
Los guardias fronterizos la miraban de reojo, su media melena tan propia del este apenas levantaba sospechas. Ninguno de los jóvenes soldados alcanzaba a imaginar lo que la mujer llevaba escondido entre sus ropas. Era 1969 y Anna Fárova sacaba de la Checoslovaquia comunista las fotografías que hicieron famoso a Josef Koudelka.
Un años antes un jóven Koudelka fue contratado como fotógrafo oficial del Teatro Za Branou, entre tablas y decorados comenzó a experimentar con la acción dramática . El juego de sombras, los rostros difusos y las paradojas de la separación física entre los actores fueron el fruto de ese experimento. Koudelka reflejó el teatro más allá de la exposición de las escenas llegando a captar el dramatismo como nadie lo había hecho. Él cambió la forma de mirar el teatro y este la forma de fotografiar la vida.
Poco antes de la Primavera de Praga Koudelka comenzó a mostrar las entrañas de las comunidades de gitanos lo que le costó entrar en la lista negra de los comisarios políticos. Los gitanos en la Europa de los años 60 eran claramente los olvidados, los repudiados, los otros. Un pueblo al margen del que se desconocían sus costumbres más allá del folclore más ocioso. El fotógrafo checo fascinado por el estilo de vida de un pueblo rechazado por todo un continente consiguió granjearse la confianza suficiente para fotografiar escenas de la vida cotidiana de estas comunidades. Koudelka convivió con los olvidados y consiguió introducirnos dentro de la peculiaridad de su existencia sin filtros turísticos.
En su obra dedicada a los gitanos utilizó su experiencia en el teatro para formar composiciones con un marcado carácter personal. Expuso las paradojas de un pueblo desfavorecido pero que se muestra orgulloso de una forma de vida que ha resistido a cualquier imperio. Consiguió mostrarnos a los gitanos en su mundo lejos de la problemática social dotando a sus fotografías de un matiz misterioso donde prevalece la dignidad de los pobres. Koudelka logró proveer de unidad a un pueblo esparcido por el mundo eliminando el contexto y congelando el tiempo. El fotógrafo de la mirada salvaje siempre fue consciente de que por encima de todo los gitanos son un pueblo exiliado y aislado de todo menos de sí mismos. Como un curioso juego del destino fueron fotografiados por un hombre que acabaría siendo un nómada lejos de la tierra donde nació. Su amigo y editor Robert Delpire logró plasmar esta condición de viajero eterno en la colección Exilios.
Ian Berry caminaba por Praga con un par de Leicas ocultas bajo su abrigo, nervioso y acelerado como quien oculta una pistola cargada que nunca ha utilizado. El fotoperiodista inglés miraba a su alrededor cada vez que tenía intención de utilizarlas, los soldados soviéticos disparaban con ligereza a cualquier objetivo sospechoso. Después de muchas horas vagando por la ciudad el único fotógrafo occidental que cubría la invasión de Checoslovaquia quedó petrificado observando a un loco. El individuo utilizaba dos cuerdas colgadas de su cuello para sujetar dos antiguas cámaras Exakta, se encaramaba a los tanques en medio del caos y era jaleado por la multitud cada vez que le intentaban confiscar su material. Ian Berry sintió que ese hombre era la persona más valiente o más idiota de aquella Praga inundada de soldados. Aquel loco era Josef Koudelka retratando por primera vez una noticia que formaría parte de su vida y de la historia.
En esta serie de fotografías Koudelka transmitió de manera genial la reacción de los checos ante las tropas opresoras. Las imágenes proyectan la tensión en las calles donde miles de civiles protestaban pacíficamente encarándose a los soldados del Pacto de Varsovia. En sus fotos sobre la invasión de Praga consiguió introducirnos dentro de un momento dramático que los checos enfrentaron con estupor. Koudelka no era ajeno a aquella situación, era su país, su mundo y eso se puede apreciar en esas instantáneas que han pasado a la historia. Retrató cientos de rostros donde se mezclaban la resignación ante un enemigo demasiado poderoso, la rabia de la derrota y la tristeza del que se sabe injustamente vencido.
Las fotografías de la invasión fueron exhibidas durante dieciséis años bajo las siglas PP (Prague photograph). Magnum respetó el miedo de Koudelka a las posibles represalias contra sus familiares si se demostraba que él era el autor de aquellas imágenes que asombraron al mundo.
Para Josef Koudelka no es necesario explicar su obra, sus fotografías siempre dejan un espacio para ser interpretadas, un gesto, una línea continua o la mirada de un personaje fuera del enfoque. Desde sus inicios el fotógrafo checo fue capaz de secuestrar la luz arrinconándola entre sombras propias del teatro, tridimensionalidad y horizontes borrosos o inclinados. Koudelka es un experto captando la tensión en los momentos más mundanos, buscando quizás ese instante decisivo que con tanta maestría lograba Cartier-Bresson. En su trabajo se puede observar la naturaleza del viajero sin mapas, del hombre que se deja llevar y sólo se detiene ante algo que sólo él percibe. Koudelka consigue ver donde otros sólo miramos.
Fotografías: Magnum Photos/Josef Koudelka