Han llegado al correo amables requerimientos. Se me ha invitado a ofrecer meditadas sugerencias de lecturas. Con espíritu festivo y provocador se me insta a elaborar listas de novelas de género. En una palabra: desenfadadamente se me anima a poner uno detrás de otro los diez libros de género que considere imprescindibles.
Mas, ay, en lo que a literatura y crítica literaria se refiere, cada vez que leo la palabra “imprescindible”, busco al punto la mesa más cercana para meterme debajo de ella. Uno pensaba, pongamos por caso, que tenía cierta idea sobre las vanguardias, pero resulta que no, que no la tiene porque no ha leído tal reciente ensayo “imprescindible para entender los movimientos vanguardistas”; uno creía que al menos la noción de lo que sea el Barroco la poseía, pero su gozo en el pozo, porque no tiene controlado cierto “imprescindible” estudio; uno llegó a pensar que sabía algo, si quiera fuera poco, de narrativa contemporánea, pero pas du tout, porque no conoce o no ha transitado por la obra de tal escritor que, faltaría más, es “imprescindible” (para mayor estupor, a veces ni siquiera se especifica para qué es imprescindible, sino que es “imprescindible” a secas, lo que aumenta la congoja y la gana de no salir de debajo de la mesa hasta –qué alivio- habérselo leído).
Lector de suplemento cultural atacado por un “imprescindible”
Pero, en fin, ya que tal inquietud clasificadora existe, vamos a preguntarnos en Crimen para Iniciados cuáles son los imprescindibles en novela negra. Y, hecha la pregunta (o sea, hecha la trampa), respondamos ipso facto y sin despeinarnos: ninguno.
Porque la cuestión es precisamente la reseñada arriba; “imprescindible” para qué. Si es para entender su aportación al género, muy bien, hay libros que se sabe marcaron un camino o muchos caminos… que el lector puede transitar directamente, sin necesidad de explorar ni aun de conocer sus orígenes. ¿”Imprescindible” para entender una sociedad, de la que la obra es reflejo? Hay novelas negras que poseen este valor sociológico, por estar muy identificadas con su época, pero que pueden quedarse desfasadas (en forma, intención, procedimientos o personajes), a la hora de abordar ciertos tópicos del género; lo que antes parecía el no va más, puede ahora antojarse romo, insuficiente, cuando no ridículo. La mirada (y las expectativas) del lector actual pueden ser otras, y no todos los textos sobreviven al paso del tiempo, igual que no todo el mundo gusta de hacer sociología cuando lee.
La realidad, oh Iniciados e Iniciadas en el crimen, es que el adjetivo “imprescindible”, en el contexto que nos ocupa, tiene una significado más pedestre y pragmático: es una petición de principio para que el lector entre por un aro teórico que le sitúe allí donde el crítico o el comentarista quiere: en la antesala de la compra del libro reseñado.
Y para el viaje literario que en esta vida cada cual se imponga, como lector o como autor, no es menester semejantes alforjas. ”Imprescindible”, para la experiencia de cada cual, es la obra o autor que el lector decide que lo es. Tautología feliz, y, de tan obvia, a menudo olvidada.
Mansión a la espera de que se desentrañen sus misterios
Allá en mi lejana niñez, recuerdo haber leído una novelita de género negro en la noche callada del verano madrileño. Solo en una habitación, tumbado en una cama, sintiendo aletear los visillos en la ventana, leía un relato de detectives. He olvidado el título, el autor, la trama y hasta el estilo de aquel librito barato de hojas finísimas; sólo recuerdo un pasaje nocturno en que el detective saltaba una verja, cruzaba un jardín de sombras y avanzaba, revólver en mano, por las escaleras de piedra de una mansión que dormía gigantesca y blanca bajo la claridad de la luna, que era la misma luna que entraba por mi ventana.
Y en ese pasaje estaba todo.
O, por lo menos, lo imprescindible.