Lo sublime:
Esa capacidad de autocrítica de la sociedad norteamericana. Ficción a partir de los años maquiavélicos de la administración Clinton, en que para seguir de presidente sacrificó a su vice, Gore, en componendas con los republicanos, y pactó con su mujer, Hillary, su futura carrera política. En House of Cards prefieren evitar la telenovelesca intimidad del hogar Clinton, y fabricar a una pareja en total sintonía: los Underwood (Kevin Spacey y Robin Wright).
Lo grotesco:
Sortear inmiscuir en la historia a quienes mandaron en la política (y siguen) de aquella época: los especuladores financieros (Clinton levantó casi todas las restricciones que propiciaron la debacle económica), y preferir crear como enemigos de la «seguridad nacional» a mercachifles chino-americanos. Ese control de Wall Street al poder de turno sería una buena trama para próximas temporadas de House of Cards.