Su presencia escénica tiene una contundencia indiscutible, sus tacones, su falda estrecha, sus camisas de seda... como cualquier detective masculino siempre lleva traje. Ni una sola concesión a la galería, ni colgantes, ni pendientes llamativos, nada nos distrae de ella misma. No hace falta, su rostro es tan bello que duele.
Gillian Anderson / Stella Gibson / BBC
Nunca vi Expediente X. Ninguno de los dos protagonistas llamó mi atención. Descubrí a David Duchoyny en Californication, interpretando a Hank Moody, novelista que ha perdido la inspiración pero le sobra erótica. A Gillian Anderson, en The Fall, de la BBC. Lo primero que me gustó de ella es su capacidad de llevar la contraria a los demás. Ha alcanzado toda su belleza, todo su esplendor, en la madurez. Gillian interpreta a Stella Gibson, una detective especializada en casos difíciles que viaja a Belfast para resolver un oscuro asesinato de psicópata/mujer-víctima. Su presencia escénica tiene una contundencia indiscutible, sus tacones, su falda estrecha, sus camisas de sedas… como cualquier detective masculino siempre lleva traje. Ni una sola concesión a la galería, ni colgantes, ni pendientes llamativos, nada nos distrae de ella misma. No hace falta, su rostro es tan bello que duele.
Es una mujer rota, no por falta de autoestima, ni por ninguna tragedia familiar. Stella representa como ninguna otra mujer la evolución de la mujer en la sociedad. Las mujeres dejaron de necesitar el matrimonio como moneda de supervivencia, se formaron, conquistaron su hueco profesional y se quedaron solas.
Stella es una mujer sin vida personal y sin esperanza de reconquistarla. Las mujeres renunciaron, voluntariamente, a llevar a cuestas una familia, se negaron a parir y a reafirmar varones como objetivo principal en su vida. Se deshicieron de todos los obstáculos que les impedían crecer y crecieron, pero en algún momento perdieron la conexión con su vida personal. La lucidez extrema es un regalo envenenado y Stella es muy inteligente, muy visionaria. Muchas mujeres policías en la ficción tienen una gran agudeza para desvelar el lado oscuro de las personas y eso les hace la vida más difícil. Son como los buenos médicos, con un par de síntomas hacen un perfecto diagnóstico, o los buenos guionistas, que disfrutan viendo películas y series, pero es muy difícil sorprenderles. Saben o intuyen la mayoría de los trucos.
Es increíble cuántas protagonistas de series americanas, británicas y escandinavas (en algunas cosas España sigue siendo diferente) no han podido compaginar vida familiar y vida profesional, incluso algunas casi no han podido hacerse cargo de sus hijos y han tenido que llevar siempre la culpa o el abandono a cuestas. Se ve mucho en las series de policías y de abogados. Es como si se precipitara sobre ellas una terrible premisa: Cuanto más independientes son más solas se quedan. Es un castigo.
Stella no llora, ella guarda silencio y mira. Mira con una profundidad y un desapego que resulta muy inquietante, casi tan perturbador como el psicópata. Encaja la situación. Ama su trabajo y le compensa, no al 100 %, pero le compensa.
Llega a la habitación del hotel, está en Belfast, pero intuimos que sería igual en su casa. Se tira sobre una cama grande y por fin descansa, sola; nada en la piscina del hotel para mantenerse en forma, sola. A veces busca hombres para mantener relaciones sexuales. No necesita pagar por ello, una mujer encuentra amantes esporádicos muy fácilmente, pero solo es sexo de usar y tirar, sin vínculo. Un policía, un antiguo compañero con el que tuvo un affaire en el pasado, le recuerda, turbado, lo que una mujer como Stella provoca a los hombres. Sí, te lo puedes imaginar. Yo he visto a hombres sudar, salivar… por mujeres cotidianas. Stella les deja KO. Te das cuenta que en el pensamiento del hombre solo hay una cosa, podríamos decir hacer el amor, mantener sexo, pero realmente la palabra que lo define es follarla, quiere follarla. Ella lo sabe, pero hace mucho tiempo que renunció a tener relaciones personales con los hombres. El compañero le recuerda que estuvo a punto de dejar a su mujer. Ella lo deja correr. Piensa que no le iría muy bien con ella. Stella piensa que los hombres son una invención cultural, no existen. Es verdad que les han engañado con una educación tan falsa como la de las mujeres y sus referencias de género son terribles.
Las relaciones con las mujeres tampoco se le dan demasiado bien, rechaza esa complicidad un tanto repelente que surge entre ellas. Esa intimidad verbal, esa incontinencia por compartir su vida personal, para ella totalmente falsa e inaceptable. Abre un poco la puerta a sus compañeras, las policías que colaboran en el caso. Una de sus ellas tiene una hija, y Stella le pregunta cómo le está preparando para defenderse de los hombres. Las dos viven con una certeza: Los hombres son depredadores de mujeres, la prostitución, Juárez, México, Guatemala, el valor de una niña en muchos lugares del mundo, la mujer en algunos países árabes, la historia… No hay tregua, no te puedes fiar de nadie, pero vivir con esa premisa dentro de tu corazón hace casi imposible la relación con los hombres. Resulta difícil abandonarte y confiar. Stella y sus compañeras han visto demasiadas cosas feas. Manejan tantos datos… Fingen que pueden con ello, pero es falso. Se aíslan, se endurecen. Ya lo dijimos antes, tener cerebro dificulta la felicidad.