El despertar de Philae

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De igual manera que quien tras montarse en un tren para realizar un largo viaje y con los primeros traqueteos apagados y regulares se queda dormido, hasta que un oblicuo rayo de sol sobre la cara le hace abrir los ojos, la sonda Philae se ha despertado.

 

“¡Hola Tierra! ¿Podéis oírme?”. Fue lo primero que se le ocurrió decir en esos momentos de desorientación que siguen a un largo sueño. El módulo desprendido de la nave Rosetta que hizo historia al subirse en marcha al cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko, un bólido a bordo del cual viaja a velocidades que ridiculizarían incluso a las del nuevo tren de levitación magnética japonés, pudo hablar con los equipos en tierra, vía Rosetta, durante unos escasos 85 segundos. “¡Hola Rosetta!”, saludó, una vez desperezada, a su compañera de viaje, que estaba dándose una vuelta y justo pasaba por ahí en ese momento. “Estoy despierta. ¿Cuánto tiempo he estado durmiendo?”, preguntaba a través de su cuenta de twitter.

 

Siete meses. Desde el 15 de noviembre del año pasado ha estado Philae en hibernación, tras un accidentado aterrizaje que hizo temer a todo el mundo por su integridad. Los científicos, como impacientes enamorados, han estado sufriendo por la falta de noticias desde entonces; ni una postal, ni un mensaje de WhatsApp, ni una llamada. Nada… hasta el pasado 13 de junio a las 22:28 hora europea, que se puso inesperadamente en contacto con el Centro de Operaciones de la Agencia Espacial Europea (ESA) en Darmstadt, Alemania.

 

¡Qué gran alivio! Nadie, ni siquiera en el equipo de la misión, estaba convencido de que Philae fuese a salir algún día de su letargo. “No se da por descartado, es una lotería”, reconocía hace tiempo el ingeniero Miguel Belló, uno de los artífices del alucinante viaje de la nave hasta el cometa. Rosetta, en búsqueda infatigable de una posible señal de la sonda, ha tenido encendida la unidad de comunicación desde el 12 de marzo de 2015, cuando se calculó que el cometa ya estaba lo bastante cerca del Sol para que Philae pudiera activarse de nuevo

 

Y es que el invierno espacial es muy crudo. Cuando se quedó dormida en esa madriguera oscura a la que fue a caer después de rebotar tres veces contra la superficie del cometa (y 57 horas de frenética actividad científica), las temperaturas rondaban los 200 grados bajo cero. ¿A quién en su sano juicio le apetecería salir de la cama con ese frio? En estos últimos meses, a medida que el tren se iba acercando al Sol, la temperatura ha ido subiendo poco a poco. Los ingenieros habían calculado que la sonda necesitaría una temperatura superior a 45 grados bajo cero para funcionar, así que no se sorprendieron mucho con las buenas nuevas que recibieron de Philae por boca de su inseparable Rosetta. “Philae lo está haciendo muy bien: tiene una temperatura interna de funcionamiento de 35 grados bajo cero”, explicaba el jefe de misión de Philae en el Centro Aeroespacial Alemán (DLR), Stephan Ulamec.

 

Pero la temperatura no era el único impedimento. Como cuando el invierno da paso, poco a poco, a la primavera, también había que tener en cuenta la potencia de luz que recibe del Sol para cargar sus baterías. Para que Philae pudiese funcionar tenía que llegar a un mínimo de 5,5 vatios, y sólo para comunicarse con la Tierra, necesitaba 19. Esa potencia depende de la distancia, explicaba en su día Belló, y ahora, al estar más cerca del Sol, la luz es más potente y sí da tiempo a que las baterías se carguen en las tres horas escasas de luz que sus paneles solares reciben al día. “[Philae] tiene 24 vatios disponibles, [por lo que] está lista para operar”, confirmaba Ulamec.

 

De hecho, se cree que pudo haber estado despierta desde hace algunos días, sola, mirando por la ventanilla, absorta con el grandioso paisaje nocturno que desfilaba ante sus ojos; se recibió un histórico de datos que había generado antes de que fuese capaz de conectarse. Me gustaría creer que entre esos datos hay una poética descripción de cómo es la vista desde esa altura, aunque eso se lo tendríamos que preguntar al equipo del Centro de Control, que analizaron los más de 300 paquetes de datos (663 KB en total) enviados por la sonda en primera instancia antes de volver a dormirse y soñar con convertirse en una lavadora (Ignoro la razón por la que a muchos les parece interesante destacar que Philae tiene el tamaño de una).

 

Ahora, los científicos, ávidos de nuevas noticias de su amada cuando apenas han terminado de asimilar estas, esperan al próximo contacto. Aún hay más de 8.000 paquetes de datos en la memoria de Philae, que podrían proporcionar más información sobre lo que le ocurrió a la sonda en estos días pasados. Estos datos permitirían, entre otras cosas, precisar su ubicación exacta en la superficie del cometa, que la ESA ha estado intentando determinar desde el día de su aterrizaje. El pasado jueves 11 de junio, la agencia anunció desde la cuenta de twitter de la misión, que creía haber encontrado el lugar donde se escondía Philae, pero que sería necesario recibir alguna señal suya para confirmar su posición.

 

Hoy, el cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko sigue raudo su camino, ajeno a estas disquisiciones terrícolas, y se encuentra ya a 212 millones de kilómetros del Sol. Aunque no será hasta el próximo 13 de agosto que llegará al punto más cercano a él del que va a estar jamás, unos 186 millones de kilómetros. ¿No es trágico tener que acercarse, durante tantos años, desde las heladas profundidades del espacio al cálido astro, ese que le obliga a cambiar su rocosa naturaleza, ese que le confiere su verdadera apariencia, quedarse tan cerca y saber que, por los siglos de los siglos, giro tras giro en su órbita, nunca podrá alcanzarlo?

 

Eso es lo que estudiará Philae desde su superficie, sentada encima y así ver desde la primera fila cómo evoluciona el cometa a medida que se aproxima al Sol, cómo su núcleo se vuelve cada vez más activo. Lo que desvele completará lo que ya ha observado la nave Rosetta, que, esta sí, lo ha estado estudiando, insomne, desde que llegó allí el año pasado. Para ello, tendrá que ajustar su movimiento alrededor del cometa a una trayectoria que pueda mejorar las comunicaciones con su durmiente colega. ¡Buenos días, Philae!