Lo sublime:
La incomodidad de la izquierda racional y razonable ante casos como el de Venezuela o Ucrania. Algunos, frente a la complejidad, silencian. Pero al menos no cacarean.
Lo grotesco:
La gran esperanza de la izquierda, Christine Lagarde, que trabaja muy duro para redistribuir la riqueza mundial con un lema: mientras esté en menos manos, mejor.