En el baño no había pistola

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Ayer vi a Pablo Iglesias ponerle a Albert Rivera los ojos aquellos del gato de Schreck. Fue una imagen enternecedora, casi impresionante, de un líder reeducado como Puyi, el último emperador...

 

Ayer vi a Pablo Iglesias ponerle a Albert Rivera los ojos aquellos del gato de Schreck. Fue una imagen enternecedora, casi impresionante, de un líder reeducado como Puyi, el último emperador. Era como verle contemplando tras la cinta de los visitantes, ya anciano. el trono que había sido suyo en la Ciudad Prohibida.

 

Pablo parece cansado. Incluso los maquilladores parecían haber hecho lo imposible para ocultar los estragos físicos de la política. A mí siempre me han maravillado los toreros, los pilotos de carreras y los políticos por su naturaleza, y debe de ser que Pablo no es ninguno de ellos.

 

La Universidad es más tranquila: el campus, alguna clase, el café, corregir exámenes, unas bromas con Juan Carlos, quizá, en su caso, un escrache de vez en cuando para alegrarse la vida. Una vida apacible de Mr. Chips. Si a Mr. Chips se le hubiera colocado en el candelero hubiese sido como pisar una flor.

 

Monedero lo supo ver, se retiró a tiempo y ahora ejerce de lo mismo que Aznar. El domingo en ese bar de barrio Pablo no era el que hacía tic tac sino una anciana Baby Jane con el rímel corrido tratando de interpretar sus viejos éxitos de niña.

 

Estuvo bien el formato del debate. Pero tampoco es para abrirse la camisa como la Libertad de Delacroix porque hubo cortes evidentes que sustituyeron a las viejas preguntas pactadas. Yo estuve a punto de gritar: «¡miau!» desde el tendido siete con lo que le echaron a Rivera, que parecía un ídolo dorado, un querubín inmaculado y redicho, ante el que su contertulio casi sólo podía asentir.

 

Para esto sirvieron un poco los cortes, para detener a Albert y darle aire a Pablo, quien tenía el gesto de Michael Corleone antes de dispararle a McCluskey y a Solozzo, sólo que en el baño no había pistola. En semejante tesitura yo a Rajoy le veo salvando el honor a base de galleguismos y a Snchz perdiéndolo en su apolínea nadería.

 

 A Rivera se le puede poner a debatir en una alfombra de faquir (levitando, claro) y sin embargo Iglesias, es curioso, se muestra más a gusto en el viejo formato, el de la casta, con un corsé bien apretado.

 

Da la impresión de que se lo sueltas un poco y pierde todo su fuelle, cuando hasta las palabrotas le salen forzadas. Se anunciaba un gran cartel, un gran mano a mano, pero la corrida acabó en decepción. Yo por momentos vi un par de novilleros (a Pablo ya algunos le piden que se corte la coleta) de los que pende el futuro de la fiesta.