El perro ladra.
El gato magulla (solo hay que fijarse en las manos de los dueños).
Y el elefante barrita de chocolate con cacahuetes.
Los felinos son animales desconfiados. Por ejemplo, si llaman a la puerta siempre miran a través de la minina antes de abrir y, como bien reflejan las noticias de sucesos, esperan a que te mueras para comerte (a veces el gato se pone las botas). Por eso es mejor comprarse un perro, él nunca lo haría. Sí se ha dado un único caso en la Historia en el que se aúnan las cualidades de felinos y cánidos: Catwoman, que es un poco perra.
Por mucho que le busquemos el traspiés al gato es imposible, siempre caen de pie. Qué chulería ¡ni que fueran de Madriz!
Talismanes mágicos, seres mitológicos y eternos de nueve vidas, con el poder de producir bolas de pelo. Lo máximo que he conseguido yo es que me crezca pelusa en el ombligo y casi me hernio del esfuerzo.
Los gatos beben Mahou aunque luego tengan que ir a cuatro patas hasta casa, y de noche prefieren pasar el gato ronroneando añejo hasta el amanecer.
¡Y un whiskas con hielo, por favor!
Ay, los gatunos… últimamente son un complemento más del eterno soltero. Independientes y ágiles llegan a los recovecos donde el plumero se queda corto. Ahora bien, el que realmente quiere ligar se pasea con un perro. Y aunque tengan fama de infieles, lo cierto es que siempre van en parejas como Gargamel y Azrael, Tom y Jerry, Rasca y Pica, Garfield y la lasaña,… Y existen otros muchos famosos: Las Mininas, Doraemon, Gattuso, Fellini, y mi favorito, Sergio Leone y sus películas de gatillo fácil. Quizás el más temido, del que ningún hombre ni mujer quiere hablar. Ese que te deja triste y azul escondido bajo las sábanas: el gatillazo.