En contra de la familia

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Yo estoy en contra de la familia. Estoy casado y tengo dos hijos a los que adoro y que consumen la mayor parte de mi tiempo y lo mejor de mis energías. También adoro a mi mujer, pero a pesar de todo eso estoy en contra de la familia.

 

Veo a menudo a mi familia, y también a la familia de mi mujer. Si no nos vemos durante unas semanas, nos llamamos por teléfono para ver qué tal va todo. Pero a pesar de todo eso, estoy en contra de la familia.

 

¿Por qué? se preguntarán ustedes. ¿Por qué estará este hombre en contra de la familia? Yo tampoco lo entiendo. Pero cuando veo esos programas que ponen en la TDT me doy cuenta de que estoy en contra de la familia.

 

Veamos. Yo estoy a favor del matrimonio homosexual. Estoy a favor del divorcio. Creo que es necesario que exista una ley del aborto. Creo que cada uno debe vivir la vida como mejor le parezca. Por lo tanto, según esos programas que veo en la TDT, soy uno de esos que está en contra de la familia.

 

Pero es que yo tengo varios problemas. Por ejemplo, me encuentro muy a gusto en la modernidad. Creo que la ilustración y la revolución francesa fueron cosas maravillosas, y no me gustaría regresar al mundo anterior a éstas para vivir siempre con una bota encima de la cabeza.

 

Otro problema es que tengo notificas fidedignas de la existencia de algo llamado «sexualidad». Es algo muy complejo y verdaderamente apasionante. Creo que en la iglesia católica todavía no se han enterado de la existencia de este curioso y pintoresco aspecto de la realidad humana. Ellos siguen hablando de «pecado» de los «enemigos del hombre» y no sé qué más.

 

Sí, hay teorías muy innovadoras que explican que cuando uno se siente atraído por personas del mismo sexo no es que esté loco, ni enfermo, ni tampoco poseído por el mal. Y otras que explican que dos personas pueden enamorarse apasionadamente y, pasado un cierto tiempo, dejar de estar enamorados e incluso aborrecerse. Por esa razón no se debería encarcelar ni matar a los homosexuales (dicen estas teorías de última hora) ni tampoco negar la posibilidad de que dos personas que no se soportan vivan en casas diferentes.

 

Sin embargo, los que defienden los derechos de los homosexuales y están a favor del divorcio, me aseguran esos programas que veo en la TDT, son unos asquerosos posmodernos (es como si dijeran «endiablados») que sólo quieren bailar, bailar, bailar, drogarse y matar a los viejos cuando ya no sirvan.

 

Y están en contra de la familia.

 

En España hay millones de personas, al parecer, en contra de la familia. Si están en contra de la familia todos aquellos que no se manifiestan a favor  de la familia, entonces hemos de concluir que la mayoría de los españoles y, por ende, de los ciudadanos europeos, están en contra de la familia.

 

Voy a terminar aquí, si ustedes me lo permiten. Mis hijos me llaman para que les dé el beso de buenas noches. Creo que para ser una persona que esta en contra de la familia les tengo un poco mimados.

Madrid, 1961. Escritor. Estudió Filología Española en la Universidad Autónoma de Madrid y piano en el conservatorio. Fue pianista de jazz y profesor de español. Vivió en Nueva York durante unos cuantos años y en la actualidad reside en Madrid con su mujer y sus dos hijos. Es autor de las novelas La música del mundo, El mundo en la Era de Varick, La sombra del pajaro lira, El parque prohibido y Memorias de un hombre de madera y del libro de cuentos El perfume del cardamomo. Ganó el premio Bartolomé March por su labor como crítico literario. Ha sido además crítico de música clásica del diario ABC, en cuyo suplemento cultural escribe desde hace varios años su columna Comunicados de la tortuga celeste. Su ópera Dulcinea se estrenó en el Teatro Real en 2006. Acaba de terminar una novela titulada La lluvia de los inocentes.