La amenaza islandesa

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Gracias a su negra nube que ha paralizado el tráfico aéreo en media Europa, el volcán del glaciar Eyjafjälla, conocido en genéricamente por la prensa como el volcán islandés (desde luego así es más fácil de pronunciar), se ha hecho un hueco entre nosotros, pero en el convencimiento de que sus incómodas emisiones se resolverán en breve.

 

Nadie parece preocupado ni por otro tipo de daños colaterales que puedan producirse en el presente y en el futuro (desde luego la pandemia de gripe H1N1 recientemente superada nos asustó muchísimo más); y eso que la historia de las erupciones de volcanes en la isla han demostrado que son realmente peligrosos.

 

En el 934, el Laki -un hermano del actual- entró en una erupción que le mantuvo activo durante seis años originando una fisura de 75 km. Liberó 196 000 millones de metros cúbicos de lava basáltica, o lo que lo mismo hizo crece la isla en casi 800 Km2 , pero lo peor fue que liberó 220 millones de toneladas de dióxido de azufre. No hubo cronistas que registraron las consecuencias, que sin duda fueron.

 

Laki volvió a las andadas el 8 de Junio de 1783, aunque esta vez su furia (llamada “los ríos de fuego de «Skaftá”) fue considerablemente mas pequeña. Apenas duró hasta el 7 de Febrero de 1784 generando 146 000 millones de metros cúbicos de lava. Sobre Gran Bretaña llovió ceniza durante todo el verano de 1783. En esta ocasión Laki liberó 8 millones de toneladas de fluoruro de hidrógeno y 120 millones de toneladas de dióxido de azufre.

 

Estos gases letales mataron directamente a uno de cada cuatro islandeses y al 80% de su ganado. El hambre hizo el resto. Mientras los curas predicaban sobre la ira de Dios, la nube tóxica alcanzó, Noruega, Alemania, Francia, Gran Bretaña… Hubo centenares de miles de muertos directamente envenenados por el gas tóxico. Las consecuencias sobre el clima fueron aterradoras: el invierno de 1784 fue el mas frío de la historia en el hemisferio Norte; en Norteamérica el mar se congeló incluso tan al sur como la bahía de Chesapeake, el Sahel se inundó por lluvias torrenciales, se alteraron los monzones en la India, y el Niño…

 

No hay cifras de víctims, pero directa e indirectamente podríamos afirmar sin temor a equivocarnos que millones de personas murieron en todo el mundo y que los efectos sobre el ecosistema fueron considerables.

 

Ahora, en este siglo de la conciencia medioambiental, los medios de comunicación sólo parecen preocupados en medir cuantos vuelos se cancelarán o cuantos aeropuertos habrán de paralizar sus operaciones. Entre tanto, científicos en todo el planeta trabajan sin descanso para evaluar las consecuencias de la erupción.

 

Dentro de unos meses empezarán a publicarse los resultados de estos trabajos sobre las consecuencias para el clima y la vida de la erupción del volcán del glaciar Eyjafjälla. Entre tanto, a esas espectaculares imágenes de la erupción ya se le podrían añadir algunas consideraciones, aunque sólo sea por comparación y algún que otro gobierno ya podría estar mostrando cuando menos preocupación por lo que pudiera pasar.

 

Quizás sea mejor a otro lado y dejar que pase el tiempo. Pero a vuelapluma, si resulta que solo colapsa las comunicaciones aéreas, el “volcán islandés” se habrá comprado como un buen amigo.

 

Eduardo Costas, Biólogo

Jesús Pintor Just es natural de Vigo. Nacido el 26 de diciembre de 1964, comenzó sus estudios de Biología en la Universidad de Vigo. Se trasladó a Madrid a finalizar dichos estudios licenciándose en el año 1989. Un año antes ya se había unido al grupo que la profesora M. Teresa Miras Portugal había consolidado en el Departamento de Bioquímica de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense, donde se doctoró en 1993. Durante los años 1994 y 1995, realizó su estancia posdoctoral con el profesor Geoffrey Burnstock en Londres, Reino Unido, para posteriormente reintegrarse a sus tareas docentes en Madrid. En la actualidad compagina sus tareas docentes e investigadoras con la figura de Subdirector de Investigación y Nuevas Tecnologías en la Escuela Universitaria de Óptica, dirigiendo a un grupo de 12 investigadores. En el plano científico ha publicado más de 100 artículos en revistas internacionales. Inventor de 12 patentes para el tratamiento de diversas patologías oculares y condrodisplasias, ha sido galardonado como mejor joven neuroquímico europeo (1994) y recientemente como mejor emprendedor de la Comunidad de Madrid por sus ideas para el desarrollo y explotación de las patentes de las patologías oculares y por la mejor idea para la creación de una empresa de base tecnológica. 
 Eduardo Costas. Es doctor en Biología, catedrático de universidad y doctor vinculado al CSIC. Iconoclasta por definición, ha trabajado en diferentes instituciones y desarrollado su investigación en diversos campos, básicamente en genética evolutiva y ecología de microalgas. Ha elaborado desarrollos aplicados (patentes, transferencia de tecnología). Siempre ha estado interesado en la divulgación científica. 
 Victoria López-Rodas. Coordinadora de ciencia. Es doctora en Veterinaria, profesora titular de universidad y doctora vinculada al CSIC. Trabaja en mecanismos genéticos de la adaptación de microorganismos fotosintéticos tanto a ambientes naturales extremos como a los efectos del cambio global antropogénico. Además es una de las mejores expertas en fitoplancton tóxico y sus efectos en aguas de abastecimiento, acuicultura y fauna salvaje.