Las tercas personas que nos hacen humanos

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La aparición del nieto de Estela Carlotto en Argentina, 36 años después de ser 'robado', nos hace pensar que las tercas y dignas luchas sí tienen sentido. Un poco de combustible para la esperanza. 

 

Buscar no es tarea fácil. No es fácil buscar la verdad, buscar la justicia, buscar el rastro de un desaparecido, de un secuestrado por el poderoso poder. No resulta sencillo buscar pruebas enterradas con saña, no es fácil rastrear las razones de los victimarios ni las huellas de los que siempre parecen “gente de bien” mientras rompen huesos y anhelos.

 

Por eso cuando la verdad se reubica, respiramos, sentimos un descanso profundo, un par de lágrimas nos corren por la cara interior de la mejilla y el aliento se rearma de razones para volver a fluir. La ‘aparición’ del nieto de Estela Carlotto no es una aparición, es el resultado de la terquedad de esta mujer y de las cientos que, como ellas, buscan a sus nietos secuestrados del vientre de sus madres minutos antes de que éstas fueran una muesca más en el récord de las sombras.

 

La imprescindible terquedad de las que buscan es la esperanza de los indolentes. Mientras otros se rinden rápido, se desesperan, se sienten incapaces de enfrentar a la bestia, hay gentes que son tercas, que resisten, que pelean, que preguntan, que camininan despacio para así poder llegar muy lejos.

 

La noticia llegada desde Argentina tiene las notas musicales de Ignacio Hurban… o de Guido Montoya Carlotto (que parece lo mismo pero no lo es).  Tiene la energía que nos da gasolina para seguir peleando. Pienso hoy en los miles y miles de desaparecidos de Colombia o México, en los cientos que ya se acumulan en Venezuela, en las personas desaparecidas en Guatemala u Honduras, en la desparición forzada que se repite año tras año sin que ese dolor nos penetre más que la fina lluvia de un otoño de olvido.

 

¿Esta humanidad no es humana? Y entonces siempre me respondo que no, pero de pronto, una noticia, una pequeñita, no de las dimensiones de la que multiplica el apellido Carlotto, me hace despertar y darme cuenta de que los tercos, los resistentes, aunque en franca minoría, son los que nos hacen humanos. Gracias pues.

Me perdí en Otramérica, esa que no es Iberoamérica, ni Latinoamérica, ni Indoamérica, ni Abya Yala... y que es todas esas al tiempo. Hace ya 13 años que me enredé en este laberinto donde aprendí de la guerra en Colombia, de sus tercas secuelas en Nicaragua, de la riqueza indígena en Bolivia o Ecuador, del universo concentrado de Brasil o de la huella de las colonizaciones en Panamá, donde vivo ahora. Soy periodista y en el DNI dice que nací en Murcia en 1971. Ahora, unos añitos después, ejerzo el periodismo de forma independiente (porque no como de él), asesoro a periódicos de varios países de la región (porque me dan de comer) y colaboro con comunidades campesinas e indígenas en la resistencia a los megaproyectos económicos (porque no me como el cuento del desarrollismo). Este blog tratará de acercar esta Otramérica combatiendo con palabras mi propio eurocentrismo y los tópicos que alimentan los imaginarios.