La sonrisa de Carmona, líder madrileño del nuevo PSOE, a uno le parece la viva imagen del partido por la que Susana Díaz se ha encastillado en Andalucía casi como el coronel Kurtz en su aldea (dirá precisamente el nuevo PSOE) rodeada de cuerpos y cabezas cortadas, hastiado de la decadencia de Occidente. La sonrisa de Carmona parece la de un entrenador que acaba de ganar la Copa de Europa, cuando en realidad ha logrado algo menos reseñable aún que aquellos séptimos y octavos puestos que celebraban los padres liberales de Gaylord Focker. Esa sonrisa contrasta con la de, por ejemplo, Bescansa. Carolina tiene aspecto de reina malvada de cuento y Antonio Miguel a su lado, el pobre, de bufón. Ya le llamó «tonto» Pablo Iglesias y a pesar del insulto, tan aceptable sólo si proviene de él, más de uno pensará que tiene razón. Podría ser que Carmona pasase a los libros de historia como el culpable de la desintegración del PSOE. Tiene pinta de poder cargar con todos los muertos de los que se librarían Zapatero (el comienzo de todo, como Kevin Roldán) y el sucesor Snchz, que no sólo privó de las vocales a su nombre sino también a su propio partido. Igual que uno imagina a Carmona como cabeza de turco feliz, se imagina a Bescansa, más allá de Iglesias, como urdidora de todos los planes, aquellos por los que, una vez introducido Podemos en el sistema desde el más elemental populismo, se extendería por medio del más científico, del que de momento se tiene como muestra la alcaldía de Madrid, conseguida en una probeta después de sobornar ideológicamente (no ha sido difícil) a un «tonto», o a unos cuantos, como al informático aquel del Parque Jurásico que robaba los embriones de dinosaurio para venderlos a la competencia y acababa devorado bajo la lluvia por uno de ellos antes de desencadenar el caos. “El horror, el horror…” del que advierte Díaz a los suyos. Carmona parece ese hombre ingenuo al que engañan quizá con la simple promesa de inaugurar sus juegos navales, pero también da la impresión de que no sólo le engañan a él y con él a su partido, el PS (antes conocido como PSOE). Aquí los listos deben de ser sólo unos (la sonrisa de Bescansa les delata) y los tontos todos los demás.