La plaza circular de Belmonte

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Dice mi hermano mayor que me dejo llevar por cualquier, cualquiera. Dice que no tengo personalidad, forma de ser definida, estabilidad característica. Me pone el ejemplo de Belmonte. Nunca, hermano, te han gustado los toros y ahora, ahora: Lees la vida del torero Juan Belmonte y en cuanto puedes viajas a un pueblo que se llama Belmonte de Tajo solo por el nombre escrito, solo. Y así con todo, todos, y desde que somos hermanos.

Llegamos al centro del pueblo y el centro de Belmonte es una plaza de toros circular convertida en un aparcamiento de tierra, subimos a la grada, junto al burladero, a ver qué. Los coches entran por la puerta, dan vueltas al ruedo y encuentran su lugar alrededor.

Hermano.

Vienes conmigo.

Me dices: Mira en el reloj, torre.

A y media dejaré de haber nacido antes que tú.

El torero queda solo en esa duermevela de la preocupación, y sueña que han abolido las corridas de toros, que todas las plazas se han hundido y han sido comidas por las turbas. De pronto, la realidad: el mozo de estoques le dice: La hora.

Juan Belmonte, matador de toros, M. C. Nogales

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