La Revolución y las mujeres: de 1789 a 2011

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“El feminismo es un hijo no querido de la Ilustración”.  Señala Amelia Valcárcel. Porque la idea de igualdad no se puede estrechar a medio plazo, muere si empiezas a poner condiciones: sólo los ricos, sólo los blancos, sólo los intelectuales, sólo los varones…Las mujeres egipcias en este 2011 revolucionario lo tienen tan claro como las francesas en 1789. Si bien pocos libros de historia lo recogen, Olimpia de Gouges y Mary Wollstonecraft… dieron hace más de dos siglos hermanas non gratas a la Declaración de derechos del Hombre y del Ciudadano. La primera de ellas afirmará que «si las mujeres tienen derecho a subir al cadalso también lo tienen a subir a la tribuna»; le costó la guillotina.

 

Las mujeres (con los hombres) se han unido a todas las revoluciones. Las han protagonizado y aprovechado para abrir las ventanas de la ciudadanía a horizontes más amplios. El movimiento abolicionista,  los procesos de descolonización, la lucha obrera y la resistencia a los fascismos, contaron con ambos sexos en sus trincheras. Rosa Luxemburgo, Federica Montseny, Irena Sendler, Angela Yvon Davis, Rigoberta Menchú, son sólo algunos nombres propios, la mayoría, sin embargo, han sido mujeres y hombres anónimos.   La diferencia consiste en que las mujeres siempre tuvieron que ocuparse además, de no ser excluidas, durante y sobre todo después de los acontecimientos, de su definición y de los avances logrados. El sufragio de la población negra se logró con una participación activa de las mujeres  que no encontraron el mismo apoyo cuando décadas más tarde tuvieron que luchar por su propio derecho al voto. La lucha contra los fascismos conllevó la masiva participación económica de las mujeres en la sociedad que disciplinadamente abandonaron cuando terminó la guerra. La revolución socialista nunca tuvo en cuenta la plusvalía reproductiva que llevaban a cabo las mujeres de la clase trabajadora y que expresó a la perfección Flora Tristán cuando afirmó que “La mujer es la proletaria del proletario”.

 

Islam y el feminismo son viejos conocidos y aunque la participación de las mujeres en las manifestaciones por la democracia en Egipto parece llamar poderosamente la atención de Occidente, estas mujeres ya estaban pensando en libertad e igualdad antes de tener la oportunidad de salir con sus compañeros varones a exigirlo sin violencia pero sin tregua en un ejercicio colectivo de valentía histórica y dignidad social. Los propios varones egipcios se han sorprendido de ver a mujeres de toda clase social junto a ellos en la plaza de Tarhir, sorprendidos de su presencia y de su palabra. “Es la primera vez que alguien me presta atención a lo que tengo que decir”, he leído que dice una de estas mujeres. 

 

La historia se repite, donde se lucha por la igualdad, por la libertad, por la justicia, han estado todos, hombres y mujeres.  Las revoluciones políticas son un estallido con impredecibles réplicas y contraréplicas y siempre remueven el terreno para la más profunda transformación de valores, de mentalidad colectiva.  La apuesta por la paz del pueblo egipcio ha permitido la visibilización  sorprendente como sujeto activo por el bien común de la mitad de su sociedad hasta ahora velada: las mujeres.  De igual forma hubiéramos encontrado su presencia en un contexto más violento, por supuesto, pero la mayoría de ellas como población civil, sin esa fuerza simbólica que implica hacerlas aparecer históricamente al lado de los hombres, legitimando un futuro de voluntad común de cambio democrático.  Eso ya es mucho. Y aunque seguramente a la hora de institucionalizar el poder conquistado todo será más relativo en cuanto a la igualdad de sexos, el aire de la igualdad ya habrá removido unos cuantos velos y algunas conciencias de ambos sexos en el proceso.

Pilar Pardo Rubio. Estudió Derecho en la Carlos III y continuó con la Sociología en la UCM, compaginando en la actualidad su trabajo de asesora jurídica en la Consejería de Educación y la investigación y formación en estudios de Género. Desde el 2006 colabora con el Máster Oficial de Igualdad de Género de la Universidad Complutense de Madrid que dirigen las profesoras Fátima Arranz y Cecilia Castaño. Ha participado en varias investigaciones de género, entre las que destacan la elaboración del Reglamento para la integración de la igualdad de género en el Poder Judicial de República Dominicana (2009), Políticas de Igualdad. Género y Ciencia. Un largo encuentro, publicada por el Instituto de la Mujer (2007), y La igualdad de género en las políticas audiovisuales, dentro del I+D: La Igualdad de Género en la ficción audiovisual: trayectorias y actividad de los/las profesionales de la televisión y el cine español, que ha publicado Cátedra, con el título "Cine y Género". (2009). La publicación ha recibido el Premio Ángeles Durán, por la Universidad Autónoma de Madrid y el Premio Muñoz Suay por la Academia de Cine.   La mirada cotidiana que dirigimos cada día al mundo en que vivimos es ciega a la las desigualdades que, sutiles o explícitas, perpetúan las relaciones entre hombres y mujeres; visibilizar los antiguos y nuevos mecanismos, que siguen haciendo del sexo una cuestión de jerarquía y no de diferencia, es el hilo conductor de "Entre Espejos". En sus líneas, a través del análisis de situaciones y vivencias cotidianas y extraordinarias, se ponen bajo sospecha los mandatos sociales que, directa o indirectamente, siguen subordinando a las mujeres e impidiendo que tomen decisiones, individuales y colectivas, críticas y libres, que siguen autorizando la violencia real y simbólica contra ellas, que siguen excluyendo sus intereses y necesidades de las agendas públicas, que siguen silenciando sus logros pasados y presentes, que, en definitiva, las siguen discriminando por razón de su sexo y hacen nuestra sociedad menos civilizada, a sus habitantes más pobres e infelices, y a nuestros sistemas políticos y sociales menos democráticos y justos.