Fuera relativos, fuera posesivos

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Leo en ABC una información de sucesos que tiene su gracia. El titular dice: “Trasladan en helicóptero a un hombre al caerse de una obra”. Es decir, que lo trasladan (luego aclaran que al hospital, claro) y lo hacen “al caerse”, lo que sugiere simultaneidad. Lo correcto hubiera sido –dando por bueno lo sucinto de ese “traslado” (¿a?)– “tras caerse de una obra”, porque tal como está se diría que, según el hombre se estaba cayendo, mira tú que pasa por allí un helicóptero y lo pesca, ¡pero en el aire! Una vez en el hospital, el personal informó de que el hombre “se encontraba inconsciente y en aparente estado de gravedad”. A mí me parece un sinsentido; ¿qué apariencia da el estado de gravedad? Un parte médico nunca dice eso, si acaso dirían “pronóstico reservado”. Parece un síntoma del fenómeno del “becariato veraniego” que ataca a los periódicos en estas fechas. Pero con el agravante de que, al lado de los periodistas en prácticas ya no hay veteranos: se los han quitado de encima.

 

Leo en El País una de esas frases verdaderamente enrevesadas que lo son por no saber qué rayos hacer con los relativos. Eso de seguro que va, pero ¿dónde, dónde? Lo que siento es que firma el texto una experta (y querida) redactora de ese diario… La frase dice: “…y en el teatro de La Latina, ya propiedad de Pentafocus y cuyas gestiones para conseguir que Lina Morgan se lo vendiera las llevó él”. Yo diría, para que fuera comprensible a la par que correcto: “…ya propiedad de Pentafocus, tras unas laboriosas gestiones con su propietaria Lina Morgan que llevó él personalmente”. Pero es sólo una de las posibilidades, compañera… del papel (todavía).

Soy coruñesa con algo de portuguesa, recriada en Madrid. Como tengo tendencia a la dispersión, estudié Ciencias Políticas. Aparte de varios oficios de supervivencia, he sido socióloga, traductora, documentalista y, finalmente, editora y redactora en El País durante veinte años. En mi primer colegio de monjas tuve la suerte de aprender bien latín. Pasar de las monjas al instituto público Beatriz Galindo de Madrid, donde enseñaban Gerardo Diego, Manuel de Terán, Luis Gil…, fue definitivo para cambiar de fase. Creo que si falla el lenguaje, falla el pensamiento y falla la razón.