El movimiento del agua es uno de los fenómenos más difíciles de ser retratado. Su naturaleza incolora la hace volátil a su fijación en una imagen estática; simplemente, desaparece.
Esta fuente de paredes transparentes y cascada de ida y vuelta, radiografía el curso del agua en su caída escalonada. Si se observa el trayecto paralelo a las guías de aluminio, que forman los peldaños de esta cataratilla, puede rastrearse una rebaba blanca con perfil de ola, que acompaña al agua en todo su descendimiento.
En los cambios de nivel, produce al saltar pequeñas colas de caballo -igualmente visibles-; y finalmente, puede vérsela caer como un caño abundante en la poza inferior de la fuente; desde donde el agua habrá de ser remontada, para descender de nuevo.
No existe mejor lavatorio de uvas que esta fuente. Los frutos dorados de los racimos se sienten tan cómodos en esta acequia-escalinata, que a veces se quedan prendidos al comienzo de este curso, dispuestos a madurar y a pudrirse, felices entre las caricias del agua.
El esquinazo rojo inferior del conjunto acuifero, lo forma un trozo de la silla del manipulador del teatro de sombras de la Huerta, que se quebró demasiado pronto, y algún nuevo uso hubo que darle. Pende en el flanco derecho, como un pay-pay lánguido y verde, una hoja de una rama partida de hiedra, que subsiste con su tallo clavado en la poza de esta fuentecilla.