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La ‘Comedia’ de Dante alumbra como catedral de luces, 700 años después de la muerte de su autor

Eymid Journai, «Danteum peregrinatio», c. 1515

Sólo los poetas están destinados a la corona de laurel, nos dice Boccaccio y, si hay un poeta cuya obra es inmortal, piedra angular de la literatura universal a la que siempre volvemos, es Dante Alighieri. Su obra maestra es, tal como lo define José María Micó, «el libro más extraordinario de la literatura europea», que preserva su vigencia reflejando a la humanidad, 700 años después de la muerte de su autor.

Dante empezó a escribir su poema en 1308 y la finalizó en 1321, sin ponerle un título en concreto, refiriéndose a ella sea con las palabras “sacro poema” (‘Paraíso’, XXV) sea Comedia (‘Infierno’, XVI, XXI), en antítesis con el poema de Virgilio al que llama “Tragedia” (‘Infierno’, XX).

Fue el gran prosista italiano Giovanni Boccaccio, uno de los primeros comentaristas de la obra de Dante, quien le otorgó el atributo de “divino”, como tributo a la extraordinaria y sobrenatural belleza artística, sin la intención de añadir ese atributo al nombre de la obra. El traductor rumano de la biografía La vida de Dante de Boccaccio, Ștefan Crudu, explica el porqué del término, en una nota a pie de página:

“El título de Comedia se lo dieron al poema de Dante los antiguos biógrafos del poeta (Villani, Boccaccio, Benvenuto), así como las primeras ediciones impresas. En 1373, cuando pidieron que se leyera en público, los florentinos lo llamaron El Dante. Boccaccio utiliza el epíteto de Divina no para titular la obra, sino sólo para caracterizarla. Por primera vez el título Divina Comedia no aparecerá hasta 1555, con motivo de la impresión del poema de Lodovico Dolce”.

Para la mayoría de los estudiosos de La Divina Comedia, el Convivio es la obra de referencia principal sobre la que construyen su estrategia interpretativa. En ella, Dante menciona los tipos de significado inherentes a su obra poética que se puede leer desde cuatro niveles de interpretación: el literal, el alegórico, el moral, y el anagógico.

Así lo fue también para el erudito rumano Petru Creția, quien, desde el inicio del estudio dedicado a la obra maestra de Dante, cita las palabras del poeta:

“El significado literal siempre debe ir primero como aquel cuyo significado incluye a los demás y sin el cual sería imposible e irracional pensar en ellos y especialmente el alegórico. Es imposible porque, en todo lo que tiene un exterior y un interior, no se puede penetrar el interior a menos que se parta primero del exterior; por lo tanto, como en los escritos el significado literal es siempre el externo, no se puede llegar a los demás, especialmente al alegórico, sin partir del literal.” (Convivio, II,1, 8-10).

Mientras que el nivel moral se dirige hacia el interior del ser humano, el nivel anagógico se dirige hacia la interpretación espiritual de una obra o escritura, lo que Dante expresa con las palabras “más allá de los sentidos”:

“Esto ocurre cuando se expone en sentido espiritual una Escritura, aunque es verdadera también en sentido literal, significa por medio de las cosas significadas una parte de las cosas supremas de la gloria eterna”.

El crítico literario rumano Alexandru Balaci escribe en el prólogo de la obra de Dante, traducida por el gran poeta George Coșbuc: “La Divina Comedia tiene como centro el mundo histórico y el mundo fantástico en simbiosis del arte, siendo el propio autor una espléndida autobiografía psicológica, el poema más honesto jamás escrito, síntesis de toda vida anterior de Dante. En su vasto crisol se funden los recuerdos y los acontecimientos presentes, los dolores y las ilusiones, el amor y el odio, el alto conocimiento del mundo, la experiencia humana, toda la vida del pueblo que Dante conoció mejor que nadie, en su largo peregrinaje por Italia”.

El peregrinaje comienza “a mitad de la vida”, en el punto de una bien ganada madurez, en el cénit de la existencia, lo que se expresa mediante la lectura alegórica.

“A mitad del camino de nuestra vida,/ me hallé perdido en una selva oscura/ por apartarme de la buena senda”, escribe Dante, refiriéndose al mismo tiempo a su biografía y a la condición humana, al estado caído del humanidad.

En el capítulo ‘Sobre las obras escritas por Dante’, Boccaccio contó el propósito del gran poeta: “Puso la poesía por encima de cualquier otra disciplina, creía que tenía que componer una obra poética; y al año treinta y cinco de su vida, después de haber pensado mucho lo que tenía que hacer, comenzó hacer realidad lo que antes se había propuesto, es decir, premiar y condenar, según sus diversos méritos, la vida de los hombres”.

La Divina Comedia se basa en una alegoría fundamental, la del viaje al otro mundo, concretamente el viaje del autor para encontrar a Dios, describiendo una historia que pasa por la experiencia del pecado en el ‘Infierno’ y de la purificación en el ‘Purgatorio’, alcanzando la condición privilegiada de comprender el orden divino en el ‘Paraíso’.

El viaje ascensional pasa por el valle boscoso del deambular donde el peregrino Dante se extravía de la senda recta, el lugar del ‘Infierno’, donde la luz no vence y es lo que más se anhela, por la ardua subida de una colina, equivalente del ‘Purgatorio’, para concluir en el ‘Paraíso’ de los cielos con el presentimiento paradisíaco de la presencia divina, camino de la Virtud, del redescubrimiento de la gracia concedida por Dios y del encuentro con la Luz eterna. Una representación que conduce a nuestro protagonista e intérprete del pecado a la salvación y beatitud celestial, a través de un paso del mal al bien y, al mismo tiempo, una ascensión desde abajo hacia arriba, desde las tinieblas a la luz del amanecer que se viste con los primeros rayos del Sol, símbolo de Dios.

Borges, para quien Dante representaba al “maestro eximio”, contó su propia experiencia con el poema alegórico, cómo compró los tres volúmenes de la obra en una librería del barrio, en la traducción del hermano de Thomas Carlyle, John Aitken Carlyle, en edición bilingüe, italiano-inglés. El autor de El Aleph encontró el poema de Dante una sublime musicalidad, recalcó su imprescindible lectura en voz alta, y alabó su perfecta estructura poética y el ritmo de los versos capaces de crear vívidas y potentes imágenes en la mente lectora.

“Un verso del Canto I del Purgatorio”, empieza a hablar Borges, casi extasiado, “en que se refiere a esa mañana increíble en la montaña del Purgatorio en el Polo Sur, y ahí Dante, que ha salido de la suciedad, la tristeza, del horror del Infierno, que acaba de purificarse del humo y tristezas irreparables dice: Dolce color d´oriental zaffiro, describe el cielo oriental, describe la aurora, compara el color de la aurora con un zafiro oriental”.

En Dante, dice Borges, la música va siguiendo las emociones, la entonación, la acentuación que son lo principal, cada frase debe ser leída en voz alta, el verso exige la pronunciación.

Me detengo en ese verso que Borges recita y repite con suma admiración, en su conferencia sobre Dante, en un momento de extraordinario gozo y gran asombro, repitiéndolo como si no quisiera desprenderse de él u olvidarlo jamás:

“Dolce color d´oriental zaffiro… dolce color d´oriental zafiro”.

Con solo declamar el verso de Dante, las resonancias llegan cargadas de lirismo con implicaciones culturales y simbólicas y encuentra un paralelismo bastante convincente en el capítulo veinticuatro del ‘Éxodo’:

“y vieron al Dios de Israel; y había debajo de sus pies como un embaldosado de zafiro, semejante al cielo cuando está sereno”.

La Divina Comedia, grandiosa síntesis filosófica y artística de toda la cultura medieval, representó una gran e importante fuente de inspiración para muchos escritores. T. S. Eliot consideró a Dante su modelo estilístico y existencial y su Divina Comedia una lectura fundamental para la apreciación de la poesía moderna en cualquier idioma. El autor de Cuatro cuartetos sostenía que Dante apelaba a conceptos universales, aspecto que hizo que su poema fuera exitoso a lo largo de los siglos y en todo el mundo, y elogió la creación de la obra desde las profundidades y alturas de las emociones humanas y aspiraciones espirituales.

La obra estuvo en el centro de sus preocupaciones en cuanto a la creación artística, la tradición y la cultura europeas. Lo que Dante significa para mí fue el ensayo que Eliot dedicó al único, inigualable Dante. El autor de La tierra baldía contó cómo se deleitaba aprendiendo de memoria grandes partes del poema, recitándolo en voz alta, y empapándose de la poesía dantesca. Su alusión a La Divina Comedia se hace patente en Cuatro cuartetos. Little Giding. El mismo Eliot declaró en su conferencia en el Instituto Italiano de Londres, el 4 de julio de 1950, titulada What Dante Means to Me:

“Los lectores de mi Waste Land quizá recuerden que la visión de los empleados de la ciudad que se apiñan en el puente de Londres, al salir de la estación ferroviaria para ir a sus oficinas, evocaba la reflexión ‘No creí que la muerte hubiera abatido a tantos’, y que, en otro lugar, deliberadamente, modifiqué un verso de Dante, alterándolo: ‘se exhalan suspiros, cortos e infrecuentes’. Veinte años después de haber escrito The Waste Land, escribí en ‘Little Gidding’ un pasaje con la pretensión de que fuera el equivalente más próximo que yo podía conseguir de un ‘Canto del Infierno’ o del ‘Purgatorio’, tanto en su estilo como en su contenido. La intención, desde luego, era la misma que guiaba mis alusiones a Dante en The Waste Land: sugerir a la mente del lector un paralelo, por medio de un contraste, entre el Infierno y el Purgatorio que Dante visitó y la escena alucinante que seguía a un ataque aéreo”.

La escritura de Dante transmitió con precisión todas las emociones: conmoción, sorpresa, terror. Eliot escribió: “Ciertamente he tomado prestadas líneas de él, en el intento de reproducir, o más bien de despertar en la mente del lector, el recuerdo de alguna escena dantesca, y así establecer una relación entre el infierno medieval y la vida moderna”. El autor aspiraba a crear un momento único similar a través de sus poemas para el gozo y asombro de sus lectores.

En el corazón del poema está el reconocimiento de la humanidad de sus pecados y el ascenso a la vida espiritual y a Dios.

“Por surcar mejor agua alza las velas ahora/ la navecilla de mi ingenio, que un mar tan cruel detrás de sí abandona; y cantaré de aquel segundo reino donde el humano espíritu se purga/ y de subir al cielo se hace digno” (‘Purgatorio’, Canto I).

Después de su experiencia catártica, transformadora, el poeta está listo para el viaje de elevación espiritual, desde una imperiosa necesidad de redención hacia los cielos o los diez estadios etéreos:

“De aquella agua santísima volví/ transformado como una planta nueva/ con un nuevo follaje renovado,/ puro y dispuesto a alzarme a las estrellas” (‘Purgatorio’, Canto XXXIII).

Beatrice, la “Donna Angelicata” sobre la que el poeta nos dice en el Convivio (capítulo II, 2): “la creé dentro de mí de tal manera que mi buen gusto era feliz de estar casado con esa imagen”, aparece en la Comedia como personaje símbolo de la fe, asumiendo la función de guía en el Paraíso quien conduce a Dante, a través de elevadas esferas, hasta el punto terminus de su viaje, después de Virgilio, símbolo de la razón, guía fiel y sabio en el Infierno y el Purgatorio.

La descripción del Paraíso es un verdadero poema del mundo y de la belleza, como observa el historiador de la literatura italiana Francesco de Sanctis: “de todas las formas aquí sólo queda la luz, de todos los afectos, nada más que el amor, de todos los sentimientos, nada más que dicha, de todos los actos, nada más que contemplación”.

El Paraíso, sobre todo un poema de la luz como inefable síntesis entre luz sensible y luz inteligible, “seguro y deleitoso reino,/ lleno de antiguas y de nuevas gentes” es el canto de Dante que se acerca a la visión última, lugar donde el poeta llega después de su gran y difícil viaje transitando espacios de dolor, sufrimiento y muerte en lugares terrenales como el Infierno y el Purgatorio. Beatriz, quien lo preparó paso a paso para que pudiera ver la luz divina, impulsó al poeta a dar las gracias al sol de los ángeles que le ayudó a elevarse hacia la visión del sol “sensible”.

“Y comenzó Beatriz: Dale las gracias/ al angélico sol, puesto que a éste/ sensible te ha traído a gusto suyo”.

Lo que Dante explica con precisión: “Nada sensato en todo el mundo es más digno de ser ejemplo de Dios que el sol. La cual se ilumina primero con luz sensible y luego con todos los cuerpos celestes y elementales: así Dios se ilumina primero con luz intelectual, y luego con las celestes y las demás inteligibles” (Convivio, 3,12,7).

Del gran edificio poético de Dante cabe destacar, recalca Petru Creția, “la integración de las tinieblas infernales en toda la construcción de luz que surge de las profundidades de las tinieblas para completarse en el Empíreo y en esencia divina”. En el Empíreo, Beatriz anunció la salida del noveno Cielo y la llegada al Cielo que es pura luz y pura felicidad.

Dante Alighieri creó una obra singular, un gran poema político, filosófico y teológico de gran maestría estilística, obra maestra polifónica que muestra sabiduría moral y una elevada visión ética, en sintonía con la tríada mística Luz, Conocimiento y Amor. Amor que, para Dante, “mueve al Sol y las demás estrellas”.

Gran obra de la humanidad el “poema sagrado” se impone también a través de la perfección de su arquitectura, sujeta a rigores geométricos y musicales difíciles de igualar, fuente de inspiración inagotable para muchos artistas como pintores, dibujantes, escritores o músicos.

El compositor Franz Liszt, quien a partir de 1845 se preocupó más por la composición y creación de una nueva forma musical compuso, en 1849, una obra que tiene como base de inspiración la lectura del poema épico de Dante, el poema sinfónico conocido como Sonata Dante. El poeta francés Joseph Autran recordaba, en el verano de 1845, que Liszt había improvisado para él “una apasionada y magnífica sinfonía sobre la Divina Comedia de Dante” en el órgano de la catedral de Marsella, a medianoche.

La intención original del compositor húngaro fue escribir la obra en tres movimientos, ‘Infierno’, ‘Purgatorio’ y ‘Paraíso’, aunque Wagner le había convencido de que ningún compositor terrenal pudiera expresar fielmente las alegrías del Paraíso. La pieza, que quedó configurada en tres partes, un tema cromático de la descripción del lamento angustioso y el viaje salvaje de las almas en el Infierno, el viaje en el Purgatorio, y la parte final de un Magnificat coral beatífico, se publicó por primera vez en 1856 como parte del segundo volumen de sus Años de peregrinación.

No podemos dejar de mencionar la influencia del poema de Dante en la creación musical del gran compositor rumano George Enescu, quien comenzó a escribir su Tercera sinfonía en 1916 y la terminó en 1918, cuando Rumania estaba en guerra, la ciudad de Bucarest ocupada por los alemanes y el gobierno exiliado en la ciudad de Iași. Tenía 37 años, en la mitad del camino de su vida, cuando compuso esa impresionante pieza musical de gran calado, un enorme fresco sinfónico en tres partes, donde la estructura musical empieza con el Purgatorio, siendo la primera parte la humana, la terrenal, la de las experiencias de la vida diaria, seguida del Infierno, como representación de las atrocidades de la guerra y concluyendo en el Paraíso, con la visión de la Paz celestial.

Si hay que destacar una escena de las que dejan inolvidables imágenes en el lector, la más recordada y analizada, sería la de los enamorados Paolo y Francesca. En el segundo círculo del Infierno, Dante y Virgilio se encuentran con los lujuriosos, que son eternamente azotados por una poderosa tormenta de viento, de la misma manera que, en vida, permitieron que su pasión gobernara sobre la razón. Allí, entre varias figuras conocidas, Dante se encuentra con las sombras de Francesca da Rimini y su amante Paolo Malatesta, hermano menor de su esposo, Giovanni Malatesta, quien los descubrió leyendo juntos el romance de Lancelot y Ginebra, y los asesinó en un ataque de celos.

La trágica historia de amor más famosa de toda la Divina Comedia no solo sirve como advertencia, mostrando las consecuencias de un amor prohibido, sino que también le permite a Dante conmemorar a Francesca mucho más allá de su propia vida al permitirle contar su historia, episodio conmovedor, de gran fuerza en el poeta quien, tras escucharla, se desmaya.

Ese episodio fue una fuente de inspiración para muchos artistas y también para compositores como Piotr Ilich Tchaikovsky. El excelso compositor ruso escribió un poema sinfónico en tres partes titulado Francesca da Rimini: Fantasía después de Dante Op.32, en el cual expresó el trágico desenlace de la pareja de amantes. La pieza fue en Moscú en 1877.

La Divina Comedia, siempre moderna por su poder de transponer la propia condición humana en sus matices más relevantes, cierra con el Paraíso, donde de un relámpago surge una “vista nueva” mediante la cual el poeta obtendrá el don de ver lo insospechado, quedando en la inefabilidad de lo visto en un punto esencial del proceso místico, espacio creado para que Dios pueda obrar y penetrar en el alma.

El autor de la Vita Nuova, omnisciente a lo largo de todo el proceso creativo, expresa su fe en  la creación de una obra inmortal, recordando las enseñanzas de su maestro. En el Canto XV del ‘Infierno’, se dirige a Brunetto Latini, con estas palabras:

“de cuanto tantas veces me enseñabais/ la eternidad que el hombre alcanzar puede”

Cuando se le pidió a George Steiner que eligiera el mejor libro de los últimos mil años nombró la Comedia, diciendo que la totalidad de la forma poética y el pensamiento filosófico de Dante, su universalidad local y su lenguaje, siguen siendo inigualables. En Gramática de la creación el gran erudito ofrece una bellísima definición de lo que representa el autor y su obra:

“En el espíritu y el intelecto de Dante, más íntimamente que en el de cualquier otra presencia occidental de la que tengamos constancia, se funden orgánicamente los tres campos semánticos de la creación y la creatividad el teológico, el filosófico y el poético. Dante es nuestro meridiano. Recurrir a él no es filología académica, ni crítica literaria, ni simple deleite, por legítimos y fértiles que sean. Es medir con la mayor precisión posible la distancia desde el centro, la longitud de nuestras sombras vespertinas actuales”.

Podemos concluir, coincidiendo con las palabras del escritor Petru Creția, cuyo enfoque es intentar reconstituir la arquitectura de la luz sensible en su literalidad, que la estructura del poema sagrado de Dante es simultáneamente, y en un sentido inefable, no sólo una Catedral de luces sino también una catedral de conceptos y relaciones de conceptos e invenciones inimaginables, dignas en sí mismas de nuestra reverencia y asombro.

 

Obras musicales citadas:

George Enescu, Tercera Sinfonía.

Franz Liszt, Magnificat.

Piotr Ilich Tchaikovsky, Francesca da Rimini.

 

Bibliografía:

Divina Comedia. Traducción de George Coșbuc, prólogo de Alexandru Balaci. Editorial Polirom, Bucarest.

Obras menores (Opere minore). Dante Alighieri. Traducción de Francisca Băltăceanu. Editorial Univers, Bucarest.

La vida de Dante. Giovanni Boccaccio Traducción de Ștefan Crudu. Editorial Humanitas, Bucarest.

La catedral de luces. Homero, Dante, Shakespeare. Petru Creția. Editorial Humanitas. Bucarest.

Lo que Dante significa para mí. Conferencia de T. S. Eliot. Instituto Italiano de Londres, 1950.

Conferencia sobre La Divina Comedia. Jorge Luis Borges. Teatro Coliseo de Buenos Aires, 1977. Recogida en el libro Siete noches.

Convivio. Biblioteca Cervantes Virtual.

Gramaticile creației (Gramática de la creación). George Steiner. Traducción de Adina Avramescu. Editorial Humanitas, Bucarest.

Versos de la Commedia de Dante en la traducción de José María Micó. Editorial El Acantilado, Barcelona.

La música para órgano de Liszt. Zoltan Gárdonyi, The New Hungría Quarterly, pdf.

Traducción al español de fragmentos de Ștefan Crudu de La vida de Dante, de Boccaccio, del libro de Petru Creția, y fragmento conferencia What Dante means to me, de T. S. Eliot, de Diana Cofșinski.

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