Imprecisiones

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Ya no existen grandes certezas. (¿No era Venus un planeta?). Blindamos la promesa de amor eterno con la posibilidad de divorcio, cual microondas recién estrenado que aporta su correspondiente garantía en caso de mal funcionamiento o escaso calor humano. El ‘para siempre’ no existe, todo es eterno mientras dura.

 

Entre el titubeo y el ensimismamiento se van haciendo fuertes las expresiones entusiastas que muestran indecisión. “No menos que el saber me place el dudar”, decía el viejo Dante. Pero Dante era un hombre complejo cuya duda, al igual que la socrática, partía de la satisfacción por el descubrimiento desenvuelto sin presteza; gustando más de la pregunta que de una posible respuesta, a ambos les interesaba el dilema. Podemos participar de esta declaración desnuda al dejar fuera el desaliento que produce creer que debemos entender lo que nos rodea en un marco temporal concreto.

 

Reconocerse poco versado representa una virtud con futuro incierto. Genera desconfianza en las élites que, alejadas de la investigación orgánica que conlleva el interés por cualquier cosa, dilapidan con sus discursos la noción de conocimiento. Apostemos por la pregunta. Quizás el beneficio primero de esta actitud expectante, por ser el más inmediato, sea la aceptación de nuestra naturaleza finita. Al aceptar que no sabemos, todo es posible. De ahí que los juramentos hayan perdido la honorabilidad de otro tiempo y que pocas cosas estén condenadas a cumplirse indefectiblemente.

 

Ya no existen grandes certezas. (¿No era Venus un planeta?). Blindamos la promesa de amor eterno con la posibilidad de divorcio, cual microondas recién estrenado que aporta su correspondiente garantía en caso de mal funcionamiento o escaso calor humano. El ‘para siempre’ no existe, todo es eterno mientras dura. Poco o nada resta de lo perpetuo cuando la propia muerte juega con cierto margen de error, el mismo que intranquilizaba hace no tanto a quienes no habían pagado “lo de los muertos”.

 

La incertidumbre debería abrazarse cual diente de león en manos de un confiado, sin saber dónde nos lleva esa pregunta que se lanza a la esfera de lo indefinido. “No hay mayor pesadumbre que la vida consciente”, en palabras de Rubén Darío. Se ha de tomar la duda con serenidad, como recomendaba el poeta, pese al desequilibrio engañoso que produce no saberse arriba o abajo y no tener claro tampoco “a dónde vamos, ni de dónde venimos”. Qui lo ça?