazón de la Biblia se encuentra un extenso texto de cuarenta y dos capítulos que registra la angustia vital de un hombre que cayó preso de una mentira: la idea de que Dios le había abandonado sin causa, y luchó a solas en el corazón de las tinieblas. Continué leyendo y anotando durante siete meses de actividad febril (uno no aprende) llenando hojas, en cualquier momento del día y de la noche, en trenes y aeropuertos, de madrugada, después de cenar, en el orden atropellado en el que los textos iban causando impacto. Y así nació Desde el torbellino, el libro que encontró José Jiménez Lozano en la librería Margen de Valladolid.

El libro de Job registra una descripción incomparable de un dolor que ha roto las compuertas de su alma, un vendaval aterrador que ha demolido sus esquemas habituales y destruido las cómodas fórmulas de la razón. A medida que iban avanzando mis lecturas de Job, me di cuenta de que el libro gira en torno a un misterio que atañe a todo creyente en Dios, al margen de cualquier vicisitud o circunstancia personal. Job, un hombre declarado justo por Dios, cae bajo la sombra maléfica de una duda terrible: el favor de Dios es una quimera, y su bondad, una ficción.

AUSCHWITZ-BIRKENHAU

El libro de Job presenta un escenario dramático. Satanás, el «Acusador», se presenta un día ante la corte celestial. El lector moderno se extrañará, tal vez, ante las referencias al poder satánico que dan estructura al libro de Job. Quizás no debe extrañarse tanto. En el campo de la muerte de Auschwitz-Birkenau se ha inscrito un solo texto en nombre de las víctimas de aquella barbarie diabólica. Se trata de Job 16:18:

¡Oh tierra! no cubras mi sangre,
Y no haya lugar para mi clamor.

Representa el clamor de todos los seres humanos que han sufrido a manos de hombres inicuos en el mundo. El autor de Job plantea en toda su magnitud el problema del mal en un mundo creado por Dios, y el enigma del sufrimiento inocente.

Job contiene algunos de los pasajes más bellos de la Biblia. Registra máximas agudas y refranes memorables de interés universal. Para mí, sin embargo, la historia de Job representaba la posibilidad de encontrar una vía de escape espiritual, y con la venia de mis lectores intentaré explicar la razón.

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