El volcán de Extremistán

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En su libro de crónicas de viaje “Cartas de Italia”, Josep Pla hizo referencia al comentario de Goethe sobre Nápoles “en su viaje a Italia, Goethe dice de la región que es tan bella que aunque el Vesubio fuera tres veces más peligroso, la población no se movería de ella. Y para mí que la población no se mueve porque el país es parte de su vida”

¿Pensaba Goethe que la gente arriesgaba su vida por disfrutar la belleza alrededor del volcán que arrasó Pompeya en el año 79? Esto es lo que escribió Goethe el 2 de Mayo de 1787 : “Puede perdonarse a los napolitanos que no quieran separarse de su ciudad y que sus poetas canten, en poderosas hipérboles, sus situaciones, aunque en las cercanías se encontrasen un par de Vesubios más.”

Sin embargo, quizá no estaba tan en desacuerdo con Pla, porque también dice que “se habla (de los terremotos) como del viento y la lluvia” Goethe también parece detectar una especie de temeridad asumida, que olvida el peligro por el roce cotidiano.

Desde luego el peligro existía. En 1737, 1760 y 1767 había habido fuertes erupciones y temblores, que recordaban que en 1631 habían perecido al menos diez mil personas.  En 1944, las cenizas inutilizaron 88 bombarderos B-25 de las fuerzas norteamericanas. En 1984, 40.000 personas fueron evacuadas por una falsa alarma. En la actualidad viven en relativa proximidad al volcán unos 3 millones de personas. Parece ser que el periodo actual de calma es el más largo conocido, lo que puede ser buena señal, mala señal, o ninguna señal.

Pero el volcán del momento es el Eyjafjalla. En 1821 entró en erupción durante dos años, y causó, según los vecinos, la muerte de algunas vacas por envenenamiento. Ahora, en unos días, ha causado la cancelación de cerca de 100.000 vuelos, pérdidas de unos 1.300 millones de euros en las aerolíneas y la indefensión de 7 millones de viajeros. Pero la onda de su impacto sigue más allá: por ejemplo, en el sector turístico español se habla de que se puede llegar a 500 millones de euros en pérdidas. Se habla de que las pérdidas totales son más de 10 veces las de las líneas aéreas.

¿Qué ha pasado? ¿confundió el volcán el miércoles 14 de abril de 2010 en que entró en erupción con el Miércoles de Ceniza? ¿es tan duro ser un fogoso volcán en la fría Islandia, que al final reventó? ¿nos chantajea el gobierno islandés para forzar su entrada en la UE? ¿escupió Chuck Norris una colilla hacia el este? ¿significa Eyjafjalla
“burbuja” en islandés?…

Quizá sea mucho más “complejo”.Quizá lo que ha cambiado no es el volcán, es la complejidad del mundo. Hoy, todo es mucho más dependiente. En término acuñado por el conocido ensayista, profesor y exbroker Nassim Nicholas Taleb, podríamos decir que el volcán tiene tanto impacto porque hemos migrado a “Extremistán”.

“Mediocristán” sería el mundo anterior, un mundo en el que con los promedios y asumiendo una dispersión controlada te puedes hacer una idea. Como ocurría en los tiempos en que se vivía de las cosechas. “Extremistán” es el nuevo mundo, donde un único evento puede distorsionar radicalmente la distribución de los impactos, siguiendo de alguna forma las leyes de Pareto. Si ese evento es de algún modo imprevisible, lo llama “cisne negro”.

Esto suele ocurrir en entornos complejos y muy interrelacionados, como son los que tienen que ver con la información, ya que los eventos tienen el potencial de ser magnificados por el sistema, mediante algún tipo de efecto en cascada o realimentación. Así, es “paretiana” la distribución de tráfico en sitios de Internet o la frecuencia de las palabras. En Extremistán tiene poco sentido utilizar las medias para caracterizarlo, pues pocos eventos se ajustan a ellas. Nuestro mundo cada vez tiende más a ese segundo campo, según la economía y la actividad se informatizan y globalizan.

Una pequeña perturbación inicial, mediante un proceso de amplificación, puede generar un efecto considerablemente grande. No sólo en fenómenos destructivos como la nube volcánica. El fenómeno de los “superventas” impredecibles o el crecimiento global de compañías como Google o Microsoft en sectores relacionados con la información se puede explicar también en estos términos.

El mundo “gaussiano” de Mediocristán es más confortable porque exige menos disponibilidad a cambiar y porque se puede predecir con extrapolaciones sencillas como las de la planificación tradicional. Sin embargo, en Extremistán, la previsión tiene que ser creativa e indentificar patrones en un mundo más dinámico y confuso, que requiere perspectivas más amplias, y en el que las apuestas son mayores para bien y para mal.

Un ejemplo es el impacto del volcán islandés. Nada que reprochar a la prudencia en la interrupción del tráfico aéreo. Pero un poco de anticipación hubiera al menos impedido molestias y pérdidas económicas, y posiblemente dado margen para la prevención y la búsqueda de alternativas.

Algunas claves para la (difícil) anticipación en Extremistán son:

– No asumir la estabilidad y mirar también al pasado lejano

– No caer en la tentación de trocear los problemas y perder la visión global

– Prestar atención a las señales tempranas (“early warning”)

– Usar procesos y técnicas para no dejarse aturdir por el exceso de información o la presión temporal,

– Mejorar los mecanismos de comunicación internos en las organizaciones.

– Procurar que los modelos de negocio sean más flexibles, en lugar de ahogar la capacidad de cambio enfocándose sólo en la eficiencia

Extremistán es más divertido, pero también más peligroso, sobre todo si te crees que sigues en el pacífico Mediocristan, libre de la tiranía de lo accidental y de los cisnes negros. El problema de Extremistán es que cuando llevas un rato y no ha pasado nada, te olvidas de que estás en Extremistán.

Algo de eso le ocurrió a Goethe:

“Como el peligro presente existe y atrae de algún modo, y el espíritu de contradicción en los hombres impulsa a arrastrarlo, pensé en la posibilidad de subir al cono, llegar al abismo y volver a bajar, en el período de tiempo que media entre dos erupciones (…) La vista no era ni instructiva ni amena, y atendiendo a semejante razón, cuando nada se ve, permanece uno ansioso de ver algo. Olvidamos la cuenta exacta del tiempo de reposo; estábamos en un escarpado delante del abismo espantoso. De pronto resonó el trueno, y la terrible descarga voló por los aires delante de nosotros”