La semana pasada tuve la oportunidad de vivir una de esas experiencias que te hacen ver las cosas de otra manera y te convierten en otra persona. El festival de cine Fisahara me invitó a viajar con ellos al campamento de refugiados saharauis de Dajla, en Argelia, donde viven más de treinta mil personas literalmente en medio del desierto de Sahara, en medio de la nada.
El mundo tiene olvidado al pueblo saharaui, su causa no existe, son invisibles… en 1.975 España salió corriendo de aquellas tierras costeras y dejó su ex-colonia lista para ser fagocitada por Marruecos; nada importó que el pueblo saharaui pidiera su autodeterminación exactamente igual que el resto de las colonias africanas a las que llegó por fin la libertad en forma de descolonización. Ellos pasaron instantaneamente de la invasión española a la marroquí sin tiempo para celebrar que por fin podían gestionar su propio destino. Sé que el mundo es injusto y que ahí fuera todo es duro, difícil y salvaje, mis experiencias deberían de haberme enseñado que la justicia es la excepción y todo eso, tendría que haber aprendido ya a relativizar y aceptar que el fuerte hace lo que le viene en gana con el débil, pero sigo escandalizándome e indignándome ante nuestro comportamiento asqueroso.
Nada justifica que un pueblo no pueda tener su sitio en el que asentarse, eso es lo mínimo, bien, pues lo saharauis no tienen ni eso. En sus campos de refugiados viven estrictamente de la beneficencia; el agua, la comida, la ropa… todo viene de fuera de porque en el desierto no hay nada salvo ganas de salir de ahí, porque el desierto no es para las personas, porque el calor mata, y las moscas, y la falta de ilusión por que mañana ocurra algo distinto a ayer, y el hastío, y la impotencia, y la insoportable e impuesta monotonía… y de aquí es de donde yo empiezo a tirar de madeja para encontrar problemas y más problemas. El más evidente es que tenemos a miles de personas obligadas a vivir en una situación imposible, aferradas a la ilusión de que algún día se hará justicia al fin y volverán a su tierra, a esa que está pegada al mar, a esa en la que los problemas no desaparecerán, pero serán los lógicos de cualquier pueblo, los que vengan del cotidiano día a día, de la gestión de lo propio, de mandatarios indignos -los que tenemos todos, vamos- Pero creo que hay algo incluso peor en su situación por ser más sutil…
La delegación que viajó a Dajla estaba compuesta por artistas, periodistas y particulares, éramos más de doscientas personas en principio solidarias y preocupadas por el pueblo saharaui, más de doscientas personas sensibles a sus problemas y con el grado de compromiso suficiente como para dejar lo que sea que estábamos haciendo en nuestros pueblos y ciudades e ir al desierto a compartir por unos días sus penurias con el fin de dar visibilidad, en la medida de nuestras posibilidades, a su situación. No tengo más que aplausos para los creadores y los organizadores del festival, ellas me devuelven la fe en el ser humano…
Pero no todo es tan merecedor de aplauso, bien, estando allí hubo un momento que me preocupó sobremanera, una mujer española se me acercó y me dijo que aquello era mágico… que esa gente era maravillosa, que el desierto tenía sin duda algo que la haría volver porque todo era tan romántico… se me cayó el alma a los pies ¿Romántico? ¿Mágico? ¡Y una mierda! ¡Es horrible! No hay un ápice de romanticismo en que los niños de allí sufran desnutrición crónica, no hay una pizca de magia en que una muchacha de veintiún años te cuente que en Marruecos la han detenido más de cuarenta veces con sus respectivas palizas y violaciones… no hay nada romántico ni mágico en un campamento de refugiados, sólo hay injusticia e indignidad; y si vamos para allá no debe de ser a hacer fotos para enseñarlas a la vuelta a los compañeros de trabajo o a los vecinos, si vamos para allá debe de ser a trabajar activamente para conseguir que esa gente salga de allí ahora, no mañana, ahora.
Yo me declaro un convertido a la causa del pueblo saharaui, no porque ellos sean mejores personas o porque su hospitalidad me haya maravillado, sino porque es lo justo. ¡Libertad para el pueblo saharaui ya!