Con lo bien que hubiera seguido Marcelo en la intimidad del ministro, y así también el odio, no la chanza, en la intimidad del odiador. Más que bromas, que también, yo he visto ahí el anticlericalismo de siempre, de rienda (o de teta) suelta a lo Rita Maestre...
Las sillas vacías
Yo le he cogido aprecio a Marcelo, el ángel de la guarda del ministro del Interior. Algunos están muy indignados como si uno no pudiera tener el ángel (o el demonio) de la guarda que le dé la gana. Lo malo es decirlo, porque enseguida se queda uno en exposición. Da igual el contexto. Con lo bien que hubiera seguido Marcelo en la intimidad del ministro, y así también el odio, no la chanza, en la intimidad del odiador. Más que bromas, que también, yo he visto ahí el anticlericalismo de siempre, de rienda (o de teta) suelta a lo Rita Maestre, aunque a mí lo que más me preocupa es si sabrá el ángel Marcelo vivir con esta fama sobrevenida. Hay gente que no tiene miedo, ni reparos, lo cual por lo menos indica una personalidad. Carmena, por ejemplo, tiene una gobernando igual que si se abriera la gabardina, a sus años, y eso que lleva el SUT casi en los genes. Eso no lo haría Jorge Fernández Díaz ni aunque fuera adolescente. Por algo ya le decían en casa que llegaría a ministro, predicción cumplida en lo que se intuye que tuvo algo que ver, sin duda, Marcelo. Al pobre Marcelo hay que dejarle (que culpa tiene el pobre ángel de la indiscreción de su guardado), que ha salido de la cola de una entrevista íntima, en una confesión de una inocencia católica casi entrañable, y no, por ejemplo, de un bando municipal. Además Marcelo es como la versión luminosa ( como ‘Río Bravo’ respecto a ‘El Dorado’) de Tony, el amigo que vive dentro de la boca de Danny, el niño de El Resplandor. Yo ahora no puedo evitar ver a Marcelo moviéndole el dedo índice a don Jorge como la nariz de un hurón buscando aparcamiento sobre el triciclo por los pasillos del hotel Overlook. Y me lo imagino hasta las rodillas en la Fontana di Trevi, exclamando: «Marcello, come here!». A lo mejor le habla como Michael Knight a KITT e incluso le acciona el Turbo Booster. Por eso creo que me gusta Marcelo y Jorge Fernández, el hombre, en su piedad y creencias sin complejos, legítimas y naturales, también. Recuerdo hace treinta años cómo, mientras comía con mi hermana pequeña, yo movía las sillas vacías de alrededor con el pie y le decía que era Pipo, nuestro fantasma de Canterville. Yo siempre he pensado que me reía con ella y no de ella. Y lo sigo pensando.