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Mientras tantoEl retorno del matón

El retorno del matón


El asesinato grupal, cual ritual, de Samuel me ha traído de vuelta esa España de los 90 que viví siendo adolescente. Ya sea por homofobia, heteropatriarcado, hormonas/violencia en ebullición o años de confinamiento -queda juicio-, resulta tétrico volver a aquellos tiempos donde el país era mucho más violento y esa gentuza resultaba celebrada a izquierdas y derechas por lo más cateto aquí: ese facha de bar madrileño y su liturgia de hostias o aquel Jarrái carbonizador de autobuses.

He escrito con mediana intensidad lírica sobre cómo El Día de la Bestia tiene mucho de documental para todos aquellos que vivimos el Madrid de aquellos tiempos. La violencia, del noventa al noventa y cinco, tenía prestigio y toda la cultura audiovisual promovía esa especie de figura carismática del “malote”. Era nuestro héroe castizo con su Vespino robada del Telepizza, sus primeros sueldos en FP y esa cara trufada de cicatrices como mapa doliente de peleas por doquier. La calle era suya, las chicas también y tú eras un pobre “pringao” que solo servías como bufón al bakala de turno.

Si los autobuses hablaran, no lo harían en euskera

La frase comodín era “me ha mirao mal” y recuerdo que esa payasada de cita fue inicio de miles de palizas en antros tecno como Space of Sound, R.K.O. y demás. En esas “catedrales del tecno” (sonido de risas enlatadas) cualquier rasgo diferencial, ya sea gordura o amaneramiento, era perseguido por estos condenados al futuro perfectamente uniformados: todos vestían igual, se rapaban y vivían esa adolescencia con olor a gasofa que proyectaban al infinito entre La Naranja Mecánica y Quadrophenia. Desde fuera, a casi treinta años vista, todo parecía más una mala película de Eloy de la Iglesia: sustituyan la heroína por las pastillas. Iñaki Domínguez ha hecho una excelente historia oral sobre ese macarra, sin llegar del todo a los 90, y ha teñido de nostalgia bienintencionada aquellos que sembraron el terror en las calles a tanto “diferente”.

En ese sentido, hay mucho de venganza del “diferente” en el activismo progresista de los últimos años: la mayoría de ellos sufrieron con terror a los anteriores, antes de cualquier pedagogía en las aulas, y toda su adolescencia era el miedo permanente al grupo de heterosexuales engorilaos. Algunos, los menos, quieren pasar de ser víctimas a verdugos legitimando la violencia a través de paridas como “antifa”. Los más inteligentes, vaya, saben que la mayoría de estos violentos nunca tendrán una buena vejez. Las malas decisiones que tomaron pronto se volvieron en contra una tras otra en unos cuarenta deprimentes, es decir, gordifuertes. La sociedad avanzó, se hizo menos violenta, y ese progreso les dejó atrás.

Futuros concejales de Vox en algún pueblo perdido de la sierra de Madrid

Y entrarán en Forocoches con una lagrimita para escribir el mensaje nostálgico perpetuo y patético que dice todo sobre ellos: “¿Os acordáis lo que molaban los 90?”.

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