
A Maruja Mallo “se la criticó por ser más personaje que artista, demasiado atrevida. O lo que es lo mismo: ser pintora en un contexto patriarcal”. Fue “la mujer moderna”, “la musa rebelde”, la “bella Maruja” o “la brujita y la maga”. Su nombre fue olvidado durante la dictadura franquista, pero afortunadamente ha ocupado el lugar que le correspondía como una de las principales figuras de la generación del 27. El Museo Reina Sofía, en conjunto con el Centro Botín de Santander (donde la exposición se pudo ver la pasada primavera) presenta una exposición dedicada a la obra de la artista gallega. Máscara y compás reivindica el valor de la cultura que tanto defendía la artista y sirve como documento de época. Contiene más de 300 obras entre las que se encuentran dibujos, fotografías, pinturas y documentos de la artista ordenadas por series, colocadas igual que la artista lo planeó. Una colección que muestra el cuidado que Mallo tenía a sus creaciones, midiendo cada aspecto con especial meticulosidad. Y es que la artista tenía sed de conocimiento. No dudó en investigar sobre cerámica, escenografía y demás disciplinas que le atraían. Incluso trabajó como profesora y escribió numerosos ensayos sobre historia del arte. Estuvo siempre comprometida con la igualdad, la justicia social, el progreso, y reivindicó el arte hasta la saciedad. Ella quería presentar un mundo nuevo, y cambiar la imagen de España a través de la cultura. “Maruja Mallo tendría un lugar garantizado en la historia por ser la artista capaz de dotar de imaginario visual a la Generación del 27, pero además ha sido una personalidad muy avanzada a su tiempo, por su preocupación por la dignidad del trabajo de la mujer, por sus teorías sobre la importancia de la creación popular, por su capacidad para performar su propia imagen y por su innovadora invención de una cultura visual para la ciencia ficción”, cuenta Manuel Segade, director del museo Reina Sofía.
Dónde: Museo Reina Sofía, Madrid
Cuándo: hasta marzo de 2026




