Elecciones andaluzas I

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De El Ejido (en la provincia de Almería) salen verduras para toda España, Europa. La base es una producción explotadora.

Hay un lugar maravilloso donde sirven alcuzcuz los viernes. Dos televisores junto a los ventanales. Doce mesas, hombres sentados beben té caliente, café, acaban la comida, servilletas. Yo, entre el viento cruzado de los tres ventiladores (cuyas cabezas giran como el sol del verano), escribo sobre este lugar, Marrakech. Estoy en la parte alta del Bulevar de El Ejido, el barrio de los marroquíes.

Cerca.

Juan Goytisolo diría algo.

Hay corrientes de aire cruzado por todo el Marraquech del Ejido. Sabemos dónde situarnos.

Pasa por la avenida una furgoneta de Vox, es verde. La mefagonía dice algo. Hace excesivo calor fuera. Otros carteles en las farolas.

Se está bien en el interior. Aquí me quedo a esperar. Arrimo al viento. Echo de menos, tú, Larache.

Pienso en el interior de los invernaderos que he recorrido antes, el mar de plástico. Habrá millones. Solo he estado por el exterior. Vi una culebrilla aplastada, hormigas en camino. Blanco y negro.

Un cuscús grande.

Dos tés con menta grandes.

Dos zumos de naranja grandes.

Diez euros.

Una mosca se posa en el bolígrafo con el que escribo. Se llama Sauce.

Cuando acaben estas palabras, las imágenes.

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