Como colofón de la séptima edición del Hotel Florida, y enlazando con el Taller de poesía # LdeLírica, que dirige y nutre el poeta Gonzalo Escarpa, y bajo la sombra turbadora y al mismo tiempo estimulante de la guerra poetas, narradores, cronistas y corresponsales se sirven de ese banderín de enganche con la Guerra Civil Española en el horizonte o en el punto de mira, al alcance de la mano o de la bayoneta. Sirvió para que poetas de toda condición y credo probaran suerte con la poesía. Uno de los más vivos y estremecedores fue el peruano César Vallejo, del que Escarpa trajo bajo el brazo y el cielo del paladar su poema ‘Invierno en la batalla de Teruel’:
¡Cae agua de revólveres lavados!
Precisamente,
es la gracia metálica del agua,
en la tarde nocturna en Aragón, no obstante las construidas yerbas,
las legumbres ardientes, las plantas industriales.
Precisamente,
es la rama serena de la química,
la rama de explosivos en un pelo,
la rama de automóviles en frecuencia y adioses.
Así responde el hombre, así, a la muerte,
así mira de frente y escucha de costado,
así el agua, al contrario de la sangre, es de agua,
así el fuego, al revés de la ceniza, alisa sus rumiantes ateridos.
¿Quién va, bajo la nieve? ¿Están matando? No.
Precisamente,
va la vida coleando, con su segunda soga.
¡Y horrísima es la guerra, solivianta,
lo pone a uno largo, ojoso;
da tumba la guerra, da caer,
da dar un salto extraño de antropoide!
Tú lo hueles, compañero, perfectamente,
al pisar,
por distracción tu brazo entre cadáveres;
tú lo ves, pues tocaste tus testículos poniéndote rojísimo;
tú lo oyes en tu boca de soldado natural.
Vamos, pues, compañero;
nos espera tu sombra apercibida,
nos espera tu sombra acuartelada,
mediodía capitán, noche soldado raso…
Por eso, al referirme a esta agonía, aléjome de mí gritando fuerte:
¡Abajo mi cadáver!… Y sollozo.