El parque Ferial Juan Carlos I no es lo mismo que la Casa de Campo. El traslado desde el Palacio de Cristal de IFEMA, junto al único lago de la Villa, hasta los modernos pabellones feriales, próximos a los páramos de Hortaleza y Barajas, ya lo había realizado ARCO unos años antes de que Teatra regresara a la Feria en 1996.
Además de la ubicación, todo había cambiado: la consolidación de la Feria, la crisis de los 90, el final del felipismo… El Gobierno del PP regía por primera vez los destinos del país desde el comienzo de la democracia. Por Teatra también había pasado el tiempo, el número ONCE (dedicado a la ceguera en el teatro) inauguraba su tercera época con un formato algo más reducido.
La revista buscaba crecer y aumentar su influencia sobre la Cultura española a través del teatro, y proyectaba iniciar una editora teatral, unos Premios Teatra (probablemente, a los peores espectáculos del año, en todas sus categorías), y una periodicidad más frecuente, viejo sueño de la siempre tan humana, amorosa y destilada revista Teatra.
El retorno a ARCO significó saldar una asignatura pendiente, más que una necesidad de volver a vivir la experiencia de ser revista expositora en una Feria de Arte Contemporáneo.
Las revistas seguían estando presentes en ARCO 96, pero de una forma más ligera, más aislada, más reducida. Ya no se tocaban pared con pared con sus vecinas, como sucedió en tiempos con la francesa 4 Taxis, o las clásicas Artnews, Artforum; o El Paseante, entre las nacionales… Los stands se habían reducido a una suerte de mostradores más o menos circulares, con una torreta en la que podía leerse el nombre y el país de la revista.
En el Peñón de ciegos que Teatra plantó en aquel ARCO 96 se detuvo mucha gente, entre otros Carmen Alborch, el día de la inauguración. Una nube de fotógrafos la seguía, convirtiéndolo todo a su paso en la comitiva de un hada roja. También estuvo por allí Sigfrido Martín Begué, cuyos figurines para el ballet futurista Copelia se habían publicado en el número 11 de Teatra; y José Luis Raymond, de cuyo espectáculo ¡Grita VIH! (con textos de Ignacio García May), también se hacía eco aquel número dedicado a la ceguera, que no quiso co-publicar -en método Braille- la O.N.C.E. (Organización Nacional de Ciegos de España).
A Teatra no le importó demasiado. Al día siguiente de la inauguración de ARCO se presentaba el nuevo número de la revista en el Museo Nacional Reina Sofía. Los embrujados sótanos del antiguo hospital de San Carlos estuvieron a completa disposición de Teatra y sus invitados vestidos de negro. Como la convocatoria del acto se reseñó en el diario El País más de la mitad de la concurrencia que acudió al acto tuvo que quedarse en la calle, por razones de seguridad interna del museo. El pintor y escenógrafo Eduardo Arroyo ejerció de maestro de ceremonias, con zapatos amarillos y bastón en ristre, presentando a oscuras la revista, a la luz de las linternas.
Pero, eso, ya es otra historia. Pronto se la mostraremos y contaremos en la página web que sobre la revista Teatra venimos -desde hace meses- preparando. Ya les daremos buena cuenta e información de este suceso, cuando sea visitable. Sirvan estas cinco entradas sobre Teatra en ARCO como aperitivo de lo que esperamos pueda ser, dentro de poco, el sabroso banquete sin fronteras de Teatra.