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Mientras tantoIndividualidad 'versus' colectividad

Individualidad ‘versus’ colectividad


Marcha por la calle Carretería de Cuenca. Fotografía de Diego Castillejo

 

Cuenca, 3 de noviembre de 2023

El terrible problema, tan duradero, que ha generado hoy el implacable enfrentamiento entre Israel y Palestina, nos lleva -o, al menos, me lleva a mí- a reflexionar sobre dos conceptos: individualidad y colectividad. Nótese que utilizo dos sustantivos, tajantes, incontrovertidos, en lugar de usar dos adjetivos antepuestos por el artículo, neutro y ambiguo, lo: lo individual, lo colectivo, que equivaldría dar a «individual» un carácter equivocadamente colectivo. Lo: ¿Qué significa cabalmente lo políticamente correcto sino una expresión intransigente, el predominio de un conducirse sin otra alternativa que una suposición no flexible? Desaparece la noción de opinión personal e impera la de forzosa imposición. Lo: en Israel, lo judío, paradigma de una forzada colectividad, se impone sobre una «inadmisible», aunque sea hebrea, disidencia individual.

El mundo es la persona, no los grupos. El individuo atesora el mundo, no las clases que lo componen. Los problemas anidan en uno solo, que es quien padece verdaderamente, aunque al cabo sean muchos los que sufren. Pero esos muchos no producen una entidad; es el solitario ser quien aglutina todas las vicisitudes, él es quien las remarca y les confiere autonomía y no las muchedumbres acosadas bajo una complejidad semejante en cada uno de los individuos. Yo soy el que adolezco y yo soy el que gozo. Únicamente yo. La colectividad no pena ni siente placer, porque no hay comunidad que posea sentimientos. No más que el hombre a solas es capaz de abordarlos, no la masa sin forma, el vulgo informe.

Cuando el buen hombre ibérico António Guterres, Secretario General de las Naciones Unidas, dijo -condenando, en primer lugar, a Hamás por la extrema salvajada de sus acciones- que sus ataques no vienen de la nada sino que están relacionados con la larga y cruel ocupación de Palestina por parte de Israel, deducción certísima; cuando el portugués Guterres dijo esto, enseguida respondió el poder judío con graves, hipócritas, gruesas sentencias.

Guterres habló en singular: «Me sorprenden las interpretaciones erróneas que algunos han hecho de mi declaración de ayer en el Consejo de Seguridad, como si [yo] estuviera justificando los actos de terror de Hamás. Esto es falso.» El gobierno israelí replicó con saña a las justas palabras de Guterres con un plural estruendoso: «No daremos visados a los representantes de la ONU. […]  Ha llegado el momento de enseñarles [nosotros] una lección.» Tras la polémica, Guterres siguió hablando en singular: «Reitero mi llamada a un alto el fuego humanitario inmediato.»

La evolución está en el yo, dinámico; no en el nosotros, más o menos petrificado. En literatura y arte, el yo es romántico, y el nosotros, realista. Sin duda, lo primero es más fecundo que lo segundo. La iniciativa es, en todo momento, personal, no comunal. El éxito lo consigue uno mismo, como asimismo es uno quien arrastra los fracasos. Yo solo puedo alcanzar la meta; es lo que tiene sentido realmente; los demás buenamente colaboran. Los -ismos, claro, significan un apoyo. Pero la persona carece de sufijo, que es un afijo para formar una palabra derivada, no sustancial. El activismo está muy bien, es entusiasta, comporta afecto, lo que está muy bien, pero puede estar sustentado por tendencia política. El martes pasado asistí a una conferencia impartida por el catedrático de Ecología de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid Adrián Escudero Alcántara sobre Pérdida de biodiversidad y bienestar en la Real Academia Conquense de Artes y Letras, y el conferenciante, que se declaraba activista, dijo al auditorio que, empero, él prefería que lo consideraran ecólogo más que ecologista.

Un molde puro de la religiosidad es la mística, alta horma para alcanzar la completud (o completitud, o completez,  pues la RAE admite las tres formas, aunque prefiere completitud). La mística equivale, o se aproxima, al llamado nirvana budista. Todo el proceso espiritual realizado es absolutamente individual. El fin es que Cristo viva en ti y tú estés viviendo como Cristo; Cristo es divino, mas es un individuo, al igual que tú, que lo habitas. Otra cosa es su Iglesia, que no es esencia, sino fuerza. El espíritu es singular.

Lucrecia Mott, pionera feminista

Lo colectivo puede ser muy útil, como pauta. Pero no hay que adoptar las beneficiosas  colectividades que existen (ecologismo, socialismo, comunismo, feminismo, animalismo, etc.) como si fuesen religiones. Se pueden cuestionar sus procedimientos sin causar anatema, o sea, exclusión; en religión, excomunión. Se pueden cuestionar sin ser tildado de «facha», irredento falócrata, negacionista, nacionalista, mataperros (aunque para la RAE mataperros sólo es un «muchacho callejero y travieso»). Lo colectivo está asociado a la ideología, que en desdichadas ocasiones tiende a ser restrictiva. Pero lo colectivo por sí solo no cosecha cambios. Son las personas, una a una, las que trasmutan los estados.

Lo importante sería, ya de una vez, establecer la paz, una paz general, muy difícil, se diría casi imposible desde el principio de los siglos. Y su consecución depende totalmente de cada uno. A través de saludables posiciones, adoptadas por uno mismo, concordando con los fenómenos naturales, no alterándolos. (Ahora, el dulce repiquetear de la lluvia mientras escribo se torna en una sensación pacífica). Nuestro refinado pensamiento, aquilatado por las culturas forjadas durante tanto tiempo, proporciona a cada persona sabios conceptos con los que poder manejarse con rectitud: comprensión, aceptación, disposición, aceptabilidad, familiaridad, sociabilidad… La lista, óptima, henchida de lo que en el fondo son sinónimos, sería interminable. Lo verdaderamente triste es que el hombre, siendo, en principio, «bueno por naturaleza», como afirmó Jean-Jacques Rousseau, en la práctica, como vemos, no es tan bueno.

Estamos, uno a uno, frente al mundo, frente a una realidad compleja. Con nuestra pequeña presencia, casi inapreciable al lado de fenómenos enormes (lo que fue dinosaurio, el elefante, el pinsapo de erguido porte). Pero el humano es dueño, por lo que sabe, por sus conocimientos analíticos, por la pericia que ha heredado, es capaz, pues, de redimir las dificultades. Salvador Allende pudo hacer surgir, en poco tiempo, una prosperidad muy progresiva dentro de su desgraciado país, Chile. Era un caso único, aclamaba Fidel Castro, era admirable, singular y el primer caso en el mundo, añadía con razón el dictador cubano, de revolución pacífica. La capacidad del solo ciudadano Allende actuó, democráticamente, en aras de la sociedad nacional. Mas enseguida conspiraron, dominaron las fuerzas del mal, ciegas en su insolencia, agrupadas como cruel masa, haciendo de las suyas, mostrándose terribles.

Cada hombre, animal no muy grande, posee un inmenso recurso: la soledad, consciente y muy aprovechable. La soledad y medios cómodos para solventar los contratiempos. Con estos recursos que, bien combinados, se pueden manifestar muy potentes, es posible contabilizar los problemas, valorarlos y encontrarles remedio. Meditando en la rica soledad, contrapesando, equilibrando, alejados de todo dogmatismo. Utilizando la soledad no para alejarse del mundo sino para entenderlo mejor y con él felizmente compenetrarse.

¿Entonces?… La gran pregunta y las grandes dudas ante la grande problemática del mundo se reducen a unos simples puntos suspensivos:

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