En edición diferente

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En su despacho veo un cartelito que tiene  Chema Prado enmarcado, escrito
creo yo con su propia letra, con la cita de algo que oyó decir a
Peter Kubelka en Cartagena de Indias, “La proyección de una
película en su forma original es parte de su contenido”, y me doy
cuenta en seguida de cuanta razón tiene, más ahora en que hay
tantos formatos que uno ya no sabe cómo vio una película, dónde,
en que condiciones.

 

“En edición diferente
los libros dicen cosa distinta” decía de manera similar Juan Ramón
Jiménez, esa cita que tanto gusta a Andrés Trapiello, y cosa
distinta debe de decir sin duda un libro leído en pantalla digital,
sea la del ordenador en que ahora escribo esta carta no solicitada
sea en la de uno de esos artilugios hoy tan populares que parecen
querer venir a remplazar al libro en papel.

 

Por eso yo quiero seguir
leyendo los libros en su forma original no sea que me digan si no
cosa distinta a la que quería quien los escribió pensando en que se
publicaran impresos en tinta sobre hojas de papel que se pasan una
tras otra y empiezan y acaban y se pueden colocar en una librería y
verlos como yo necesito ver los libros, palparlos, saberme de memoria
donde están, de qué color son, de qué editorial y en qué
colección, abombarlos, marcarlos, doblarle la esquina a una página
como esta mañana caminando por un parque, como suelo leer (y esa es
otra, cómo voy a caminar leyendo un ipad), como esta mañana doblaba
una página de Tu rostro mañana donde un personaje de Marías
dice “No he tenido mujer ni hijos, pero creo haber tenido una vida
de conocimiento, que era lo que me importaba. Nunca he dejado de
saber más de lo que sabía antes” y luego escribía conocimiento,
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en la la última página, haciendo como hacía Simón
Brainsky para acordarse, para acordarme, de en qué páginas están
esas cosas de los libros con que uno se queda y se lleva consigo de
la lectura pero también para marcar el libro como se marca la
querencia en un espacio, hacer el acto completo de apropiación,
intervenirlo, cosas todas ellas fundamentales, ritos básicos que
quién podría hacer, que quién querría hacer en qué última
página de una absurda tableta electrónica.

 

Como Kubelka digo que la
lectura de un libro en su forma original es parte de su contenido.

José Antonio de Ory es escritor, entre otros oficios que lo han llevado a vivir de un lado a otro del mundo: Colombia (en tres ocasiones), la India y Nueva York. Ahora en Madrid, continúa escribiendo cuando le da el tiempo sobre cultura y otras cosas de la vida en este blog, donde se permite contar, y opinar, cómo ve las cosas. Es autor de Ángeles Clandestinos. Una memoria oral del poeta Raúl Gómez Jattin (Ed. Norma, Bogotá, 2004).