Don Pergentino Esangui Ondo pronunció la famosa frase, con todo el énfasis del que fue capaz, con la gesticulación en él habitual, inclinándose hacia delante y agitando la mano derecha de arriba abajo: “¡España no dejó nada aquí!”. Creo recordar que era comentando la multitudinaria entrega de títulos académicos a unos 4.000 egresados de la UNGE (Universidad Nacional de Guinea Ecuatorial).
Situémonos: aquí es Guinea Ecuatorial, y don Pergentino es un habitual tertuliano del programa de Radio Televisión de Guinea Ecuatorial que se llama A fondo, que tiene lugar las mañanas de lunes a viernes de las 8 a las 10. El programa se anuncia como de un análisis en profundidad de los eventos que han sido noticia y todos los que ellos consideran interesantes para los televidentes. Pero la realidad es que, como corresponde a un país gobernado por una dictadura, es un programa en el que los tertulianos hacen el papel de caja de resonancia y de altavoces de las consignas y la propaganda autocomplaciente de los supuestos logros del régimen de Teodoro Obiang, y en el que no caben opiniones divergentes.
Como he empezado diciendo, don Pergentino soltó su famosa frase loando los logros de la UNGE, que el pasado 11 de octubre celebró la multitudinaria entrega de títulos a la que me he referido.
Como también he dicho, los tertulianos son la caja de resonancia del poder. Y es que no hay discurso importante de Obiang, presidente de Guinea Ecuatorial, en el que no se escuche frases como “España no hizo nada en Guinea”, “España no dejó nada en Guinea…”. Es decir, en casi todos los discursos, Obiang se dedica a atribuir todos los males de Guinea Ecuatorial a un colonialismo español del que nos libramos hace 54 años. Pero si todo se está haciendo tan bien desde que está Obiang (43 años) en el poder y todo va tan bien, ¿qué necesidad hay de echar las culpas a otros de errores que, por lo bien que va todo, deberían estar sobradamente corregidos?
Esto es lo que llama la atención y me hace pensar que este recurrente echar las culpas a los otros, en este caso España, denota que las cosas no van tan bien como nos lo quieren hacer creer. Y que posiblemente este negar que España hiciera algo aquí sólo pretende esconder lo mucho que, para bien y para mal, hizo y dejó España en Guinea Ecuatorial.
Son algunas de estas cosas malas y buenas que España hizo y dejó en Guinea Ecuatorial las que quiero señalar en esta reflexión.
Para empezar, don Pergentino pronunció su frase (“España no dejó nada aquí”), haciendo de altavoz de Obiang, en un perfecto español. El español es la primera lengua oficial de Guinea Ecuatorial y que, por tanto, es la lengua en la que se habla en el programa A fondo. Esta lengua, español o castellano, como se quiera llamar, que permite a don Pergentino, a Obiang y a todos los guineanos tener mejor comunicación con los más de 580 millones de hispanohablantes del mundo mundial, y que también permite relacionarnos con las otras lenguas. Digo que esta lengua, el español, la trajo y la dejó aquí la España colonizadora.
Los españoles impusieron su lengua a los nativos, si se quiere, a sangre y fuego; como hicieron con otras muchas cosas, como corresponde a un sistema y régimen que vino a estas tierras a explotarlas, con todo su corolario de que los que tenían poder (los colonos) ninguneaban, cometían injusticias, maltrataban, violaban, sometían a trabajos forzados, asesinaban e infligían impunemente un largo etcétera de hechos abominables a los que no tenían poder (los nativos). Señalar, de paso, que 54 años después, los nativos que ocuparon el lugar de los blancos en el poder han heredado y siguen practicando ese ningunear, cometer injusticias, maltratar, violar, explotar e infligir impunemente un largo etcétera de hechos abominables al resto de los nativos que no les son sumisos.
Volviendo a la lengua que España trajo y dejó aquí, los guineanos la hemos asumido; algunos guineanos la han asumido tanto que se están perdiendo las lenguas nativas, resultando que muchos niños guineanos de menos de 15 años no saben hablar en sus lenguas nativas africanas. Es posible que si don Pergentino tiene hijos de estas edades estos no sepan hablar fang sino sólo el español. Así que, esta lengua, de la que don Pergentino se siente orgulloso de que la hablen sus niños, la trajeron aquí los españoles. Y es nada.
Don Pergentino dijo esto en el programa del 24 octubre. En dicho día la Iglesia católica conmemora la onomástica de san Antonio María Claret. Y al día siguiente, 25 de octubre, tocaba comentar en el programa A fondo las noticias y eventos del día anterior. Se comentaron las celebraciones que programaron los claretianos, la congregación religiosa católica con más arraigo en Guinea Ecuatorial. En sus comentarios don Pergentino alabó la labor de los claretianos en la formación de los recursos humanos. Incluso dijo que muchos guineanos con cierta visibilidad social, incluso política, habían pasado por las manos de los claretianos. Los claretianos fueron el principal brazo religioso de la colonización. Y como tal brazo del colonialismo muchos historiadores les atribuyen no pocos atropellos hacia los nativos, generalmente bubis, en los primeros años de su establecimiento. El caso es que los claretianos, en su misión, además de las iglesias y las escuelas, fundaron y construyeron residencias para acoger a niños nativos en régimen de internado. Algunos de estas instituciones siguen cumpliendo esta función y los edificios que los albergan siguen manteniendo no sólo su solidez, sino que siguen siendo de los más relevantes de las ciudades donde se encuentran. Ejemplo de ellos son los colegios claretianos de Luba, Niefang y Nkue. También era de los claretianos el edifico levantado ante la catedral de Malabo, convertida en hotel. En ese local los claretianos tenían la imprenta donde se imprimía la revista La Guinea Española, luego Guinea Ecuatorial, y donde íbamos a encuadernar nuestros álbumes de dibujo cuando estudiábamos en el instituto Cardenal Cisneros, allá por 1967). Que se sepa, ni san Antonio María Claret ni la congregación de los claretianos son genuinamente guineanos, sino españoles. Así, de un día para otro don Pergentino pasó de decir que los españoles no dejaron nada aquí a loar el papel de una congragación religiosa que precisamente trajeron y dejaron los españoles aquí, y de la que parece que el mismo don Pergentino ha disfrutado como alumno.
Y con esto entronco con otra cosa de la que los guineanos (la oficialía) presumen. La de ser muy cristianos y, mayormente, católicos. Y es sabido que fueron los jesuitas primero y los claretianos después los que han traído la religión católica a estas tierras de Guinea Ecuatorial, imponiéndola, en algunos momentos con métodos bastantes dudosos. Y, aparte de los ritos sincréticos que incorporaron aspectos del cristianismo, muchos guineanos viven en la esquizofrenia de participar en dichos ritos por la tarde/noche (ritos que combate la iglesia católica) y al día siguiente estar puntualmente en la misa y comulgar. En la misma línea, en los discursos oficiales, se achaca a la religión católica haber perseguido y acabado con los ritos de nuestras religiones, pero los domingos, puntualmente, las autoridades, con Obiang al frente, acuden regularmente a las misas, y comienzan todos los actos y conmemoraciones oficiales con misas. El colmo fue la ejecución del himno nacional durante la misa que se celebró con motivo del 54 aniversario de la independencia de Guinea Ecuatorial, al más puro estilo franquista. Tengo que repetirlo: La religión católica la trajeron y la dejaron aquí los españoles y en la versión franquista del nacional-catolicismo.
Dicha religión, aparte de lo que hemos dicho de los claretianos (y no hemos dicho todo lo que hicieron) y otras instituciones que crearon y que han marcado e influido en el trascurrir social de Guinea Ecuatorial, fundaron el seminario de Banapá, dedicado a formar a los jóvenes que aspiraban a ser sacerdotes. La historia política de Guinea Ecuatorial cifra en el seminario de Banapá el espacio donde surgieron las primeras voces que se elevaron contra las injusticias del colonialismo. Se puede afirmar, pues, que el seminario de Banapá, fundado y mantenido por el colonialismo religioso católico español fue, paradójicamente, también el vivero de mayor nivel intelectual de los luchadores contra dicho colonialismo.
Para demostrar su afección al cristianismo católico, Obiang ha hecho construir la basílica de la Inmaculada Concepción, precisamente en Mongomo, su distrito natal, al estilo de Félix Houphouët-Boigny, antiguo presidente de Costa de Marfil ya fallecido, que construyó también una basílica en su ciudad natal, Yamoussoukro. Dicha basílica de Mongomo, construida con todos los lujos imaginables (en esta fiebre y alarde de dotar al país de infraestructuras), debiera dar vergüenza a la Iglesia Católica en un país donde sus fieles viven en una escandalosa pobreza y puede ser uno de los motivos de la desafección de mucha gente hacia su culto.
Dicha basílica es la única sede episcopal no construida por los españoles, a diferencia de las catedrales de Evinayong, Ebibeyín, Bata y Malabo, como otras muchas iglesias (muchas de ellas bonitas).
Precisamente se reinauguraba el pasado 12 de octubre (Día de la Independencia) la catedral de Malabo, después de su reparación y restauración, obligada por el incendio que sufrió el 15 de enero de 2020. Por lo tanto, “Los españoles no dejaron nada aquí” no se queda en una mera frase, sino que conlleva acciones para hacer desaparecer, para que no sean testigos incómodos, algunas de las cosas, sobre todo edificios, que dejaron los españoles en Guinea Ecuatorial. Es por eso que se sospechó que el incendio de la catedral de Malabo habría sido intencionado, para justificar su demolición y para levantar en su lugar otra catedral que ya llevaría, ahora sí, el sello de “hecho por Obiang”. Y es lo que ha pasado con numerosos edificios que han sido demolidos simplemente para tratar de borrar la huella de los españoles en Guinea: así han derribado el edificio que albergaba el Ayuntamiento de Malabo (que no tenía nada que envidiar a cualquier otro ayuntamiento de cualquier ciudad española en torno a los 25.000 habitantes, que es lo que tendría Santa Isabel en aquellos momentos) para levantar el bodrio de consistorio que van repitiendo en cada barrio y en cada ciudad): el de Bata, el palacio presidencial de Malabo, y un largo etcétera. Pero a pesar de la destrucción de muchos edificios, y de la repetición de la letanía “los españoles no hicieron ni dejaron nada aquí”, además de estas infraestructuras religiosas que hemos señalado, no son pocos los edificios en ciudades donde están siguen dando testimonio de la presencia española en Guinea Ecuatorial. Por citar unos cuantos, que no sólo descollaban en su época sino que, a día de hoy, siguen manteniendo su visibilidad: en Malabo, la sede del Centro Cultural Ecuatoguineano (donde estuvo el Instituto Nacional de Enseñanza Media Cardenal Cisneros antes de pasar a denominarse Rey Malabo); el edificio del Ministerios de Sanidad; la sede de la Biblioteca Nacional y CICTE (Consejo de Investigaciones Científicas y Tecnológicas); el edifico del Ministerio de Agricultura en Malabo, con el conjunto de chalecitos y espacios verdes que le rodeaban (ahora destruidos), y el edificio de la Cámara de los Diputados (antigua sede de la Cámara Oficial Agrícola y de Comercio de Fernando Poo). En Bata, el antiguo palacio del subgobernador, el Hospital de Bata (ahora Hospital Regional Damián Roku Epitíe. Era el mejor hospital de esta zona de África); la sede del Gobierno Provincial de Litoral, que fue sede de la Cámara Oficial Agrícola y de Comercio de Río Muni…
Hablando de otras infraestructuras, decir que las carreteras Santa Isabel-Luba y Santa Isabel-Concepció Biapa (ahora Riaba), y otros muchos tramos de la rede de Fernando Poo, estaban asfaltadas. La de Bata-Ebibeyín también estaba asfaltada, por lo menos hasta Micomeseng. También estaba asfaltada la carretera de Bata a Río Benito (ahora Mbini) pasando por Sendje. Y muchas otras cabeceras de distritos estaban conectadas por carreteras de laterita, que permitían la circulación de los autobuses de la empresa Transportes Africanos y luego de los buses de Transportes Estatales Terrestres de Lujo de la época de Macías. Son carreteras que se mantuvieron en muy buen estado, sin apenas mantenimiento, hasta el año 1977. La empresa Transportes Africanos tenía su base en Ikunde, donde estaban los garajes y los talleres. Muchos de los chalets donde vivían sus conductores y otros empleados siguen en bastante buen estado.Y en el lugar donde tenían los hangares hay instalaciones del Ministerio de Transportes. Detrás del hotel Finisterre en Bata se ven las ruinas de la estación de Transportes Africanos, ruinas que evidencian que era una estación que no tenía nada que envidiar a la de una ciudad española de 20.000 habitantes de la época. Don Pergentino, que en alguna ocasión parece que dijo que tiene un padre de unos 67 años, puede preguntarle a su padre. Y si su padre le dice que era muy joven y no se acuerda, cualquier allegado suyo de mayor edad que su padre puede certificarle la veracidad de lo aquí descrito.
Si seguimos hablando de infraestructuras económicas y otras realizaciones, apuntar que aún se puede ver en los bosques de Bioko edificios imponentes en los patios de las fincas de cacao. Que además tenían todas sus instalaciones para al procesamiento del grano (secadores, envasadores, etcétera).
A finales de los años 60 aún se podía ver, entre Sampaca y Basupú, los raíles de un ferrocarril que habría estado transportando cacao desde alguna finca hasta la ciudad de Santa Isabel. Y en los bosques de la costa de Río Muni, entre Cabo San Juan (Kogo) y Etembue (Mbini), aún se pueden ver vías del ferrocarril que se había utilizado para el trasporte de la madera y aceite de palma. En el mismo pueblo de Etembue aún se ven vestigios de instalaciones de las industrias aceiteras que había en el lugar. Y hasta hace poco se podía vislumbrar en Mbini los restos de unas potentes aserradoras. Había también una fábrica de jabones, llamada Dies, en el alto al lado de Coinpex en Malabo, y otra de cuyo nombre no consigo acordarme. Otra, Muñoz e Hijos, se funcionaba en Río Muni. Había embotelladores de Pepsi Cola en la capital, en el edificio situado enfrente al Cine Marfil, donde ahora opera la ferretería de Ventage (embotellaban Pepsi Cola y Mirinda). Y una embotelladora de Coca-Cola y Fanta en Bata, junto al edifico California, que se ha dado en llamar últimamente Lalalá, enfrente del hotel Elik Melén. Había también una finca de cañas de azúcar y una fábrica de ron en Santa Isabel, el antiguo nombre de la actual Malabo.
Es posible que la gente se olvide de que hace 35 años el teléfono funcionaba a través de cables que conectaban a los usuarios mediante una centralita. Pues bien, había teléfono en Niefang, es decir había un cableado telefónico entre Bata y Niefang antes del 12 de octubre de 1968, o sea, hecho por los españoles. Es posible que aún se pueda encontrar en los aledaños de la carretera Bata-Niefang los postes que soportaban dicho cableado.
Y paro de contar. Después de vivir en España regresé a Guinea Ecuatorial a principios de los años 80, poco después del golpe de estado por el que Obiang accedió al poder. Tardé mucho tiempo en volver a viajar a España. Pero cuando regresé a España, a finales de los 90, me encontré con un increíble cambio en las infraestructuras. Una de las instalaciones que me llamaron la atención fueron los intercambiadores. La primera vez que me hablaron de los intercambiadores no sabía qué era. No me sonaban. Dicha infraestructura debió construirse en torno a los mediados de los 80 del siglo pasado. Pero parecería que los guineanos que empezaron a viajar a España en dichos años no saben que no siempre hubo intercambiadores. Y cuando hablan de que España no dejó nada aquí parecería que pretenden que España tenía que haber construido en Guinea cosas que ni siquiera ellos mismos habían construido en España. Lo que se hizo en la Guinea Española estaba en la medida de lo que se podía encontrar en España en sitios parecidos a los de Guinea.
Pero como digo, en su afán de querer convertir la mentira en una verdad, el régimen se ha estado cebando con muchos de los edificios que dejó España. Allá en torno a finales de los años 90 del siglo pasado, cuando estaban derribando algunos edificios del casco antiguo de Bata, le escuché a un taxista un comentario mucho más sensato: decía que no se deberían tirar los edificios antiguos, sino conservarlos. Y es lo que se hace en todas las ciudades (Madrid, Barcelona, París, etcétera), donde siempre hay un casco antiguo en el que se conservan edificios milenarios. Pero aquí no: hay que destruir todo lo que recuerde a lo que hizo España en Guinea. El proceso para la destrucción de lo que dejaron los españoles, cuando no se quiere realizar directa y descaradamente, suele ser el que se está llevando ahora con el edificio de La Salle de Bata. Se llamaba Centro Laboral La Salle, que tenía un internado en el que se formó el propio presidente Obiang. Luego albergó el Colegio Enrique Nvo. Hace más de 20 años se cerró (sin reubicar adecuadamente a los niños). El edifico siguió albergando una comunidad de los Hermanos de la Salle que tenía en él un internado para jóvenes que cursaban en Bata los estudios de magisterio, nivel de diplomados (maestros auxiliares). Hace unos 10 años que el conjunto está abandonado y sólo funciona la iglesia parroquial san Juan Bautista de La Salle. Y puesto que, con el abandono, el edifico va a ir deteriorándose, tendrán las mejores razones para terminar de derribarlo. Así han hecho desaparecer un montón de edificios obra de los españoles.
Cuando Obiang repite que “los españoles no hicieron ni dejaron nada aquí”, y de la afirmación se hacen eco sus seguidores, lo contrapone a lo que ellos alardean de haber hecho. Pero resulta que todo aquello de lo que están presumiendo los guineanos que están haciendo, lo han hecho y hacen con el maná del petróleo (con el que, según ellos, el Dios de los cristianos les ha bendecido). Dicho maná, sin embargo, no ha sido aprovechado por el régimen de Guinea Ecuatorial para fundamentar una organización económica sólida, sino que sólo ha servido para realizar las famosas infraestructuras, algunas inservibles, y, a través de dichas obras y de la apropiación directa de los recursos públicos, aumentar escandalosamente la riqueza de los que mandan (Obiang, su familia y sus fieles del Partido Democrático de Guinea Ecuatorial, PDGE), pero empobrecer y amuermar al resto de la población, para hacerlos dependientes de las migajas que los mandamases del régimen les arrojan, cual perros, para mantener su fidelidad.
La prueba de esta falta de aprovechamiento del maná del petróleo para el establecimiento de un sistema económico que empodere a la población es la situación del cacao en Bioko, donde algunos agricultores siguen cultivándolo con un admirable esfuerzo (las pequeñas fincas de café y cacao desaparecieron en la Región Continental hace más de 40 años). Allá, entre finales de julio y principios de agosto de este año, los informativos de Radio Televisión Guinea ecuatorial, se hicieron eco de una queja de los cultivadores de cacao. Se quejaban de no habérseles suministrado los insumos que precisan para el adecuado cuidado de la cosecha de este año (cal y sulfato, cuya mezcla con agua se aplica a las piñas de cacao para que no se pudran). Los agricultores manifestaban que, si no recibían dichos insumos en tres semanas, se decir para finales de agosto, la cosecha de este año se perdería. Además, no se les había pagado la producción de cacao del año pasado. Pero no fue sino hasta el 27 de septiembre cuando informaron de que Teodorín Nguema Obiang, el probable heredero de la presidencia que ostenta su padre, había recibido a los agricultores para intentar resolver el problema del pago y los insumos, es decir cuando la cosecha ya se había perdido.
Contrariamente, los españoles pusieron en marcha un sistema económico basado en la agricultura y en la explotación de la madera. Se cultivaba cacao, café, cocos, palmiste. El sistema estaba organizado de tal forma que, además de las grandes y medianas explotaciones, permitía un cierto enriquecimiento al hombre del pueblo, que podía cultivar una finca, en la medida de sus posibilidades, y convertirse en un pequeño agricultor de pueblo (en Fernando Poo y en Río Muni), que así obtenía los recursos pecuniarios para ir resolviendo sus problemas cotidianos.
Al fin, por dejar y hacer, España dejó aquí e hizo este país, Guinea Ecuatorial. Quiero insistir en ello. Guinea Ecuatorial es un estado fabricado 100 % por España. Los españoles hicieron esta Guinea Ecuatorial de la que se presume y que ha permitido a Obiang convertirse en el tercer presidente más rico de África. Hay que repetir el proceso: por un intercambio entre España y Portugal, este país cedió a España la Colonia del Sacramento y la Isla de San Gabriel (sur del actual Uruguay) y un territorio que supuestamente tenía en África (la isla de Fernando Poo y la de Annobón y la costa contigua), a cambio de que España le cediera a Portugal la isla de Santa Elena y se retirara de la isla de Santa Cristina. El famoso tratado de San Ildefonso, al que los historiadores atribuyen el origen de la presencia de España en estas tierras que se han convertido en Guinea Ecuatorial. Antes de dicho tratado no consta que las comunidades que vivían en estas tierras estuvieran, ni remotamente, en un proceso de la formación de algo que pueda decirse que pudiera ser germen de lo que ahora es Guinea Ecuatorial.
Resulta que las vicisitudes de la ocupación real de los territorios que el tratado asignaba a España determinaron que dicho territorio se redujera a lo que es Guinea Ecuatorial hoy. Pero hay un hecho histórico muy importante que hay que señalar: Que el Reino Unido primero (1839) y su excolonia Nigeria después propusieron a España la compra de la isla de Fernando Poo. Sea por los intereses que fueran, el hecho es que la negativa de España a vender Fernando Poo (hoy Bioko, de donde se saca mayormente el maná del petróleo), que era la joya de la colonia, es lo que determinó que España siguiera en dichas colonias que luego se convertirían en la República de Guinea Ecuatorial. No hay que hacer demasiados esfuerzos para imaginar lo que habría podido pasar si España hubiera vendido Fernando Poo: ésta habría pasado a formar parte de Nigeria; Annobón habría vuelto a la soberanía de Portugal (en esta línea, podría haber pasado a formar parte de la República de Santo Tomé y Príncipe), y Alemania (Camerún) y Francia (Gabón) se habrían repartido Río Muni. Y Guinea Ecuatorial no habría existido.
En esta tesitura, los bubis (que ya eran minoritarios con respecto a los nigerianos en los años del apogeo del cacao), si no hubieran desaparecido como etnia identificable, serían una minoría muy minoritaria de Nigeria, posiblemente sin voz para reivindicar nada. Y los demás seríamos unos (¿mediocres?) ciudadanos gaboneses y/o cameruneses.
Más claro no puede ser. Pero curiosa y desgraciadamente, los que más afortunadamente se han aprovechado de la herencia de la denostada presencia de España y de los españoles en Guinea Ecuatorial son los que no sólo reniegan de España y generan antiespañolismo, sino que tratan de borrar de Guinea Ecuatorial los vestigios de la presencia de España. No es fácil que la mentira de que España no hizo ni dejó nada aquí se convierta en verdad. Pero su repetición denota un nivel de ingratitud sin medida.