La ‘basura’ democrática

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Era represión lo que se produjo en Túnez cuando unos miles de personas reclamaron democracia. Era brutal represión la que ejercía la policía y el ejército en la plaza Tahir. Es represión de un sátrapa salvaje lo que ocurre en Libia… No lo era hace un año, cuando los líderes de la autodenominada Comunidad Internacional aún gustaban de hacer negocios con los que hoy son escoria mundial.

 

El G-8 se reúne en Francia y vuelve a criticar con dureza la represión de los movimientos populares en los países árabes. No han criticado la represión en Barcelona.

 

Las imágenes son brutales, los antidisturbios golpean, arrastran, arañan, patean a ciudadanos sentados con las manos en alto. Los gritos y la incomprensión ante la brutalidad de la acción policial no sirven para nada. Para nada. Ni para que el niñato que dirige a los Mossos d’Esquadra, que seguirá en su cargo seguro de haber limpiado, tal y como dijo, la basura de Plaça Catalunya; ni para los periodistas de este país, que se escudan en la supuesta ‘objetividad’ para no calificar los hechos como «uso excesivo de la fuerza», ni para los autores materiales (putos gorilas entrenados para exudar violencia); ni para la mayoría del país, concentrado en el partido de fútbol del sábado que ha servido de excusa para el fallido desalojo de los acampados de Barcelona.

 

En España se violan los Derechos Humanos, como lo denuncia cada año Amnistía Internacional, pero la opinión pública española no lo considera así porque se oculta, se calla, se disimula. En realidad no hay una crisis económica, sino una crisis de ceguera. Ni un Ensayo de Saramago, ni la valentía de los que los medios llaman los ‘indignados’ (una manera de segregarlos de los ciudadanos «normales») servirá, probablemente, para visibilizar esta vergüenza, este déficit democrático que atenta contra cualquier construcción de futuro.

 

La ‘basura’ democrática no está en la Plaça Catalunya, ni en la Puerta del Sol, ni en la Glorieta de Murcia, ni en Valencia, ni en Sevilla, ni en Santiago… la basura está en las sedes de gobierno, en las comisarías y en algunas redacciones. Lo que el movimiento 15M reivindica, precisamente, es la necesidad de limpiar las instituciones de estos vicios burgueses y represores, de este adormecimiento general que hace llorar, de la indolencia de muchos ciudadanos que se escandalizan ante los regímenes del que ellos denominan tercer mundo (violentos, arbitrarios, violadores de derechos humanos) y dejan pasar como una anécdota las imágenes de unos gorilas pagados con nuestros impuestos maltratando de forma brutal a ciudadanos y ciudadanas cuyo único delito es atreverse a hablar y a tomarse sus calles. 

 

Me perdí en Otramérica, esa que no es Iberoamérica, ni Latinoamérica, ni Indoamérica, ni Abya Yala... y que es todas esas al tiempo. Hace ya 13 años que me enredé en este laberinto donde aprendí de la guerra en Colombia, de sus tercas secuelas en Nicaragua, de la riqueza indígena en Bolivia o Ecuador, del universo concentrado de Brasil o de la huella de las colonizaciones en Panamá, donde vivo ahora. Soy periodista y en el DNI dice que nací en Murcia en 1971. Ahora, unos añitos después, ejerzo el periodismo de forma independiente (porque no como de él), asesoro a periódicos de varios países de la región (porque me dan de comer) y colaboro con comunidades campesinas e indígenas en la resistencia a los megaproyectos económicos (porque no me como el cuento del desarrollismo). Este blog tratará de acercar esta Otramérica combatiendo con palabras mi propio eurocentrismo y los tópicos que alimentan los imaginarios.