Guerra española Z

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Con la voluntad de diálogo uno puede hacer maravillas. En su imaginación, claro. Qué se lo pregunten a Pdr Snchz y su "gobierno de progreso", o lo que es lo mismo: Lewis Carroll y su Alicia a través del espejo...

 

Con la voluntad de diálogo uno puede hacer maravillas. En su imaginación, claro. Qué se lo pregunten a Pdr Snchz y su «gobierno de progreso», o lo que es lo mismo: Lewis Carroll y su ‘Alicia a través del espejo’. Yo creo que el fin que se pretende alcanzar con la voluntad de diálogo en la actual política española tiene mucho que ver con las peripecias de Alicia en cualquiera de sus relatos. Hay una costumbre, cada vez más extendida e interiorizada, de darle la vuelta a todo para adelgazarle en lo posible de su evidencia. Así, tener voluntad de diálogo, que es algo precioso, no siempre significa que se quiera dialogar, incluso mayormente significa lo contrario. Puede que signifique hasta el deseo de encontrar al conejo blanco, pues no sabemos lo que uno puede hallar en esa oquedad del árbol o al otro lado del espejo. Yo, que vivo en la incertidumbre y miro a mi alrededor como si el escepticismo fuera la única respuesta (aunque me encantaría poder decir que es por pura naturaleza), debería sentirme cómodo en esas latitudes giratorias y flotantes del pensamiento pero, al no ser un escéptico de talento (¡cuánta voluntad de auténtico escepticismo albergo!), al final me acaban descubriendo. Está el caso de las burlas miserables, de los viles ataques tuiteros a la muerte del torero Víctor Barrio, a su mujer y a su familia. A mí cualquier esperanza de ser un escéptico se me viene abajo después de asistir a esa representación del infierno en la tierra. Qué manía con la negación. Con el odio. Pdr le dice «no, no y no» a Rajoy y ahí se advierte un odio tras la negación. Uno empieza negándole la legitimidad para ser presidente del Gobierno a Rajoy, que ha ganado las elecciones con claridad (una evidencia aunque pese), y podría terminar justificando esa alegría popular (en la costumbre de adelgazar esa evidencia, más aún: obviándola) por la muerte de un hombre e incluso el regodeo en la desgracia de sus seres queridos. Cosas peores se han visto. Claro que no se habla de política ni de tauromaquia sino de la condición humana, esa que hoy se encuentra representada por ejemplo en el ayuntamiento de Madrid (gracias al apoyo socialista) por el celebérrimo Zapata o por el mucho menos mediático, y sin embargo más interesante para la Biología (ahí tienen animalismo), Pablo Soto, que decía sentirse decepcionado porque Rajoy seguía vivo. El mismo que afirmaba: «Yo no puedo aseguraros que por torturar y matar a Gallardón se vaya a cambiar toda esta historia, pero por probar no perdemos nada». Hay un abismo ahí por el que muchos se están despeñando, o permitiendo que otros se lancen, descontrolados. Esto parece la ‘Guerra Mundial Z’ de la que habría que cuidarse. Para empezar, piensa uno, relajando ese «no» de Snchz (relajado parece, menos mal) a Rajoy, que es la negación suave de la condición humana que mira, de lejos pero mira, a la negación radical, al odio irracional que quiere guillotinas o se mea en las coronas de flores de los muertos, cuyos ejemplares ya están, como los fantasmas en la casa de la niña de Poltergeist, no sólo en las redes sino también en las instituciones.