La gran belleza

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Sorrentino, al menos en esta película, trabaja la alianza soterrada del cielo y el infierno. En cada minuto, una música celestial y una música grotesca, una humanidad adorable y enseguida abominable. Y a veces es la misma persona, con un pequeño cambio de gesto. En cada minuto, escenas sublimes y escenas dantescas. El  mismo personaje que puede ser execrable ahora es un poco después un monumento de sabiduría, como la enana que dirige la revista de la que Gambardella vive.

 

 

Ignacio Castro Rey es doctor en filosofía y reside en Madrid, donde ejerce de ensayista, crítico y profesor. Siguiendo una línea de sombra que va de Nietzsche a Agamben, de Baudrillard a Sokurov, Castro escribe en distintos medios sobre filosofía, cine, política y arte contemporáneo. Ha pronunciado conferencias en el Estado y en diversas universidades extranjeras. Como gestor cultural ha dirigido cursos en numerosas instituciones, con la publicación posterior de siete volúmenes colectivos. Entre sus libros últimos cabe destacar: Votos de riqueza (Madrid, 2007), Roxe de Sebes (A Coruña, 2011) y La depresión informativa del sujeto (Buenos Aires, 2011), Roxe de sebes (Fronterad, 2016), Ética del desorden (Pretextos, 2017). Acaba de publicar Sociedad y barbarie, un ensayo sobre los límites de la antropología en Marx.

3 COMENTARIOS

  1. Estupenda mirada Ignacio; la
    Estupenda mirada Ignacio; la película de Sorrentino es muy metafísisica, bella, muy melancólica y sabia, pues él sabe que la felicidad sólo puede ser intuída como algo perdido, como una hermosa lejanía cuyo recuerdo angosta nuestra vida presente; tenemos que recurrir al amor, la belleza, la ironía, las pequeñas perversiones, el egoísmo, el cinismo, lo grotesco, el desprecio, a la burla caritativa y a la compasión para poder convivir con ese a priori de dolor al que nos ha precipitado esa Ilustración insastifecha, malograda, naif, que ha funcionado como una máquina de frustración generalizada.
    La peli, impecable artísticamente, está cargada de una ambivalencia que en ocasiones deja un sabor amargo, de mal chiste, pues, muy al estilo Kusturica, filma una santa jovialidad que envejece mal, que se degrada tan pronto nos paramos ante un «acontecimiento cual sea». Sorrentino, más allá de su histrionismo, presenta una psicopatología de la vida cotidiana de un hombre cualquiera, donde lo más sano o normal, adquiere el rostro espectral de la enfermedad, donde incluso los escenarios más bulliciosos, más esperpénticos, están impregnados de una lacerante tristeza.
    Nos presenta a Roma como un Titanic lujoso, absurdo y generoso a su manera, pero nunca se hunde y tampoco puede navegar pues está encallado permanentemente.
    Esta nave de cocainómanos, feria de las vanidades, está muy lejos de la búsqueda de la buena vida, baila entre un nietzseanismo que siempre oscila entre lo castrense y Sodoma y Gomorra, entre el fascismo y el baile frenético y delirante alrededor del becerro de oro.
    Sorrentino crea todo un poema de los gestos, la mirada, los silencios, las sonrisas, las lágrimas, la muerte, de la añoranza de una inocencia perdida eclipsada por una radical histeria vitalista.
    Por otra parte, la película entronca con todos los demonios de los últimos 60 años del cine italiano, es fiel a una tradición…………..dejémoslo aquí, aunque me gustaría comentar tus tentaciones teológicas pero……..un abrazo, Rafael Varela.

  2. sin embargo, aunque tiene la
    sin embargo, aunque tiene la moral de abandonar a la millonaria que quiere mostrarle sus fotos diarias (…porque a estas alturas de la vida ya no hago lo que no me apetece), cuando el trabajo le obliga, ve y se maravilla (o eso da a entender el director) con la obra de un artista que expone las fotos, retratos, también diarios, de sí mismo.
    ¿qué quiero decir?
    no lo sé… pero pienso que quizás nada hay en la apariencia de una millonaria con pretensión de artista (sus amigos de facebook dicen que las fotos son buenas…), sino en lo que esta apariencia esconde, y ahí, quizás, sí hay belleza.
    Me acuerdo de El Fuego Fatuo (más que nada porque la vi hace poco).

    • Querido anónimo, gracias por

      Querido anónimo, gracias por el comentario (no lo habñia visto hasta ahora). De todas formas, recuerdo las dos series de fotos como muy distintas. Jep casi llora con aquel tipo que pone en un edificio antiguo una tira de su caminar hacia ma muerte, día a día. Sin embargo, los aires narcisistas de la rubia multimillonaria son insufribles, y creo que hace bien en dejarla plantada. Además, después dice, creo que comentando el caso: «A mi edad no basta con que una mujer sea bella». No conozco El Fuego Fatuo. Gracias de nuevo, y perdona la tardanza en responder. Ignacio Castro.

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