
Lo recordaba David Granda desde Viena en el diario El País, cuando Egon Schiele, con 27 años, vio cómo el Pabellón de la Secesión consagró su 49ª exposición al conjunto de su obra. Se encontraba en la cima de su carrera y era el heredero de Gustav Klimt. Schiele se había encargado de velarlo en el depósito de cadáveres de la capital austriaca y “le inmortalizó dibujando su rostro sin vida”. Recuerda Granda que esos dibujos de un Klimt inerte dispararon su renombre. Pero su magnetismo no se ha perdido. El Leopold Museum, que lleva entregado al artista desde su fundación, le dedica una minuciosa exposición. Tiempos de cambio. Los últimos años de Egon Schiele: 1914-1918”, en la que se “reúnen más de 130 obras, junto con fotografías, cartas y material de archivo inédito para desgranar su ascenso al trono del modernismo vienés”. Pero el propio pintor sobrevivió pocos meses a su admirado colega. Así describe el propio museo su devoción: La exposición combina elementos biográficos y artísticos, centrándose en las rupturas y transformaciones en las “obras tardías”, “un período que hasta ahora ha recibido relativamente poca atención. Durante este tiempo, Schiele abandonó gradualmente los experimentos formales radicales de 1910 a 1914 y desarrolló un estilo más realista, caracterizado por una mayor empatía. Su trazo se volvió más tranquilo, fluido y orgánico, y las figuras que retrataba adquirieron mayor plenitud física. La exposición también ofrece nuevas perspectivas sobre este período crucial al incorporar materiales de archivo contemporáneos, como el diario inédito de Edith Schiele”. En una carta que le escribió a su hermana Gertrude, el 23 de noviembre de 1914, señalaba: “Vivimos en la época más violenta que el mundo haya conocido […]. Cada uno de nosotros tiene que sufrir su destino, ya sea vivo o muerto. Nos hemos vuelto duros e intrépidos. Todo lo anterior a 1914 pertenece a otro mundo; por lo tanto, siempre miraremos hacia el futuro”.
Dónde: Leopold Museum, Viena, Austria
Cuándo: Hasta el 13 de julio