Las hermanas Brown

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Durante una clase de literatura italiana de bachillerato recuerdo haber probado una gran fascinación por la obra del Foscolo, ‘Dei Sepolcri’. En particular recuerdo esa parte donde renumera las tumbas de los grandes del pasado en la Basílica de Santa Croce en Florencia, donde las sepulturas de Machiavelli, Dante, Galilei, Buonarroti y Petrarca luchan contra el inevitable paso del tiempo, y la perversa amenaza del olvido. Recuerdo que la lectura de esos versos y su análisis filológico había llegado a su clímax dramático –por cierto, el profesor era una mezcla entre el John Keating de El Club de los poetas muertos, y el William Forrester de Descubriendo a Forrester. No estoy bromeando.

Había muchos de esos momentos, en las clases de literatura, durante los cuales una quietud sin aliento parecía empoderarse de cada uno de mis compañeros, dejándolos por un eterno instante completamente desorientados frente a los versos sagrados de Dante y de Leopardi, del Tasso y del Ariosto. Nos pasaba a menudo –como decía–, duraba lo que podía ser una hora o un minuto, después del cual cada uno de nosotros volvía a vivir sus aburridas vidas como si nada de eso hubiese ocurrido. ¿Olvidadizos? No. Más bien avergonzados por lo sucedido, y la falta de palabras para describirlo.

Ahora bien, en esa especial ocasión, recuerdo que durante la lectura del Foscolo tuve la imprudencia de pensar: ‘Qué tontería, las sepulturas sirven de monumentos para recordar solo a algunos afortunados, ¿y todos los demás? ¿cuántas vidas olvidadas? ¿cuántos muertos en vano?’. Afortunadamente la primera parte de mi reflexión no salió de mi boca, pero la segunda creo que debe haberse escuchado en voz alta, porque el profesor interrumpió la lectura, y con mirada inquisitoria empezó a buscar el origen de la voz. Luego, mirándome fijamente, tuvo que concordar conmigo sobre los tristes límites de la memoria. Arruiné definitivamente ese mágico instante.

Y sin embargo, hay veces en las cuales personas comunes se convierten en famosos protagonistas de obras de arte. Piensen en Un tal Sr. Piekielny, de Roman Gary, o en todas las obras del primer neorrealismo italiano de De Sica y Pasolini, o en las miles de fotografías de arte urbano y no solo. Como es el caso de las hermanas Brown. Una reproducción visual del pasaje del tiempo a través de la mirada del fotógrafo Nicholas Nixon que, a partir de 1974, decidió cada año fotografiar a su esposa y a sus cuñadas, Beverly, Heather, Laurie y Mimi Brown. S. C.

Dónde: Fundación Mapfre, Barcelona

Cuándo: hasta el 5 de septiembre