La libertad de prensa es como el santo grial… todo el mundo la busca y la invoca, pero pocos la practican. Siendo una de las libertades liberales más ponderadas en los Estados-nación occidentales es también una de las más esquivas. Primero, porque la prensa, los medios de comunicación, en su mayoría responde a intereses cuasimonopólicos relacionados con el poder financiero o político. Es decir, la triada capitalismo-control político-comunicación de masas es cada vez más sólida y deja pocas brechas para una prensa independiente y con capacidad de incidencia. Segundo, porque, como se está exigiendo desde muchos países de América Latina, habría que empezar a hablar más del derecho a la comunicación y menos de libertad de prensa.
Son ya muchos los agentes comunicativos en nuestra sociedad y ni todos son periodistas ni todos difunden o se comunican a través de los medios convencionales. Valgan estas aclaraciones ante el último informe mundial de Libertad de Prensa de Reporteros Sin Fronteras (RSF) . El estudio sigue teniendo un inmenso valor para mapear las carencias estructurales del sistema, pero aún no logra capturar las violaciones a la libertad de comunicación que Estados y agentes paraestatales realizan contra activistas sociales, blogueros y, en general, ciudadanía que se comunica. Tampoco le podemos pedir tanto a una organización sin ánimo de lucro y sin lucro en su ánimo a la que no le sobran los recursos ni es responsable del armazón conceptual de nuestro tiempo.
En el informe 2015, Europa es la que más se resiente y RSF advierte de la erosión continuada del pluralismo en el continente. “La intervención del gobierno en las redacciones de los medios es una realidad en numerosos países de la Unión Europea (UE). La concentración económica y la falta de transparencia de la propiedad favorecen este fenómeno”.
Las Américas siguen en su tónica. Sólo tres países logran situarse en la franja de los ganadores de la libertad de prensa: Canadá (6), Jamaica (9) y Costa Rica (16), los tres mejorando considerablemente en sus posiciones. En la franja peligrosa se sitúan Uruguay (23), Suriname (29), Belice (30), Trinidad y Tobago (41), Chile (43), El Salvador (45) y EEUU (49). Rozando el poste del desastre están Haití (53), Argentina (57), Guyana (62), República Dominicana (63), Nicaragua (74), Panamá (83), Perú (92), Bolivia (94), Brasil (99), y Ecuador (108). Y en el fondo del pozo están los países donde el conflicto armado o el control estatal no deja aire a los medios: Guatemala (124), Colombia (128), Honduras (132), Venezuela (137), México (148), y Cuba (169).
No firmo yo la lista. Ni esta ni ninguna, porque cuando la dictadura de los datos se impone tampoco hay mucho margen para la libertad. Pero sí es un indicador más de la situación de las libertades en nuestros países. Falta casi todo: reseñar el control familiar de los principales medios en América Latina y El Caribe, la autocensura mediática practicada sin necesidad de coerciones, el surgimiento de medios independientes como setas que tratan de mostrar otras realidades, la decisión de muchas comunidades y movimientos sociales de hacer su propia comunicación, el control de las fuentes a través de oficinas de prensa y gabinetes de comunicación, la espectacularización de la información para vaciarla de contenido… En fin, queda demasiado por fuera del estrecho concepto de la libertad de prensa como para aferrarse al viejo tótem y no mirar fuera de su cerco.
El esfuerzo de RSF es interesante, pero la sensación que tengo es que nos faltan nuevos conceptos para mirar esta nueva y convulsa realidad de crisis total de los viejos paradigmas. Igual que el estado-nación, las constituciones, el estado del bienestar o el estado de derecho son corsés demasiado ajustados para esta realidad líquida y viscosa, la libertad de prensa necesita una apertura de ventanas para airearla y dejar que se impregne de otras formas de comunicar, de pensar, de resistir.